martes, 12 de diciembre de 2017

RUTA POR TIERRAS DE ARENILLAS


En esta ocasión toca recorrer un rincón del sur-oeste de la provincia, hasta ahora inédito en las escapadas sabáticas del grupo. Fue este cronista quien propuso a nuestro siempre solícito guía patear estas tierras de la geografía soriana, llevado por un motivo sentimental, por cuanto Arenillas es el pueblo de mi padre y allí he pasado algún verano en mi más tierna infancia, tan tierna que no se me alcanzan los recuerdos de mis andanzas por  tan  entrañable localidad y solo me queda el relato que mi madre me ha hecho de las mismas. Pero siempre he mantenido con el pueblo unos lazos de afecto y cooperación, que se mantienen con el paso de los años.


A la hora convenida nos dimos cita en el lugar de costumbre cinco entusiastas colegas del grupo, Emi, Alicia, Ángel, Julián y el que suscribe, para enfilar hacia tierras de Berlanga. Un solo vehículo para el desplazamiento y ponemos rumbo a Arenillas.  Por el camino comentamos anécdotas y curiosidades sobre los pueblos que vamos  atravesando (Quintana, Fuentepinilla, Berlanga, etc.) y, en especial, sugiero a mis animados acompañantes presten especial atención a la reproducción de pinturas de Picasso que se pueden admirar a la entrada de Caltojar, sobre murales a ambos lados de la carretera, obra de un entusiasta y creativo maestro de escuela que, a finales de los 80 y principios de los 90 dejó su huella y, a la vez, puso en el mapa a este pueblo por su originalidad y belleza pictórica que muestra al visitante sin necesidad de bajarse del coche. Las pinturas se conservan en perfecto estado y evocan la natural admiración por su fidelidad al modelo picassiano y la no menos original iniciativa que distingue un lugar, un pueblo, una obra  cultural.


Y si Caltojar pone el toque de modernidad, no es menos cierto que estos parajes rezuman arte, historia y cultura  en los entornos próximos que constituyen la comarca de Berlanga. Y, en concreto, no podemos olvidar que el románico está muy presente por estos pagos, como lo acreditan la propia iglesia de Caltojar, el no menos bello pórtico de la iglesia de Andaluz, y, sobre todo, la joya del pre-románico soriano en Casillas de Berlanga, que dejamos a 1 Km. escaso de nuestro trayecto: la ermita de San Baudelio. Curioso cenobio en mitad de los  campos de labor de arquitectura mozárabe, con su columna central en forma de palmera y sus paredes consideradas como la capilla Sixtina del arte mozárabe castellano, donde todavía pueden verse los restos de pinturas murales de carácter pagano y cuyos originales están en el Museo del Prado y en el Metropolitan de Nueva York. Y en la travesía por Berlanga, declarada conjunto Histórico Monumental, contemplamos su castillo del siglo XV, construido sobre una fortaleza musulmana y una de las puertas de entrada de arco ojival hacia el  núcleo urbano, que desemboca en lo que fueron los barrios de la Yubería alta y baja, (de ahí, tal vez, el origen del gentilicio Yubero, apellido muy corriente por estas tierras). Al pie de la carretera podemos también admirar un florido rollo gótico, y a escasos metros  la ermita de Ntra. Sra. de la Soledad.

Dejamos atrás Caltojar y enfilamos la carretera en dirección a  la Riba de Escalote, donde tomamos el desvío que conduce hasta Arenillas. Justo al lado de la plaza, donde se ubica la Iglesia parroquial, aparcamos el coche y nos dirigimos hacia el sur por una amplia pista agropecuaria para iniciar nuestra ruta.

Apenas llevamos unos centenares de metros andados nos topamos con un curioso e improvisado rincón de descanso al pie de la pista, formado por una silla metálica, sólidamente anclado al suelo y un rústico banco armado con  un par de tablas que se asientan sobre dos troncos. Imposible sustraerse a la tentación de dejar testimonio de semejante descubrimiento en nuestras cámaras fotográficas.

Continuamos nuestra senda entre amplias parcelas de secano, que han permanecido en barbecho a juzgar por la escasa actividad que se observa en su superficie, cuando no están sembradas de piedras, como si hubieran sido destinadas a ser depósito de lo que el agricultor no desea encontrarse en sus fincas de trabajo. Por estos páramos se deja sentir  un suave, pero insistente,  viento frío, que  obliga a usar nuestros pertrechos de abrigo para hacer más cómoda la ruta. No hay amenaza de lluvia y la mañana gris nos augura que podremos  completar el itinerario previsto sin necesidad de usar prendas de agua.

Llevamos recorridos cuatro o cinco Km. y ahora transitamos por la provincia de Guadalajara. Así nos lo confirma un agricultor de origen rumano que, al frente de su tractor, encontramos por el camino. Nos hallamos en el  término municipal de Romanillos de Atienza. Hemos dejado el árido páramo que rodea estas tierras y  ahora el paisaje es de monte bajo, donde abunda la encina y el roble. Tierra de caza a juzgar por las marcas de puestos de cacería que pudimos observar en nuestro trayecto y, además, por la presencia de corzos que avistamos a escasos cien metros de nosotros.

Un par de Km. más adelante encontramos el lugar idóneo para reponer fuerzas: una abandonada y desvencijada majada que sirvió  para recoger el ganado lanar, nos sirve de parapeto para dar cuenta de nuestro merecido tenteenpie. No faltan la tortilla y la bota y, en este caso, disfrutamos de unos deliciosos frutos de arándano, recubiertos de chocolate, que Alicia reparte generosamente para, dice, terminar solidariamente con la bolsa de los tentadores “conguitos”, que, de otra forma sería para su exclusivo y no saludable  consumo por excesivo. Tampoco pudimos acabar con la tortilla y eso que, en esta ocasión, dado el escaso número de participantes, la ración se multiplicó proporcionalmente entre nuestros agradecidos estómagos.

Repuestas las calorías gastadas y recuperada la energía necesaria que exige la  actividad andarina, continuamos el camino bordeando las provincias de Soria y Guadalajara, hasta llegar a una curiosa construcción de un pozo de agua, dotado de una placa solar ( desconocemos la función de la misma) y equipado con un sistema de extracción de bombeo manual, fuera de funcionamiento, para sacar el agua hasta un pequeño embalse  al  pie del mismo pozo, que aparece cubierto de una gruesa capa de hielo por las lluvias caídas los días anteriores. Este lugar se conoce como el “Covachón”, según nos confirmaron después los nativos del pueblo. Recibe este nombre  por la presencia en las inmediaciones del lugar de una cueva natural abierta sobre dos gruesas láminas de piedra, conformando una oquedad vertical que perfila el contorno de dicha cueva.  

Vamos dejando atrás el monte bajo  y de nuevo pateamos las llanuras del páramo que nos acerca  a nuestro punto de partida. Por el camino podemos observar la formación de un grupo de encinas que componen una bella estampa, dando origen a una simétrica figura semiesférica, simulando una intencionada recreación paisajística sobre una única silueta arbórea. Frente a esta animada imagen, otra menos estimulante: observamos un pinar joven de reciente reforestación (no tienen más de dos metros sus ejemplares) afectado de procesionaria, algunos de ellos ya secos por efecto de esta indeseada plaga.

 De nuevo tierras baldías y extensas llanuras de páramos que, en algunos puntos del recorrido, se convierten en parcelas acotadas para la siembra y producción de otros cultivos o especies arbóreas.

Hay que señalar que estos pueblos y, en concreto el que hoy visitamos, tienen en los cultivos cerealistas, principalmente, y en la crianza del ganado ovino sus principales fuentes de desarrollo económico, si bien Arenillas presenta también otra actividad que, aunque residual, no deja de ser otro factor dinamizador de la vida rural: se trata de la destilación de esencias a partir de las plantas lavanda y lavandín, que luego comercializan a través de ferias de carácter agrícola, como la de Almazán o similares. Hace años tuve ocasión de visitar el emplazamiento donde se ubica la caldera a través de la cual destilan este tipo de plantas para obtener los productos de perfumería indicados. Un procedimiento sencillo, nada sofisticado, pero imaginativo y eficiente para sacar provecho y beneficio de otro recurso que ofrece esta tierra.

Nos acercamos ya a Arenillas, después de haber completado un recorrido de 16 Km. aproximadamente, y hacemos la entrada por el mismo punto de partida. Un comentario unánime en nuestras impresiones sobre esta localidad: apenas se ven casas derruidas o abandonadas y sí una esmerada restauración y renovación de viviendas, que ofrecen una cuidada y coqueta imagen de un pueblo que ha sobrevivido a la despoblación y el abandono de sus habitantes, tan corriente en otras latitudes de nuestra querida tierra soriana. Y no solamente el cuidado de sus gentes por asegurarse una vivienda digna en la tierra de sus antepasados es destacable en este rincón soriano. En su haber cabe destacar también un albergue rural, destinado a fines turísticos y didácticos, incluido en la web de reservas turísticas Booking, destinado a niños y jóvenes que elijan pasar unos días  en contacto con la naturaleza, para su observación y conocimiento del lugar, atendido  por gentes sencillas, a la vez que cercanas  y hospitalarias.

Hemos finalizado la ruta y no me resisto a visitar a algunos de mis parientes y amigos que aquí residen. Siempre es reconfortante departir con gentes que tienen en alta estima ofrecer lo mejor a esos familiares que hace tiempo no ven, pero que siguen presentes  en su  recuerdo y afecto. Perpetua, la viuda de José,  y su hija me reciben en su casa con la hospitalidad y cariño  con que siempre han acogido al pariente que va a visitarles y me ponen al corriente de las novedades de otros miembros familiares. No está José María, hijo y hermano de las citadas y alcalde del pueblo, para haber comentado los aspectos y proyectos  más destacables que tiene en marcha el municipio. Frente a ellas vive Luis, alma mater de lo  que en tiempos pasados ha sido el  desarrollo social y cultural del pueblo (llegaron a disponer de una emisora local, desde la que transmitían noticias de toda la comarca), y aún hoy, ya jubilado, no ceja en su empeño por  mejorar las condiciones ambientales y rurales de su pueblo. Y nos muestra la reconstrucción de una antigua casona, que constituye su residencia habitual (atrás quedan los años de obligada residencia en Madrid por razones laborales) y el gusto con que ha transformado un viejo inmueble en una auténtico museo de arte rural, con múltiples objetos rescatados de la otrora usanza rústica para convertirlos en piezas de exposición que dan valor a un ambiente doméstico, lo que en otros ámbitos podían considerarse como antiguallas devaluadas por el paso de los tiempos.

Con este regusto nos quedamos y con la certeza  de conocer gentes que han hecho una clara apuesta por mantener el medio rural y  preservar nuestros pueblos, nuestro paisaje, nuestro entorno del abandono o la indiferencia.
Soria, 9 de diciembre de 2017
 
 
Agnelo Yubero

 

 

jueves, 16 de noviembre de 2017

VINUESA - LA MUEDRA

El sábado 11 de noviembre de 2017 vamos llegando al Lago Ángel, Ana, Gema, Feli, Julia, Alberto, Almudena, Pilar, Reme, Miguel y Ana María.
 Ya se hizo una ruta circular similar, pero esta tiene algo muy especial y que pocas veces se podrá repetir, la grave sequía que padece la provincia ha dejado al descubierto zonas que en condiciones normales quedan ocultas por las aguas del Embalse de la Cuerda del Pozo o de La Muedra.
 Nuestra ruta parte de Vinuesa y, ya a su salida, bajo el largo y alto puente sobre el que cruzamos, encontramos el más antiguo e importante, en cuanto a valor histórico, de los hitos de los que está jalonado nuestro itinerario.
 Debido a la sequía las aguas se han retirado y dejan ver una extensa y desolada explanada, rota solo por cuadriculas de piedras pertenecientes a antiguas delimitaciones de terrenos y, a un lado, los estrechos meandros de un joven Duero que pasa bajo la bóveda de uno de los siete arcos de un antiguo puente de origen romano que solo en ocasiones deja ver parte de su arquería y completamente muy pocas.
Es el momento de admirar y fotografiar esta construcción romana que ha resistido el paso de los siglos y el peso de las aguas del pantano, pero el puente ya está muy deteriorado, no en vano se encuentra en la Lista Roja de Patrimonio y desde hace años se está luchando por lograr su traslado y restauración y actualmente, viendo su lamentable estado, con más empeño.
Hay un enlace que recoge firmas para salvar el Puente Romano de Vinuesa.                        

Para conocer mejor su historia y algunos datos más, comenzaremos por decir que era conocido como el Puente de San Mateo y es propiedad de la Conferencia Hidrográfica del Duero; tiene una longitud de 87 metros, 3 de ancho  y una altura máxima es de 5,5m y podemos distinguir dos estilos arquitectónicos. Aunque  se construyó en el S. I d.C. posteriormente, en la Edad Media fue reconstruido y ampliado con arcos apuntados, de los que tiene tres y de medio punto, cuatro.  Forma parte de la arquitectura viaria de la calzada que unía Uxama con Visontium, la Cesaraugusta, y la Astúrica del siglo II d. de C. conservándose un miliario en Molinos de Duero.

Dejamos atrás Vinuesa y continuamos nuestro camino recorriendo una pista forestal con el pantano a la izquierda y sin tardar mucho nos desviamos hacia La Ferrería construida en 1849 y que fue conocida como La Numantina.
 Una ferrería era un taller que trabajaba el mineral de hierro, reduciéndolo a metal y se solía situar a las orillas de los ríos, cerca de los bosques y de los yacimientos de hierro.
 La transformación del mineral de hierro en metal de hierro se realizaba en un horno bajo en donde se iban alternando capas de mineral, material fundente y un combustible, normalmente carbón vegetal. Después se sacaba y mediante golpes se iba despojando de la escoria e integrando el hierro.

 Ya desde lejos vemos su arquería, paredes que han adquirido curiosas formas tras el derrumbe, sillares y piedras lejos del agua que normalmente las oculta. Hoy nos podemos acercar y pisar su tierra oscura. 
Exploramos los alrededores y encontramos un lugar donde se depositan numerosos pedazos de material de pátina verdosa con aristas irregulares y afiladas que será la escoria de la que se hablaba antes, en otro lugar se ven capas acumuladas de materia.
 Se echa en falta la vieja chimenea que emergía de las aguas, punto de referencia para conocer el nivel del pantano y el lugar que ocupaba la vieja ferrería, cuando las aguas la ocultaban. El 3 de abril de 2003 tras una crecida importante, fuertes vientos y años de desidia se derrumbó la alta chimenea de ladrillo que además era todo un símbolo.  

Continuamos ruta por la pista y entre pinos y robles de distintas especies, Quercus Pyrenaica y Quercus Quejigo, cuyas hojas de diferente tamaño y color es la diferencia más evidente, amarilla en otoño el primero, mientras que el segundo, conserva su color verde y es de menor tamaño.  
La Muedra, punto central de nuestra ruta está a solo a 5 Km. de la localidad visontina, así que tardamos poco en llegar.
Desde lejos divisamos el viejo olmo y la torre de la Parroquia de San Antonio Abad, se alzan solitarios y con el agua rozando su base, aunque en otras épocas de sequía han estado más alejados del agua, hoy también pueden ser contemplados en su totalidad, incluso es posible entrar en la torre que en los últimos 70 años ha sido más visitada por los peces que por los seres humanos.

Cuando el pantano está con niveles de agua aceptables las barcas navegan a la altura de los vanos vacíos y mudos del campanario, y justo debajo se dejan ver las huellas de un reloj que ya hace muchos años desapareció.

También recibe nuestra atención el olmo centenario, sigue en pie con su gran tronco seco y su memoria de siglos. Desde en 1639 fue parte de de la vida diaria del pueblo, disponiendo de un banco circular en torno a él, donde se reunían los vecinos.

Hay algunas fotos de los últimos años de La Muedra, en una de ellas podemos contemplar una estampa festiva, compuesta principalmente por niños, algunos en la escalinata de la iglesia y otros posan apoyados en la cruz del royo.

Un mundo que quedó anegado por el Embalse de la Cuerda del Pozo, también llamado de La Muedra en recuerdo del pueblo. La obra fue proyectada por Pedro Pérez de los Cobos y construida por las empresas Granero y Córdoba.

La Muedra era un lugar próspero que en el censo de 1842 tenía 51 hogares y 200 vecinos y en el censo de 1931 ya contaba con 341 habitantes y unos 90 hogares, aún no se había producido su desalojo, aunque estaba aprobado desde 1923, este tendría lugar el 30 septiembre de 1936, no sin antes presentar informes y suplicas para que no se realizase la obra.

Y llegó el día, no por esperado menos doloroso, en que los últimos 30 vecinos tuvieron que abandonar sus hogares y las tierras legadas por sus antepasados, muchos de ellos fueron a Vinuesa, otros a pueblos cercanos como Molinos de Duero, Salduero, El Royo, Abejar… Cuentan que los modraños solían decir  “Yo nací en la Muedra pero no tengo pueblo” y que el tiempo no curó su pena.

Con la guerra civil por medio, el pantano no se terminó de construir hasta 1941, inaugurándose el 9 de septiembre de ese año, fecha en que ya no hubo vuelta atrás y La Muedra quedó sumergida bajo las aguas del pantano.
Aún se adivina el trazado de sus calles y casas, y queda una gran cantidad de piedras, a veces superpuestas, otras amontonadas, pedazos de tejas  diseminados y, ya a cierta altura y distancia del agua, se conserva un ancho muro de grandes piedras superpuestas con un gran vano abierto, formando un corredor.

Caminamos un buen trecho y ya bastante lejos del pueblo encontramos el cementerio nuevo de La Muedra, frente a su entrada está el royo que había en la plaza y dentro, escasas sepulturas con desvencijadas verjas y un  mausoleo que modraños que vivían en Argentina donaron para este cementerio en 1931.

Caminamos aproximadamente 8 Km más hasta llegar a Molinos de Duero, a la entrada nos desviamos a la derecha y tomamos una senda que durante 4 Km. no dejará de depararnos sorpresas, una gran ladera de piedra en la que crecen pequeños pinos, un arroyo de aguas ferruginosas con su característico olor a huevos podridos, formaciones rocosas de formas fantásticas…

Es un camino arbolado y ameno, y  durante casi todo el recorrido podemos acompañar al Duero durante un breve trecho de su viaje recién iniciado. Ya cerca de Vinuesa, pasamos junto a la ermita de San Mateo, muy sencilla y con un intrigante cartel. “Esta ermita está casi siempre cerrada, solo los viajeros de corazón bueno encontrarán la llave que abre las puertas.” Ahí queda eso, para quien quiera buscar, nosotros regresamos al punto del que partimos.
 Una ruta que, entre charlas con los compañeros, hemos pasado, además de por la pista forestal, por robledales, pinares, bosques mixtos y praderas, el día ha salido soleado y con buena temperatura, hemos paseado por donde durante años solo los buzos y los peces podían acceder… No se puede pedir más.

 Tan solo queda recordar que por estos pueblos pasó Antonio Machado en 1910 en su viaje a Urbión, del que surgiría la leyenda de La Tierra de Alvargonzález  Después de cabalgar dos horas, llegamos a la Muedra, una aldea a medio camino entre Cidones y Vinuesa, y a pocos pasos cruzamos un puente de madera sobre el Duero.
-Por aquel sendero -me dijo el campesino, señalando a su diestra- se va a las tierras de Alvargonzález; campos malditos hoy; los mejores, antaño, de esta comarca.”
Ana María A.

lunes, 13 de noviembre de 2017

RIO VAL

Con amenaza de lluvia y tras abortar la ruta prevista para este fin de semana por el hayedo de las faldas del Moncayo en la frontera con Aragón, (ya que los usufructuarios de los derechos de caza habían previsto desarrollar su actividad en el mismo espacio y tiempo que pensábamos visitar el paraje), Ángel “nuevamente” indaga y descubre que nuestra salud puede correr un grave riesgo y por ello cambiando la ruta nos dirigimos a Agreda “Villa de las tres culturas” a visitar el barranco del Val.

            Tras pasar por el centro del pueblo nos dirigimos al barrio moro y junto al Palacio de los Castejones dejamos los vehículos e iniciamos la ruta, el valle que forma el rio Val que recoge las aguas que el Moncayo desde la zona de La Cueva que vierte parcialmente agua al Riotuerto en la cuenca del Duero y por este barranco al Ebro, recogiendo el agua del manantial de los ojillos, en la Dehesa de Agreda y  que luego junto al Queiles aportan gran caudal a las vegas que riegan las huertas de Aragón, de ahí el dicho popular “Moncayo ladrón, manas en Castilla y riegas en Aragón”.
La vega deja huertas con tierra muy fértil que junto a la orografía y temperatura produce hortaliza de alta calidad, destacando el “Cardo rojo de Agreda” que es de una variedad propia y cuyo cultivo sembrado en mayo y tapado con tierra en “Los Santos” hacen que para Navidad sea un producto de especial valor gastronómico, nos admira la cantidad de tierra con la que se cubre el cardo “Al menos metro y medio” lo que nos hace pensar el trabajo que esto lleva y nos admira que todavía este trabajo manual sigue realizándose en la zona. Los Agredeños dicen que su cardo puede comerse crudo, en ensalada rizándose especialmente. Otro producto de gran calidad en esta huerta es la patata que fríe muy bien.

Existe paseo a las huertas cuyos riegos y bancales son herencia de los asentamientos árabes en la villa indicada en la misma ruta que realizamos.

Iniciamos la ruta por la parte baja del barrio moro y pasando por parte de las citadas huertas, dejamos el arco califal a la izquierda y poco a poco dejamos la Villa y admiramos su fortificación natural, con su torreón en la muela del barrio moro, las rocas que soportan el edificio de la antigua Residencia de los Milagros y que sirvieron de fortificación natural en otra época, cerca de ella la Sinagoga Judía, y la gran cantidad de Iglesias que levantaron sus moradores siempre fieles a la corona de Castilla pero frontera y con los Reinos de Aragón y  Navarra, siendo además zona de paso necesario para pasar a la meseta, por lo que la Villa ha sido escenario de la firma de acuerdos y ha disfrutado de distintos fueros como premio a sus servicios.
Adentrándonos en el cañón, donde se pueden observar los pliegues de las distintas formaciones geológicas, con lastras  de pizarra empotradas en otras muy calizas fácilmente erosionables, zonas donde nos encontramos con piritas a la vista en el camino.
El paseo resulta agradable y avistamos diversa flora que Alberto nos explica, ayudándonos a comprender la naturaleza que nos rodea. 
También avistamos Buitres y grullas en caprichosas formaciones y su ruido característico. 
Así nos acercamos a la depuradora cuyo olor delata su actividad, podemos observar como el rio tras la aportación de las aguas residuales se encuentra muy muy sucia, gris, espumosa, olorosa, y aunque parece ser que en la prensa han informado de una avería en la depuradora, en otros medios se dice
que es pequeña para los municipios de Ólvega y Agreda y que las aportaciones de residuos industriales dificultan considerablemente el trabajo de las bacterias en su labor depuradora.
Seguimos por el camino que perfectamente indicado y acondicionado nos lleva por la ribera en parajes con unos chopos autóctonos que Alberto nos explica y distintas estampas formadas por la erosión de las calizas y las decantaciones de las riadas con parajes llenos de colorido y alfombras de hojas pardorojizas. Así llegamos a las cascadas y poza de las truchas, que esperamos hayan podido emigrar a otra parte del rio menos contaminada, ya que difícilmente puede existir vida acuática en este medio tan gris y oloroso.

Al llegar a la poza de las truchas y disfrutar del paisaje nos retiramos un poco para dar cuenta del almuerzo y que nos resulte menos desagradable, damos cuenta de nuestras frutas y otros alimentos más energéticos. Tras la tertulia correspondiente comenzamos la vuelta deshaciendo el camino sin que los impermeables hayan sido necesarios.

Al regresar al municipio nos dirigimos al arco califal con sesiones de fotos y tras ellas aparecen las nubes y el correspondiente chaparrón que nos pilla ya en los coches dirigiéndonos al hostal Doña Juana, donde tras el correspondiente refrigerio unos volvemos a casa y otros visitan el  convento de la Concepción que es un convento de clausura monástica de las Madres Concepcionistas situado en la villa, que ella misma convirtió en convento y donde se alberga el Museo Sor María Jesús de Ágreda.

José Antonio Martínez
Soria 4 de  Noviembre de 2017

domingo, 5 de noviembre de 2017

CASCADAS DE PUENTE RA


Hay ocasiones en las que el grupo se viste de gala, y no tanto por el brillante azul identitario que luce la indumentaria del colectivo, cuanto por otros factores que ofrecen algo especial a nuestras rutas, bien sea por el concurrido número de participantes en la actividad, el interés que presenta el paraje a recorrer, la acreditada fama que tiene el lugar, o por todos los motivos anteriores.

Nuestra salida a las CASCADAS de PUENTE RA encaja en el último de los supuestos: gran concurrencia de participantes en esta excursión (omito enumerarlos porque sería más fácil nominar a los que faltaron a la cita), innegable interés paisajístico, precedido de una sencilla pero eficaz propaganda que del lugar hizo nuestro solícito presidente la semana precedente para incentivar la participación en esta ruta. Y las expectativas no defraudaron. A nuestra hora más habitual de concentración, las 8,00 de la mañana, y en el emplazamiento de costumbre, las inmediaciones de la cafetería “El Lago”, nos dimos cita hasta 22 entusiastas caminantes para dirigirnos hasta la explanada de la ermita de la Virgen de Lomos de Orio. Nos adentramos en  tierras riojanas, pero con innegables reminiscencias sorianas, tanto por la proximidad con nuestros vecinos riojanos, como por la concurrencia de   sorianos a la romería que anualmente se celebra a este santuario el primer domingo de Julio.

El plan  es iniciar la ruta desde la explanada del aparcamiento al pie de la ermita, para descender hasta el arroyo de Puente Ra y remontar su curso  por la margen derecha.

Durante el viaje hacia nuestro punto de partida y una vez que hemos abandonado la N-111, tomando la dirección hacia Villoslada de Cameros, empezamos a admirar la frondosidad y variedad de especies arbóreas que flanquean la estrecha carretera. Tengo la suerte de viajar con Alberto, quien, por su conocimiento del medio ambiente al que ha dedicado sus años de vida profesional y la pasión con la que habla de lo que él tan bien conoce, el trayecto resulta una agradable lección didáctica sobre algo tan natural y frecuente a nuestra vista, como son las distintas clases de árboles  que vamos admirando y las características diferenciadoras de unos y otros. El viaje, en estas condiciones, se convierte en una amena tertulia enriquecedora para quienes no andamos muy sobrados en conocimientos de botánica.

Llegados a nuestro punto de partida, y tras estacionar los coches en el aparcamiento citado, ojeamos someramente los  exteriores de la ermita y construcciones aledañas, y aplazamos su visita para el final del recorrido.

El inicio del camino es un cómodo y pronunciado descenso hasta alcanzar el cauce del riachuelo, pero a nadie se nos escapa que el regreso será una empinada subida de finalización de  ruta, inexcusable para los que han traído el coche, aunque Ángel, nuestro experimentado sherpa, ha previsto una ruta alternativa más cómoda para quienes no estén obligados  de ponerse al volante y de esa manera puedan continuar por la margen izquierda del río, hasta un punto de recogida por nuestros/as abnegados/as conductores/as.

Y ya puestos en ruta, me gustaría diferenciar, aunque solo sea a efectos meramente descriptivos, tres planos o aspectos distintivos de la belleza natural que se nos presenta a lo largo del camino. Por una parte, la variedad de árboles y arbustos que se ofrecen a nuestra mirada. Por otra, la riqueza cromática que emana de esta diversidad arbórea, y en tercer lugar, la siempre refrescante imagen del agua, saltando entre peñas, dibujando armoniosas cascadas o formando oquedades naturales, como si quisiera darnos cobijo y acogernos en esas cuevas horadadas a lo largo del tiempo inmemorial que ha cincelado su curso.

Empezando por el primer plano, la naturaleza no deja de sorprendernos por la abigarrada gama de especies arbóreas que custodian, vigilan y dan sombra a esta pequeña, pero a la vez intensa corriente de agua que forma el cauce del  arroyo: pinos silvestres, hayas, fresnos, robles, tejos, acebos, abedules….compiten por hacerse un hueco en el camino que contempla el sereno discurrir de un río, mientras  le dan color, sombra, vida, armonía y equilibrio, que solo la naturaleza sabe ofrecer  sin intervención humana.  Un sabio diseño (o diseñador)  de espacios naturales ha hecho de este paraje un mágico puzle, donde cada pieza natural encaja y se hermana perfectamente con su parte del conjunto más cercano, hasta formar una completa estampa que transmite la belleza singular de este hermoso enclave. Factores como el suelo, la humedad, el clima, el sol….se unen en extraña complicidad para conformar una sinfonía vegetal, con la sensación de hallarnos ante un bosque encantado.

Esta armonía paisajística estaría incompleta sin la gama cromática que el ropaje de los árboles proporciona a la estampa otoñal que admiramos. Arbustos de hoja perenne, como el acebo, el pino silvestre o el tejo, nos ofrecen el verde dominante, con los matices e intensidades que exhiben estos ejemplares, mientras los tonos ocres, amarillos o anaranjados nos muestran la  presencia de hayas, abedules, fresnos y algún roble, que van desprendiéndose de su ropaje por efecto de su ciclo estacional, a la vez que alfombran el suelo con la hojarasca que cubría sus ramas.

Y por último, pero no menos espectacular, es la cadencia del agua al saltar entre las rocas que forman este pequeño, pero  espectacular, valle fluvial. Las cascadas de este corriente, encajonadas en los peldaños rocosos que va formando el río, completan la partitura que pone la música de fondo al susurro del viento que barre las hojas caídas o mece delicadamente las ramas del tupido bosque que le vigila desde el otro lado de su territorio. Salta y fluye, en unos tramos, se despeña y raudo se remansa sobre el suelo que frena su caída, en otros. Caprichoso y coqueto, forma cuevas en las inmediaciones de la masa pétrea que le escolta en su recorrido, como si quisiera perpetuar su presencia y convertirlas en mirador inmaterial de su bravía carrera por el bosque encantado, antes de entregar el caudal a su hermano mayor, el Iregua.

Hemos completado el recorrido suficiente para admirar el entorno que este valle nos ofrece. Captar la variedad de olores, colores, susurros… que entran por nuestros sentidos, se antoja un ejercicio que podría extenderse sin límite en el tiempo, pero no solamente de sensaciones visuales, auditivas, olfativas vive el hombre. Existen otras que reponen el esfuerzo del camino y apaciguan las urgencias de nuestro sistema digestivo. Tras atravesar un rudimentario puente que cruza un humedal del arroyo, descargamos nuestras mochilas para disfrutar de las viandas individuales y compartidas, regadas con el tinto que facilita el tránsito intestinal. Aprovechamos la ocasión también para cantarle a José Antonio el happy birthday tou you el día de su onomástica y desearle que cumpla muchos más.

Regresamos por el mismo camino que hemos traído pero, como he apuntado antes, parte del grupo evita la empinada cuesta que conduce de nuevo hasta la explanada de la ermita y se dirige por la margen izquierda del arroyo hasta un merendero con refugio  (punto de encuentro de los cazadores de la zona, por lo que pudimos ver), que se encuentra al pie de la carretera en nuestro camino de regreso a Soria. Obviamente, este grupito no tiene ocasión de visitar el santuario  (algunos ya lo conocían), por lo que la última hora de nuestra ruta la dedicamos a conocer la afamada y venerada ermita de la Virgen bajo la advocación de Lomos de Orio.

Emplazada en un idílico paisaje en el corazón de la Sierra Cebollera, el templo es un bello ejemplo de la arquitectura del siglo XVIII, a la que se accede por una amplia escalinata formada por filas de piedra de mampostería fijadas sobre el suelo, pero sin trabazón entre los distintos peldaños que genera la subida, lo que facilita el crecimiento de la hierba  entre los planos que conforman la sucesión de dichos peldaños. El interior nos presenta una bóveda de cañón perfectamente perfilada y cúpula y pilastras con profusa decoración de yeserías. Muy vinculada a la trashumancia, el centro del retablo está presidido por una talla de la Virgen de Lomos de Orio  del siglo XIII, similar a la Virgen de Valvanera, también de ascendencia riojana, con la que comparte el mito de su aparición en el hueco de un roble.

      Durante el año se celebran dos romerías, pero la más concurrida es la que tiene lugar el primer domingo de Julio, (llamada de “Caridad Grande” o las “Corderas”), con nutrida afluencia no solamente de los lugareños riojanos, sino también con gentes provenientes de Soria y de Burgos. Tiene su origen en una leyenda del siglo XVI, que habla de la protección de la Virgen a un grupo de pastores que venía con su ganado de Extremadura y los libró del robo  a que estuvieron expuestos por parte de las tropas comuneras, merced a un voto que hicieron a la Virgen si los libraba del inminente latrocinio. Al final de la misa, se reparte entre los asistentes pan y carne de cordero, como parte del memorial que enraizaba a los pastores con esta tierra. Cerca del lugar del  reparto de viandas existe una fuente donada por chilenos, que se conoce por este nombre, y que también sirve de abrevadero para los animales. Sobre la fachada de la ermita se puede apreciar una pequeña escultura con la figura de un lagarto, y a la entrada del templo tenemos un lagarto tallado, partido por la mitad en forma de dos cuernos de vaca. Se remonta a  otra leyenda del siglo XIX, que habla de un pastor que cuidó de  un lagarto siendo una cría. Cuando creció y adquirió proporciones desmesuradas intentó atacar a su benefactor. Este se refugió en la ermita y cuando el lagarto lo acechó hasta la puerta, ésta, por mediación de la Virgen, se cerró, seccionando al lagarto por la mitad. Otra de las simpáticas y amenas leyendas que se han formado en torno a este enclave mariano.

De regreso a Soria, los comentarios del viaje no pueden ser otros que las impresiones que nos llevamos de este nuevo y atractivo recorrido por dominios riojanos, pero con indudable regusto de ambientes sorianos, por nuestra proximidad, nuestra afinidad y nuestra co-propiedad, si así lo podemos llamar, del paisaje, la belleza natural y el encanto de estas tierras a caballo entre La Rioja y Soria.

 Soria, 28 de octubre de 2017

                                                                             Agnelo Yubero            

viernes, 27 de octubre de 2017

CRISTO DE LOS OLMEDILLOS

21 de octubre. Sábado. Hoy tenemos una cálida mañana nublada y nuestra ruta discurre desde el aparcamiento de los Arcos de San Juan de Duero hasta la Ermita del Sto. Cristo de los Olmedillos. Hacemos la ruta Luis, Alberto, Agnelo, Reme, Rosi, Almudena, Gema, Feli con su Zar, Pilar y Emi.
Comenzamos el ascenso por el célebre Monte de las Ánimas soriano y al inicio de su ladera nos detuvimos a ver un antiguo nevero restaurado y bien señalizado, que es de origen medieval y de procedencia probablemente árabe .Como su nombre indica su finalidad era guardar nieve durante todo el año, capas de paja servían de aislante y en el buen tiempo era sellado y así se disponía de hielo todo el año.

En el ascenso volviendo la vista hacia atrás vamos viendo nuestra ciudad rodeada de dorados tonos otoñales. Desde la cumbre nos encauzamos por un camino recto y bien marcado por el que enfilan las torres de la luz; abstraídos en las diferentes conversaciones nos salimos de la ruta, por lo que seguimos por este mismo camino hasta poder volver hacia nuestra izquierda ya con Valcorba y Cadosa frente a nosotros.

Las encinas comienzan a ceñir nuestra senda y enseguida nos situamos en el punto correcto pasando por debajo de la carretera que conduce a Zaragoza. Este paso está lleno de barro y con agua pero tenemos piedras seguras para superarlo.
Las encinas se comienzan a mezclar con los robles hasta que llegamos a un paisaje en el que predomina éstos sobre aquéllas, caminamos sobre un mullido suelo entre un arbolado ya muy amarillento y…estamos perdidos otra vez, porque hoy nos orienta wikiloko.

Todos estábamos muy tranquilos porque a pesar de que falle la tecnología, en estos parajes no teníamos pérdida, pero nuestros compañeros Luis y Gema estaban desconcertados por los saltos que daba wikiloko.
Entre robles alguna tierra labrada, a lo lejos encinares y un cielo gris que nos amenazaba por el noreste.
Se decidió atravesar por un robledal en búsqueda de nuestro camino y pronto llegamos a la vieja y olvidada vía del tren. Al pie de los raíles encontramos un antiguo poste de telégrafos con sus aisladores de cristal todavía insertados, los recogimos y nos los repartimos entre todos como recuerdo.
Anduvimos un rato pisando las viejas traviesas de la vía hasta que un gran mastín nos comenzó a saludar con sus ladridos. La atención de este gran perro se centró en Zar y en su ruidosa compañía llegamos a una finca particular en la que conocimos a Vicente, su guardián, y tras pedirle permiso no solo nos dejó acceder a la ermita, sino que nos abrió su puerta.
Nos encontramos en el Campillo de Buitrago, en plena comarca de Frentes.


 Puedo afirmar que el pequeño templo nos entusiasmó a todos:
Es una ermita del siglo XVIII que pertenece a Velilla de la Sierra. Aquí se celebran romerías en las que participan vecinos de Renieblas y Ventosilla de la Sierra también.
 Su planta parece rectangular con dos pequeñas capillas como anexos a ambos lados de la planta. Una torre con espadaña y con dos campanas.
Entramos a través de un arco de medio punto en su lateral. Al entrar una antesala con suelo antiguo de cantos da lugar al templo a través de una reja. En el ábside el altar mayor con la imagen del Cristo crucificado y dos altares menores uno a cada lado de la estancia.

Nuestras miradas se dirigen en un principio a esta imagen que domina el lugar. No sabemos a que época pertenece, pero observamos que esta representación de Cristo tiene ya bastante realismo, su anatomía está algo marcada y sus ojos cerrados, los brazos descendidos y sus piernas flexionadas, quizá pertenezca a un gótico temprano.

 Una bóveda con motivos vegetales en vistosos colores y otras pinturas muy bien conservadas sobre fondo blanco dan alegría al interior y en los laterales, colgados entre las falsas columnas lo que parecen ser exvotos (ofrendas hechas por un bien recibido) representados por distintas partes anatómicas de muñecos: brazos, piernas y cabezas penden desde hace muchos años.
Tomamos el almuerzo al abrigo de los muros de la pequeña iglesia y lo finalizamos con un delicioso chupito (o dos porque eran pequeños) de pacharán casero que Agnelo llevaba en su petaca. Nos vino bien porque el ambiente había refrescado y después de la parada nos habíamos quedado helados.
La finca se veía muy bien cuidada, había patos, ocas, pavos reales y en el centro un antiguo pozo y los restos de un viejo horno y no podía faltar leña de roble bien cortada, apilada y preparada para el invierno venidero.
Emprendemos la vuelta tomando un camino hacia la izquierda de la finca entre tierras aradas, pero con robles al pie del camino. Con la 122 de frente nuevamente, giramos a la derecha y aquí Alberto llama nuestra atención porque tenemos a la vista quejigos que en esta época se distinguen mejor por su hoja caduca (para que nos quede claro a todos ya definitivamente)
 Wikiloko sigue dando tumbos, pero parece que por aquí el camino puede estar difuminado entre malezas y campos de cultivo por lo que avanzamos por el límite de éstos y al caminar miles de diminutas mariposas salían entre los restos de la siega.
De vez en cuando Zar salía disparado hacia algún lugar y al seguirlo con nuestras miradas veíamos corzos atravesando la campiña.
De nuevo llegamos a territorio de encinas y aunque las dudas sobre el camino correcto continuaban, enseguida nos dimos cuenta de que ya estábamos volviendo sobre nuestros pasos. Nuestro caminar en este momento iba acompañado de la suave y bien entonada voz de nuestra querida Rosi.
 Como colofón a nuestra ruta aún atravesamos un bosque espeso de encinas, chaparras pero muy frondosas y llenas de líquenes por la oscuridad y la humedad que genera la espesura.

De nuevo en el Monte de las Animas, no se nos escapa el detalle de la guarrería humana Rosi propone bajar por un lado diferente al que hemos subido y según vamos descendiendo por aquí, si abrimos mucho los brazos podemos dar un gran achuchón a nuestra querida ciudad.
Una buena ruta debe acabar con una cerveza fresca y un rato de descanso y si además ésto lo hacemos junto a los Arcos de S. Juan de Duero y bajo el Monte de la Ánimas.
¿Qué más se puede pedir?
¿Quizá recordar un fragmento de la leyenda Becqueriana?

 “Desde entonces dicen que cuando llega la noche de difuntos se oye doblar sola la campana de la capilla, y que las ánimas de los muertos, envueltas en sus jirones de sus sudarios corren como en una cacería fantástica por entre la breñas y los zarzales. Los ciervos braman espantados, y al otro día se han visto impresas en la nieve las huellas de los descarnados pies de los esqueletos. Por eso en Soria le llamamos  el Monte de las Ánimas…..”

Deseando compartir nuestra siguiente ruta, Soria paso a paso.


EMI

martes, 17 de octubre de 2017

CASTROVIEJO Y CUEVA SERENA


 

 

 

Todos los caminantes de Soria paso a paso sabemos que en nuestra provincia hay muchos rincones naturales asombrosos, unos mas conocidos que otros y hoy nos dirigimos a uno de estos sitios, un lugar con gran belleza y singularidad bien conocido por todos: Queremos caminar desde Duruelo de la Sierra hasta Castroviejo y Cueva Serena.

 Para ello nos dirigimos desde Soria  por la Nacional 234  dos coches con ocho senderistas a bordo  ( Luis, Angel, Julian y Agnelo en uno de los coches y en otro vamos las chicas, Ana BernaL, Gema, Julia y Emi). Al llegar a Abejar giramos a la derecha y tras pasar Molinos de Duero, Salduero y Covaleda llegamos a Duruelo de la Sierra que es un importante núcleo de la Comarca de los Pinares altos Sorianos y el último pueblo de nuestra provincia en su frontera con Burgos.

Estamos nuevamente  en plena Sierra de Urbión.

Al llegar al pueblo ya ha amanecido y nos recibe un gran Mayo incrustado en el suelo de una plaza, como símbolo de la zona, porque a mediados de Septiembre han sido las fiestas del Santo Cristo de las Maravillas o “Los Cristos” y al final del mes han sido las de San Miguel. Agnelo le calcula unos 28m.


A pesar de que es muy pronto el pueblo se ve animado; se barrunta un día para disfrutar, porque es sábado en medio de un puente festivo y el tiempo continúa soleado y seco.

Una vecina sale alarmada al umbral de su puerta al vernos y nos avisa de que no hay ni setas ni hongos en el monte.

Comenzamos a recorrer las calles del pueblo dónde vemos la típica casa piraniega de piedra, normalmente con dos pisos y desván y tejado a dos aguas y al subir por el camino del Duero, que ya está indicado en las calles, llegamos a la Iglesia de San Miguel Arcángel, que data del siglo XII y fue ampliada en el Siglo XVI
 

Rodeando a dicha Iglesia vemos tumbas/sarcófagos que pertenecen a una necrópolis medieval de los siglos  IX al XIII.

 Desde la parte alta del pueblo comenzamos a caminar por una carretera secundaria que poco a poco se va convirtiendo en camino, en esta zona se ve alguna casa alejada de la civilización y fincas de recreo bien cuidadas, algunas con animales como un precioso burrito. A nuestra derecha el sol va asomando tras la montaña.

El  camino se hace pista y la pista se hace arrastradero de madera  porque se llena de profundos socavones que parecen hechos por grandes ruedas de probables máquinas.

 Ya estamos sumergidos en un monte dónde el pino Albar es el rey indiscutible, altos, rectos y con gran cubicación; los robles mas bien parece que forman parte del sotobosque junto con secos helechos ,brezos y retamas.También se observan pinos negrales pero en menor cuantía.

Pronto las grandes rocas entran a formar parte del paisaje y topamos de frente con ellas cuando nos desviamos de nuestro camino para ver “La Chorla” que es una cascada situada justo debajo de Castroviejo. Con esta sequía  solo pudimos oír un hilito de agua que caía  por algún lado, pero nuestra imaginación ya echó a volar en este lugar y pudimos ver un rostro y una rana en las formas de las rocas.


De nuevo en el sendero seguimos ascendiendo pero ya con más fatiga, estas laderas de  las montañas de la Sierra de Urbión son muy empinadas, afortunadamente las raíces de los grandes pinos sobresalen en el camino y las podemos utilizar como escalones.

Todos nuestros corazones iban al unísono a 120 pulsaciones por minuto aproximadamente y teníamos que parar para  que se frenaran un poco.
 

Tras este costoso ascenso llegamos a la pista, charlamos con un amable ciclista Durolense que nos hizo una foto y  llegamos a Castroviejo.


Nos encontramos frente a una colección de rocas con extrañas y fantásticas formas creadas por el viento, el agua y la nieve, un laberíntico escenario de peñascos  y cavidades con pequeños pinos que nacen encima de ellas y que las coronan; a su vera fuente, mesas y asadores que nos indican que ha llegado la hora del almuerzo. Tomamos nuestros bocatas a la sombra de una de estas moles con buena conversación y con buen humor.

Desde el Mirador, pinares, praderas, pueblos como  Duruelo, Regumiel, Canicosa y Vilviestre del Pinar…. Contemplamos el recién nacido Valle del Duero.

Este paisaje rocoso infundió en alguno de nuestros caminantes un  irresistible deseo de trepar por los peñascos y la pancarta de Soria paso a paso  lució en el top de una gran roca. La escalada se remató con éxito afortunadamente.

A poca distancia de aquí llegamos a un impactante y mágico lugar que es “Cueva Serena”: Una cascada que cae sobre la boca de una cueva y sobre cuya agua los rayos de sol, que se cuelan entre los pinos, forman un arco iris. Creo que nos enamoramos de este lugar, de su tranquilidad de su frescura y de la serenidad que proporciona el oír caer el agua. Definitivamente el nombre de este precioso rincón es muy acertado y tuvimos suerte de encontrarlo con agua.
 

Estos dos lugares que hemos visitado hoy son también lugares de película(Leyenda de Fuego de Roberto Lázaro en el 2001)

Tras disfrutar un buen rato de este capricho de la naturaleza volvemos sobre nuestros pasos hasta el aparcamiento de Castroviejo y comenzamos el camino de vuelta por una pista forestal: Camino sencillo y agradable, la buena conversación  continúa  entre todos.

Restos de cortas y entresacas en las pendientes a ambos lados del camino. La mañana se ha tornado calurosa.

Al llegar a Duruelo de nuevo, pudimos ver algún aserradero  porque el pinar es la principal fuente de riqueza de esta zona y la explotación de los bosques se realiza de modo comunal y da pié a industrias relacionadas  como las cooperativas de fábricas de muebles.

Un gran graffiti nos anuncia que entramos de nuevo en el pueblo por la parte trasera de la iglesia dándonos cuenta que está emplazada sobre una gran roca.

En la plaza tomamos  el vermouth en la terraza de uno de sus bares (nos fuimos de otro en el la dueña fue desagradable, pero luego se disculpó) y aquí nos asaltaron unos paparazi que querían conseguir fotos del mas guapo y resultón de los paseantes.
 

Finalizada nuestra ruta, satisfechos todos de lo que hemos visto y sentido y tras reír un buen rato, volvemos a nuestra querida ciudad.

 

Soria 14 octubre  2017

EMI