jueves, 16 de noviembre de 2017

VINUESA - LA MUEDRA

El sábado 11 de noviembre de 2017 vamos llegando al Lago Ángel, Ana, Gema, Feli, Julia, Alberto, Almudena, Pilar, Reme, Miguel y Ana María.
 Ya se hizo una ruta circular similar, pero esta tiene algo muy especial y que pocas veces se podrá repetir, la grave sequía que padece la provincia ha dejado al descubierto zonas que en condiciones normales quedan ocultas por las aguas del Embalse de la Cuerda del Pozo o de La Muedra.
 Nuestra ruta parte de Vinuesa y, ya a su salida, bajo el largo y alto puente sobre el que cruzamos, encontramos el más antiguo e importante, en cuanto a valor histórico, de los hitos de los que está jalonado nuestro itinerario.
 Debido a la sequía las aguas se han retirado y dejan ver una extensa y desolada explanada, rota solo por cuadriculas de piedras pertenecientes a antiguas delimitaciones de terrenos y, a un lado, los estrechos meandros de un joven Duero que pasa bajo la bóveda de uno de los siete arcos de un antiguo puente de origen romano que solo en ocasiones deja ver parte de su arquería y completamente muy pocas.
Es el momento de admirar y fotografiar esta construcción romana que ha resistido el paso de los siglos y el peso de las aguas del pantano, pero el puente ya está muy deteriorado, no en vano se encuentra en la Lista Roja de Patrimonio y desde hace años se está luchando por lograr su traslado y restauración y actualmente, viendo su lamentable estado, con más empeño.
Hay un enlace que recoge firmas para salvar el Puente Romano de Vinuesa.                        

Para conocer mejor su historia y algunos datos más, comenzaremos por decir que era conocido como el Puente de San Mateo y es propiedad de la Conferencia Hidrográfica del Duero; tiene una longitud de 87 metros, 3 de ancho  y una altura máxima es de 5,5m y podemos distinguir dos estilos arquitectónicos. Aunque  se construyó en el S. I d.C. posteriormente, en la Edad Media fue reconstruido y ampliado con arcos apuntados, de los que tiene tres y de medio punto, cuatro.  Forma parte de la arquitectura viaria de la calzada que unía Uxama con Visontium, la Cesaraugusta, y la Astúrica del siglo II d. de C. conservándose un miliario en Molinos de Duero.

Dejamos atrás Vinuesa y continuamos nuestro camino recorriendo una pista forestal con el pantano a la izquierda y sin tardar mucho nos desviamos hacia La Ferrería construida en 1849 y que fue conocida como La Numantina.
 Una ferrería era un taller que trabajaba el mineral de hierro, reduciéndolo a metal y se solía situar a las orillas de los ríos, cerca de los bosques y de los yacimientos de hierro.
 La transformación del mineral de hierro en metal de hierro se realizaba en un horno bajo en donde se iban alternando capas de mineral, material fundente y un combustible, normalmente carbón vegetal. Después se sacaba y mediante golpes se iba despojando de la escoria e integrando el hierro.

 Ya desde lejos vemos su arquería, paredes que han adquirido curiosas formas tras el derrumbe, sillares y piedras lejos del agua que normalmente las oculta. Hoy nos podemos acercar y pisar su tierra oscura. 
Exploramos los alrededores y encontramos un lugar donde se depositan numerosos pedazos de material de pátina verdosa con aristas irregulares y afiladas que será la escoria de la que se hablaba antes, en otro lugar se ven capas acumuladas de materia.
 Se echa en falta la vieja chimenea que emergía de las aguas, punto de referencia para conocer el nivel del pantano y el lugar que ocupaba la vieja ferrería, cuando las aguas la ocultaban. El 3 de abril de 2003 tras una crecida importante, fuertes vientos y años de desidia se derrumbó la alta chimenea de ladrillo que además era todo un símbolo.  

Continuamos ruta por la pista y entre pinos y robles de distintas especies, Quercus Pyrenaica y Quercus Quejigo, cuyas hojas de diferente tamaño y color es la diferencia más evidente, amarilla en otoño el primero, mientras que el segundo, conserva su color verde y es de menor tamaño.  
La Muedra, punto central de nuestra ruta está a solo a 5 Km. de la localidad visontina, así que tardamos poco en llegar.
Desde lejos divisamos el viejo olmo y la torre de la Parroquia de San Antonio Abad, se alzan solitarios y con el agua rozando su base, aunque en otras épocas de sequía han estado más alejados del agua, hoy también pueden ser contemplados en su totalidad, incluso es posible entrar en la torre que en los últimos 70 años ha sido más visitada por los peces que por los seres humanos.

Cuando el pantano está con niveles de agua aceptables las barcas navegan a la altura de los vanos vacíos y mudos del campanario, y justo debajo se dejan ver las huellas de un reloj que ya hace muchos años desapareció.

También recibe nuestra atención el olmo centenario, sigue en pie con su gran tronco seco y su memoria de siglos. Desde en 1639 fue parte de de la vida diaria del pueblo, disponiendo de un banco circular en torno a él, donde se reunían los vecinos.

Hay algunas fotos de los últimos años de La Muedra, en una de ellas podemos contemplar una estampa festiva, compuesta principalmente por niños, algunos en la escalinata de la iglesia y otros posan apoyados en la cruz del royo.

Un mundo que quedó anegado por el Embalse de la Cuerda del Pozo, también llamado de La Muedra en recuerdo del pueblo. La obra fue proyectada por Pedro Pérez de los Cobos y construida por las empresas Granero y Córdoba.

La Muedra era un lugar próspero que en el censo de 1842 tenía 51 hogares y 200 vecinos y en el censo de 1931 ya contaba con 341 habitantes y unos 90 hogares, aún no se había producido su desalojo, aunque estaba aprobado desde 1923, este tendría lugar el 30 septiembre de 1936, no sin antes presentar informes y suplicas para que no se realizase la obra.

Y llegó el día, no por esperado menos doloroso, en que los últimos 30 vecinos tuvieron que abandonar sus hogares y las tierras legadas por sus antepasados, muchos de ellos fueron a Vinuesa, otros a pueblos cercanos como Molinos de Duero, Salduero, El Royo, Abejar… Cuentan que los modraños solían decir  “Yo nací en la Muedra pero no tengo pueblo” y que el tiempo no curó su pena.

Con la guerra civil por medio, el pantano no se terminó de construir hasta 1941, inaugurándose el 9 de septiembre de ese año, fecha en que ya no hubo vuelta atrás y La Muedra quedó sumergida bajo las aguas del pantano.
Aún se adivina el trazado de sus calles y casas, y queda una gran cantidad de piedras, a veces superpuestas, otras amontonadas, pedazos de tejas  diseminados y, ya a cierta altura y distancia del agua, se conserva un ancho muro de grandes piedras superpuestas con un gran vano abierto, formando un corredor.

Caminamos un buen trecho y ya bastante lejos del pueblo encontramos el cementerio nuevo de La Muedra, frente a su entrada está el royo que había en la plaza y dentro, escasas sepulturas con desvencijadas verjas y un  mausoleo que modraños que vivían en Argentina donaron para este cementerio en 1931.

Caminamos aproximadamente 8 Km más hasta llegar a Molinos de Duero, a la entrada nos desviamos a la derecha y tomamos una senda que durante 4 Km. no dejará de depararnos sorpresas, una gran ladera de piedra en la que crecen pequeños pinos, un arroyo de aguas ferruginosas con su característico olor a huevos podridos, formaciones rocosas de formas fantásticas…

Es un camino arbolado y ameno, y  durante casi todo el recorrido podemos acompañar al Duero durante un breve trecho de su viaje recién iniciado. Ya cerca de Vinuesa, pasamos junto a la ermita de San Mateo, muy sencilla y con un intrigante cartel. “Esta ermita está casi siempre cerrada, solo los viajeros de corazón bueno encontrarán la llave que abre las puertas.” Ahí queda eso, para quien quiera buscar, nosotros regresamos al punto del que partimos.
 Una ruta que, entre charlas con los compañeros, hemos pasado, además de por la pista forestal, por robledales, pinares, bosques mixtos y praderas, el día ha salido soleado y con buena temperatura, hemos paseado por donde durante años solo los buzos y los peces podían acceder… No se puede pedir más.

 Tan solo queda recordar que por estos pueblos pasó Antonio Machado en 1910 en su viaje a Urbión, del que surgiría la leyenda de La Tierra de Alvargonzález  Después de cabalgar dos horas, llegamos a la Muedra, una aldea a medio camino entre Cidones y Vinuesa, y a pocos pasos cruzamos un puente de madera sobre el Duero.
-Por aquel sendero -me dijo el campesino, señalando a su diestra- se va a las tierras de Alvargonzález; campos malditos hoy; los mejores, antaño, de esta comarca.”
Ana María A.

lunes, 13 de noviembre de 2017

RIO VAL

Con amenaza de lluvia y tras abortar la ruta prevista para este fin de semana por el hayedo de las faldas del Moncayo en la frontera con Aragón, (ya que los usufructuarios de los derechos de caza habían previsto desarrollar su actividad en el mismo espacio y tiempo que pensábamos visitar el paraje), Ángel “nuevamente” indaga y descubre que nuestra salud puede correr un grave riesgo y por ello cambiando la ruta nos dirigimos a Agreda “Villa de las tres culturas” a visitar el barranco del Val.

            Tras pasar por el centro del pueblo nos dirigimos al barrio moro y junto al Palacio de los Castejones dejamos los vehículos e iniciamos la ruta, el valle que forma el rio Val que recoge las aguas que el Moncayo desde la zona de La Cueva que vierte parcialmente agua al Riotuerto en la cuenca del Duero y por este barranco al Ebro, recogiendo el agua del manantial de los ojillos, en la Dehesa de Agreda y  que luego junto al Queiles aportan gran caudal a las vegas que riegan las huertas de Aragón, de ahí el dicho popular “Moncayo ladrón, manas en Castilla y riegas en Aragón”.
La vega deja huertas con tierra muy fértil que junto a la orografía y temperatura produce hortaliza de alta calidad, destacando el “Cardo rojo de Agreda” que es de una variedad propia y cuyo cultivo sembrado en mayo y tapado con tierra en “Los Santos” hacen que para Navidad sea un producto de especial valor gastronómico, nos admira la cantidad de tierra con la que se cubre el cardo “Al menos metro y medio” lo que nos hace pensar el trabajo que esto lleva y nos admira que todavía este trabajo manual sigue realizándose en la zona. Los Agredeños dicen que su cardo puede comerse crudo, en ensalada rizándose especialmente. Otro producto de gran calidad en esta huerta es la patata que fríe muy bien.

Existe paseo a las huertas cuyos riegos y bancales son herencia de los asentamientos árabes en la villa indicada en la misma ruta que realizamos.

Iniciamos la ruta por la parte baja del barrio moro y pasando por parte de las citadas huertas, dejamos el arco califal a la izquierda y poco a poco dejamos la Villa y admiramos su fortificación natural, con su torreón en la muela del barrio moro, las rocas que soportan el edificio de la antigua Residencia de los Milagros y que sirvieron de fortificación natural en otra época, cerca de ella la Sinagoga Judía, y la gran cantidad de Iglesias que levantaron sus moradores siempre fieles a la corona de Castilla pero frontera y con los Reinos de Aragón y  Navarra, siendo además zona de paso necesario para pasar a la meseta, por lo que la Villa ha sido escenario de la firma de acuerdos y ha disfrutado de distintos fueros como premio a sus servicios.
Adentrándonos en el cañón, donde se pueden observar los pliegues de las distintas formaciones geológicas, con lastras  de pizarra empotradas en otras muy calizas fácilmente erosionables, zonas donde nos encontramos con piritas a la vista en el camino.
El paseo resulta agradable y avistamos diversa flora que Alberto nos explica, ayudándonos a comprender la naturaleza que nos rodea. 
También avistamos Buitres y grullas en caprichosas formaciones y su ruido característico. 
Así nos acercamos a la depuradora cuyo olor delata su actividad, podemos observar como el rio tras la aportación de las aguas residuales se encuentra muy muy sucia, gris, espumosa, olorosa, y aunque parece ser que en la prensa han informado de una avería en la depuradora, en otros medios se dice
que es pequeña para los municipios de Ólvega y Agreda y que las aportaciones de residuos industriales dificultan considerablemente el trabajo de las bacterias en su labor depuradora.
Seguimos por el camino que perfectamente indicado y acondicionado nos lleva por la ribera en parajes con unos chopos autóctonos que Alberto nos explica y distintas estampas formadas por la erosión de las calizas y las decantaciones de las riadas con parajes llenos de colorido y alfombras de hojas pardorojizas. Así llegamos a las cascadas y poza de las truchas, que esperamos hayan podido emigrar a otra parte del rio menos contaminada, ya que difícilmente puede existir vida acuática en este medio tan gris y oloroso.

Al llegar a la poza de las truchas y disfrutar del paisaje nos retiramos un poco para dar cuenta del almuerzo y que nos resulte menos desagradable, damos cuenta de nuestras frutas y otros alimentos más energéticos. Tras la tertulia correspondiente comenzamos la vuelta deshaciendo el camino sin que los impermeables hayan sido necesarios.

Al regresar al municipio nos dirigimos al arco califal con sesiones de fotos y tras ellas aparecen las nubes y el correspondiente chaparrón que nos pilla ya en los coches dirigiéndonos al hostal Doña Juana, donde tras el correspondiente refrigerio unos volvemos a casa y otros visitan el  convento de la Concepción que es un convento de clausura monástica de las Madres Concepcionistas situado en la villa, que ella misma convirtió en convento y donde se alberga el Museo Sor María Jesús de Ágreda.

José Antonio Martínez
Soria 4 de  Noviembre de 2017