lunes, 19 de diciembre de 2016

RUTA: PICO FRENTES-COLOCACION BELEN NAVIDEÑO


 


Ha sido el mejor broche de oro que podíamos poner a nuestro fin de la temporada senderista 2016. La subida al pico Frentes, para colocar un belén navideño en lo alto de su erguido cuello de impertérrito vigilante de nuestra ciudad, se vivió con especial interés y emoción. Y de ello dan fe dos hechos manifiestos. Por una parte, la nutrida asistencia  de componentes del grupo, con algunos invitados, superior a cualquiera de otros paseos sabáticos (si exceptuamos la visita a la selva de Irati), y, por otra, la cantidad de recursos, tantos lúdicos, como gastronómicos, para celebrar tan singular acontecimiento.

Era la primera vez que vivíamos esta experiencia que no por original (se viene haciendo en otros lugares de la provincia desde hace  años), restaba un ápice de pasión a nuestro quehacer senderista. La proximidad de  las inminentes fiestas navideñas, invitaba a unirnos a este rito de llevar hasta nuestras montañas el testimonio y reconocimiento de los valores y creencias emanados de un hecho lejano en el tiempo que venera la cristiandad en cualquier rincón del mundo.

Nuestro grupo sabe adaptarse no solo al terreno que pisa, sino al sentimiento colectivo de acontecimientos que forman parte de nuestra vida social, cultural, religiosa, etc. Y la Navidad es un tiempo especial para trasladar su simbolismo a esos parajes que pisamos y disfrutamos cada semana. En la lejanía de nuestra infancia y en el presente de nuestra vida adulta, el belén navideño expresa como ningún otro símbolo la emoción de unas fechas mágicas vividas al calor de un acontecimiento histórico que nos habla de paz, amor, concordia…Ese calor navideño, representado en las figuras de quien nace y le acompaña en un pobre y humilde establo, lo hemos querido elevar a las alturas de nuestro pico Frentes y dejar en la montaña por algún tiempo la representación de  un recuerdo secular que inspira una relación humana más cálida, generosa y solidaria.

A la hora programada, arranca la comitiva desde el lugar habitual de concentración para dirigirnos hasta el pueblo de Fuentetoba, origen de nuestra ruta. No enumero a  todos los participantes  para no hacer más extensa esta crónica. Sí, en cambio, cabe mencionar que fue necesario hacer uso de cuatro coches para trasladarnos hasta el lugar convenido: había que transportar a diecisiete andarines. La subida al pico Frentes es suave y el camino se hace “amable” para su recorrido. Nos flanquean a ambos lados de la ruta  bosques poco espesos de encinas y algunos  enebros que se mezclan con la anterior especie dominante de esta ladera. La mañana es plácida y el grupo camina estirado, formando una serpiente multicolor, aunque el azul uniforme que identifica al grupo predomina sobre el resto de la gama cromática, enriquecida con el atrezzo colorido, típicamente navideño, que algunas de nuestras chicas ( Reme, Chus…)  han repartido a la salida, como gorros estilo papá Noel, cuernos de alce, coletas colgantes sobre el gorro tipo “Pipi, calzas largas”, gafas de visión ampliada (?) y complementos variados de innegable simbolismo navideño. Otros portan en sus mochilas instrumentos de percusión (entiéndase pandereta) o de viento ( también llamado turuta), para su uso en lo alto de la montaña, cuando llegue el momento de  poner música a los villancicos.   


Sin mucho esfuerzo coronamos la loma del pico Frentes y nos dirigimos hacia el punto geodésico, como lugar de referencia de hallarnos en la máxima altitud de este emblemático morro de piedra. Muy cerca de allí, a escasos 20 metros, encontramos una encina, que nos parece el rincón idóneo para asentar nuestro belén a los pies de su base, orientado hacia el sur, con la mirada hacia Soria y protegido de los vientos del Norte que podrían hacerlo más frágil durante su efímera presencia en este lugar. Con curiosidad y sorpresa observamos que alguien se ha anticipado a nuestros gustos y preferencias, y al lado del sitio elegido hay otro belén de diminutas y originales figuras (como pequeñas gallinas), que le dan un toque simpático y entrañable.


Con las piedras del terreno, simulamos una cueva donde colocar el portal, el niño recién nacido, la virgen, san José, la vaca, la mula, y los tres Reyes Magos. Ya tenemos el belén instalado y ahora toca rendirle homenaje con villancicos y degustación de nuestros presentes gastronómicos (a los cuales aludía Elisabel en una original letra de su cosecha). La parte musical (interpretación de villancicos variados por la coral “Soria, paso a paso”) estuvo refrendada por la música de viento que salía de la turuta de Angel y la percusión de las panderetas de Pilar y de este cronista. El resultado musical se puede comprobar en el audiovisual preparado por Angel. O sea, no es para presentarlo a un casting de OT. En cambio, el momento gastronómico resultó mucho más ameno, gratificante y solidario. Ya expresé en un breve mensaje de whatsapp el deber grupal de reconocimiento de gratitud a las chicas que departieron sus productos de forma generosa entre todos nosotros, así como a los chicos que ofrecieron, sin ánimo de rivalizar con las féminas, el mismo trato solidario de sus viandas y bebidas navideñas al resto de los allí presentes. Pero hubo dos notas relevantes, que ponen de manifiesto ese talante solidario, presente en nuestro grupo,  al que me he referido al hablar del espíritu de la Navidad:
por un lado, el gesto sencillo, pero entrañable, de celebrar con dos velitas sobre la ya esperada tortilla (a falta de tarta) el reciente cumpleaños de quien provee de este tradicional recurso campero. Mi agradecimiento por este gesto. Y la otra anécdota tiene como protagonista a un ausente de la excursión que nos ocupa. Nuestro amigo y compañero Julián, no pudo asistir al evento. Poderosas razones familiares le impidieron acompañarnos. Pero en su ánimo estaba  sorprendernos con su presencia virtual en lo alto del pico.  Dos días antes hizo la misma ruta que nosotros y dejó oculta en una bolsa de plástico una botella de champán bajo una encina, muy cerca de donde estuvimos celebrando nuestra particular fiesta, para que tuviéramos la oportunidad de brindar por su ausencia-presencia. Este cronista avistó la citada bolsa de plástico, pero ningún signo exterior hacía pensar que contenía una botella de champan. Al contrario, pensó que algún desaprensivo había dejado bajo la encina los desperdicios de una jornada campera y no le atribuyó otro contenido. Cuando finalizamos el recorrido y nos encontrábamos en la cantina de Fuentetoba, tomando el refrigerio propio del final de una caminata, recibimos un mensaje de Julián, preguntándonos si habíamos descorchado la botella de champan que había depositado bajo la encina. Sentimos ganas de “despellejarlo” por la tardía comunicación de sus buenos deseos…. Pero nos quedamos con su intención, que revela la calidad humana de nuestro compañero aunque, en este caso, nos hubiera gustado   disfrutar realmente de su sincera generosidad.

Y tras el merecido refresco post-jornada en Fuentetoba y las fotos de rigor para el recuerdo, emprendemos el viaje de regreso a Soria, con el gusto y satisfacción compartidos por la celebración de unas nuevas Navidades en un punto de altura de nuestra geografía y de nuestras aspiraciones.   

Soria, 17 de diciembre de 2016

                                                                 Agnelo Yubero 

                

domingo, 11 de diciembre de 2016

SORIA - LOS RÁBANOS

10 DE DICIEMBRE DE 2016
El grupo Soria Paso a Paso puede presumir de puntualidad en sus citas semanales, hoy no ha sido una excepción, eran las 9,00 horas y en cuestión de minutos, allí estábamos todos los convocados al evento, en el aparcamiento de la depuradora… Todos no, Javier se ha quedado en casa, seguro que otros menesteres han ocupado su tiempo esta mañana. Enfundados en ropa de abrigo, rodeados de niebla y a -3 grados Julián ha pasado lista…Maribel, Gema, Reme, Ana de la Hoz, Enedina, Feli, Cándido, José Antonio y la que suscribe, Chus V., Chus y sus invitadas: Concha y Mercedes, Alicia, invitada de Julián y el siempre elegante y premiado «Zar».

Una mirada de soslayo al reloj cuando empezamos nuestra ruta dice que son las 9,05 horas. En dirección contraria a la ciudad iniciamos camino a los Rábanos, los que desconocíamos esta ruta no sabíamos lo que nos esperaba…impresionante paisaje de principio a fin.

Después de un tramo con comentarios que evocaban la Santander-Mediterráneo nuestros pasos iniciaban un camino serpenteante, de apenas 50 cm de anchura que justo permitían apoyar los bastones y siempre, a la izquierda, la imagen de un río, primero el Golmayo y, cuando este se agota, sin previo aviso y por sorpresa…, el Duero, moviéndose en zigzag, encajonado en un cañón con paredes de vértigo. Maribel que conoce la ruta nos habla de sus cambios de color con la luz del sol, sin duda uno de los paisajes más impresionantes que el Duero nos puede regalar… ¡tenemos que hacer este recorrido en barca!...




La nota animada la dan los buitres, apostados en lo alto del cortado, quietos y expectantes del paisaje helado… y tal vez de nosotros. ¿Alguien recuerda los pingüinos de la Expo de Zaragoza?...igualicos.


Ah! Se me olvidaba hablar del embarcadero, ¿alguien quiere darse un chapuzón?.. Y de la yesería encontrada en el camino.
Ya vemos el mirador, lugar de descanso y refrigerio, con café, gentileza de Chus, mantecados ofrecidos por Julián y chocolate con frutos secos repartido por Enedina. Agnelo, has estado en nuestro recuerdo y  conversación…bueno sinceramente, tu tortilla!


Queda poco para llegar al final, el río se ensancha y aparece el pantano y … Los Rábanos, con sus cardos típicos de la Navidad… Las 13,15…cuatro horas de encanto que podréis disfrutar en las fotos de la ruta, colgadas por nuestros reporteros y reporteras que saben captar en imágenes, sensaciones difíciles de explicar.
 Y qué mejor final para tanta emoción que terminar en el bar del pueblo compartiendo un torrezno y una bebida…aunque la mayoría, guiados por Julián, continúan paso a paso camino Soria.
Elisabel Crespo Martínez



domingo, 4 de diciembre de 2016

Espeja de San Marcelino-Orillares-Cañón del rio Pilde

El sábado 3 de Diciembre ha amanecido con una densa niebla sobre la ciudad. Buen augurio de que nos espera una mañana de cielo azul, a medida que el sol vaya fundiendo en claridad la húmeda bruma que ahora le impide brillar en lo alto. Así lo afrontamos y con la puntualidad de que hacemos gala en cada salida, iniciamos el viaje hasta Espeja de San Marcelino quince entusiastas componentes del grupo: Angel, Julián, Julia, Maribel, Feli, Alicia, Chus, Asun, Enedina, su marido Javier, Gema, Cándido (amigo de Gema), Emi, Ana de la Hoz y quien esto escribe. Hacemos el viaje en los coches de Enedina, Emi y Alicia.
El paso por localidades como Navaleno y San Leonardo nos hace recordar y comentar en el coche que viajo, y que comparto con Alicia (nuestra conductora), Julián, Gema y Maribel, alguna noticia que ha estado de actualidad últimamente, como la reciente concesión de una estrella Michelin al restaurante “La lobita” o el progresivo y esperanzador reflotamiento de la empresa “Puertas Norma”. Y así, en animada tertulia, tras dejar atrás poblaciones como Santa María de la Hoyas, Muñecas, Orillares, nos plantamos en Espeja de San Marcelino, punto de partida de nuestra ruta sabatina.
La temperatura es de -1 grado. Hay que enfundarse guantes y gorro para combatir los rigores del tiempo. Pero a medida que avanzamos, el sol va abriéndose en el horizonte y reconfortando nuestra temperatura corporal. El camino inicial es una amplia pista forestal, que enseguida dejamos atrás, para pasar a la carretera de asfalto que une las localidades de esta parte suroccidental de la provincia con otras de Burgos, aunque es un tramo corto y enseguida nos adentramos por una nueva pista forestal, en dirección a Guijosa.
El paisaje que se nos ofrece a la vista es sorprendente por su variedad y colorido: la vertiente más oriental, una extensa llanura con alguna suave ondulación del terreno, está dedicada al cultivo del cereal que, aún cuando estamos todavía en otoño, algunas parcelas despuntan ya un verde casi primaveral de las siembras más tempranas. Estos cultivos

se alternan con otras parcelas de barbecho o rastrojo. La parte occidental está ocupada por una masa forestal de pinos, principalmente de la variedad pino negral, como una prolongación de los pinares que descienden de la vertiente norte de nuestra provincia y se extienden hacia el sur y la provincia de Burgos. 


Bordeamos el pueblo de Guijosa y nos acercamos hasta las ruinas de lo que fue el Convento de los Jerónimos (¡no solamente en Madrid tienen otro dedicado al mismo santo!). El citado convento tuvo su época de esplendor en el siglo XV, con la ocupación de monjes que se dedicaban, entre otras tareas, al cultivo de las tierras que le rodeaban y constituían la riqueza principal de esta propiedad de la Iglesia. En el siglo XIX y con la desamortización de Mendizábal de los bienes de la Iglesia el convento perdió sus privilegios y fue abandonado por los monjes que allí vivían. Y ya en el siglo XX, en 1939, finalizada la Guerra Civil, los habitantes del pueblo acabaron por demolerlo para impedir el retorno de los antiguos moradores y reclamar las tierras como propiedad de sus vecinos. Hoy día solo queda en pie el hastial de la pared del campanario, algún pequeño muro circundante y poco más, salvo que alguien ha querido conservar la memoria colectiva este vestigio histórico y han instalado en las inmediaciones dos cómodas mesas de cemento, con sus correspondiente asientos del mismo material, para hacer más agradable la permanencia de los visitantes que por allí se acercan. Y sin pensarlo dos veces, en este recoleto paraje con resonancias históricas de otra época, a la sombra de los pocos enebros que por allí se alzan, nos acomodamos para hacer el almuerzo de rigor y la necesaria reposición de fuerzas. El sol es ya nuestro aliado, así que la obligada parada transcurre con total placidez, tanto por la temperatura, como por la variedad de viandas dispuestas sobre la mesa.


Tras la degustación y disfrute compartido de nuestros pertrechos gastronómicos ( no ha faltado la tortilla, embutidos variados, frutos secos, la bota de vino, un café caliente…), el sherpa advierte que nos quedan cinco minutos para reiniciar la marcha. Disciplinados como somos, no concedemos a nuestra natural tendencia a la “cortesía impuntual” ni un minuto y, recogidas las mochilas y los desperdicios del tente en pie, enfilamos hacia el cañón del río Pilde, aunque mejor sería decir del arroyo Pilde, si bien en este caso el volumen de la corriente de agua es inversamente proporcional a la belleza que presenta por lo que luego descubriremos.


Avanzamos por otra cómoda pista forestal hacia nuestro objetivo y apenas un kilómetro más adelante nos encontramos frente al cañón citado. El arranque por el mismo es el típico paso angosto de todo desfiladero, como consecuencia del repliegue hacia dentro de las moles rocosas que emergen en este hábitat. Pero unos metros más adelante, nos damos de bruces con una estampa de singular belleza: sobre la base de las rocas que forman el desfiladero se han originado unas oquedades, que dan lugar a la formación de cuevas y caprichosas galerías en la piedra, comunicadas entre sí y proyectadas hacia el exterior, cual si hubieran sido perfiladas por un caprichoso diseñador de la naturaleza. Al pie de las rocas, el río (riachuelo) Pilde forma algunos pequeños estancamientos de agua, de un color verde esmeralda, que completan la belleza especial del entorno. El tramo es corto, pero sin duda compensa la visita a este lugar por su indudable valor paisajístico. No podía faltar la presencia de buitres y otras rapaces, como fieles guardianes de estos parajes, que constituyen su hábitat privilegiado. Las cámaras fotográficas no cesan en su trabajo y cada cual se lleva impresas las imágenes de este desconocido rincón de la geografía soriana, que ratifica en la impresión de que nuestra provincia esconde recónditos espacios de culto a la madre naturaleza.


Con el buen gusto de boca que nos ha dejado este enclave natural, enfilamos hacia la localidad de Orillares. Al acercarnos al pueblo, observamos una pequeña concentración de vecinos sobre lo que parece una mesa de escasa altura. No tardamos mucho en conocer el motivo de la animada confluencia de lugareños: acaban de sacrificar un cerdo y celebran el rito de la matanza, a la manera tradicional de nuestra tierra. El marrano todavía yace sobre la mesa del sacrificio, abierto en canal, y esperando su traslado al lugar del oreo de sus carnes, mientras las mujeres, en un local próximo al lugar del patíbulo, se afanan en preparar las morcillas y otras tareas anexas a la continuidad del buen aprovechamiento del sacrificado gorrino. Nos reciben con exquisita hospitalidad y nos invitan a degustar los productos típicos con que se obsequian a los participantes en la matanza: pastas, rosquillas caseras, moscatel, etc.

Aceptamos su cortesía y probamos las delicias de su cocina. Tras agradecer su gesto, emprendemos la marcha en dirección a Espeja de San Marcelino, pero antes nos quedan por visitar un par de emblemáticos paisajes de esta tierra.


Bordeando el pueblo, nos acercamos a conocer la “Vía ferrata” próxima al municipio (apenas 500 m. del núcleo poblacional). Una vía ferrata es un itinerario, tanto vertical como horizontal, equipado con diverso material como clavos, grapas, presas, pasamanos, puentes colgantes, etc. y un elemento de seguridad que es un cable de acero fijado sobre la pared de rocas de difícil acceso (normalmente, desfiladeros de paredes verticales de distinta altura), que se puede completar con otros cables volantes, en forma de tirolinas, para facilitar el desplazamiento. Al cable de acero se fijan los mosquetones de seguridad, que unen el arnés del deportista con esta vía de hierro ( de ahí el nombre “vía ferrata”), además de otros elementos de protección, como casco, guantes, disipador de energía, distintas cuerdas o cordines de amarre, etc. Hay que señalar que esta vía ferrata es la única que hay en Soria y la primera que se ha completado en Castilla y León. Hay otra en la provincia de León, sobre el cauce del rio Cares, cerca de la población de Posada de Valdeon. En España existen numerosas vías ferratas distribuidas por las distintas Comunidades Autónomas, algunas de las cuales datan de finales del siglo XIX , como las ya famosas clavijas de Cotatuero, en el parque de Ordesa. 

La de Espeja, recorre longitudinalmente las paredes del desfiladero de La Torca. Cuando llegamos, tuvimos la suerte de ver en acción a cinco jóvenes que iniciaban la ruta por esta vía de hierro, colocada a 2-3 metros sobre el suelo para salvar el cauce del río que circula por el fondo del barranco (aunque no siempre lleva agua). La actividad, como puede suponerse, requiere un mínimo de destreza en el manejo de los elementos de seguridad, resistencia física, habilidad para desplazarse y algo de pericia para mantener el equilibrio.

Volvemos sobre nuestros pasos y accedemos directamente al pueblo con la intención de contemplar la pasarela colocada en la parte más elevada del desfiladero. Este estratégico pasadizo colgante, a escasos 5 minutos del núcleo poblacional, es un puente de hierro, completado con un arco del mismo material por encima del tendido horizontal, que une los extremos más elevados del citado barranco. Situados en lo más alto de esta pequeña montaña rocosa, tenemos una perspectiva en picado sobre el fondo que constituye el cauce del río visitado anteriormente y desde el cual podemos ver a los esforzados barranquistas, que continúan con su intento de atravesar las paredes de este tajo espectacular. 

Les animamos a continuar su ruta y a finalizarla sin incidencias. Nuevamente sesión de fotos ininterrumpidas para conservar el recuerdo visual de nuestro paso por otro lugar con encanto.

Cambiamos la rutina y en lugar de finalizar nuestro recorrido con el ya tradicional refrigerio en la cafetería “El Lago”, lo hacemos en el Centro Social y Cultural de Espeja, mientras comentamos y mostramos cada uno las fotos que hemos tomado de los lugares que nos han sorprendido por su particular belleza.

Ha sido un descubrimiento más, pero todavía nos quedan tantos espacios por conocer, como entusiasmo por explorarlos.

Soria, 3 de diciembre de 2016
  
                                                                                Agnelo Yubero


lunes, 28 de noviembre de 2016

Fuentes de Valonsadero


Nueva ruta y nuevos conocimientos ( para algunos, descubrimientos) de nuestro entorno más próximo. En esta ocasión ha sido un recorrido  por el entrañable y emblemático monte de Valonsadero, para conocer las fuentes diseminadas a lo largo y ancho de este lugar, aspecto poco conocido ( no obstante la campaña divulgativa  llevada a cabo por el Ayuntamiento el año pasado) desde el punto de visto paisajístico. Y no es que esas fuentes tengan una gran utilidad por la calidad de sus aguas ( ninguna de ellas es potable), pero el señalamiento y acondicionamiento de las mismas, de cuidada elaboración y diseño, les confiere un atractivo añadido al paisaje agreste de este Espacio Natural de Esparcimiento.  Hay que decir que no es la primera vez que el grupo hace un recorrido por estos lugares, ya que en los anales de nuestro Blog consta una crónica firmada por Carlos, en Septiembre de 2015, por los mismos pagos, si bien con un trayecto más corto y menos participantes. 

Estas fuentes han tenido un uso eminentemente ganadero, como abrevadero para las reses que “habitan”  el monte, por lo que su riqueza material está justificada como sustento necesario para la crianza del ganado vacuno que pasta por estas tierras. El volumen de agua que pueden presentar es irregular y depende de la estación del año o la pluviosidad del momento.  

Y llegado el día, once voluntariosos miembros del grupo iniciamos la ruta: Julián, Gema, Reme, Alicia, Pilar, Maribel ( y su perra, Tula), Asun, Chus, Alberto, Emi y este cronista. En este caso, el adjetivo “voluntarioso” tiene más sentido, si cabe, que en otras ocasiones, porque la climatología no era la más propicia para una caminata de 18,5 Km. que completamos a lo largo de nuestro recorrido: una lluvia pertinaz y continua amenazaba con hacernos desistir de nuestro propósito. Fue Julián, el veterano del grupo y  sherpa oficial en esta ocasión para guiarnos por Valonsadero, quien disipó nuestras dudas y venció nuestros temores: “esto no es lluvia”, sentenció, solo son unas gotas de nada. ¡Vámonos!”. Y como del sabio el consejo, nadie osó contradecirle y sumisos a su autoridad, nos pusimos en camino, no voy a decir que cantando bajo la lluvia, pero sí con un innegable espíritu de optimismo y voluntarismo por aclimatarnos a nuevas condiciones de actividad senderista. 


El punto de partida en este caso fue el entorno del Colegio Público “Fuente del Rey”, desde donde nos dirigimos por el carril bici que discurre paralelo a la carretera de Logroño hacia el barrio de Las Casas, para desde aquí adentrarnos por el pinar de robles y encinas que nos acercaría a las proximidades del Duero y, aguas arriba, llegar hasta el refugio de la “Junta los Ríos”. 

La comitiva no podía ser más variopinta y colorida: impermeables y ponchos de plástico en tonos azules, rojos, amarillos, naranjas…daban un toque de vistosidad natural a nuestros pertrechos para protegernos de la lluvia, que hacían del grupo un conjunto colorista y animado, tanto en la estética exterior, como en los  comentarios sobre nuestros “remedios” empleados para que el agua solo fuera una anécdota. 

Al llegar a Las Casas, Julián y yo, que nos habíamos adelantado ligeramente al grupo, observamos que el resto no nos seguía. Volvimos sobre nuestros pasos y comprobamos que estaban visitando el nuevo domicilio de Maribel, que se ha mudado recientemente a este barrio y quiso mostrarnos su casa.  

Iniciada la marcha, y situados ya en el pinar que nos adentra en Valonsadero, elegimos la senda que discurre paralelamente al curso del Duero, utilizada por los avezados ciclistas  de mountain bike, donde pudimos observar, una vez más,  la belleza cromática que ofrece el otoño en sus árboles, sus arbustos, el colorido cambiante de las hojas caídas o de las  permanecen en las ramas, la frondosidad perenne del arbolado que puebla este monte y el fluir sereno del río, testigo imperecedero de esta geografía boscosa y recreativa.  Y llegados al refugio de  la Junta los Ríos, apenas hora y media después de la salida,  parada obligatoria para reponer fuerzas, aunque todavía estaban bien conservadas, pero no íbamos a encontrar otro lugar a lo largo del recorrido que nos protegiera de la lluvia, que no cesó en ningún momento. Intercambio de viandas, tragos de la bota y, cómo no, la degustación colectiva de la insustituible y esperada tortilla de patatas campera. No faltó tampoco el café (gentileza de Chus), aunque faltara a la ruta el proveedor habitual de este elemento “calefactor”, el boss Guerrero, que se halla por tierras valencianas, ocupado en achicar el agua de la tromba marina que se ha desatado por esa zona.   

Y ya puestos en ruta, no tardamos mucho en llegar hasta la primera de las fuentes visitadas, La Fuente del Oro, cuyo nombre se deba, seguramente, a la calidad de sus aguas. Es una oquedad de 70 cm, aproximadamente, cavada sobre una piedra, cuyo interior se ha vaciado para recoger el agua emanada, que se completa con un pequeño rebosadero para dar cauce al excedente del manantial. Esta, como el resto de las fuentes, están señaladas por una cerca o vallado de troncos de madera, que sirve también para protegerlas del paso del ganado que pace por allí ( y yo diría  que algunas de estas entradas  dificultan, también, el paso a aquellas personas, cuya redondez abdominal rebase los cánones estandarizados  sobre constitución física).    

Siguiendo nuestro camino, y tras una senda embarrada y a veces resbaladiza por el trazado del suelo, nos encontramos con la Fuente del Canto, junto al puente del mismo nombre. Es un pequeño pozo de sección cuadrada de 1 metro, aproximadamente, por cada  lado, construido con piedras de sillería perfectamente conservadas, tras su rescate desde una profundidad más oculta.  

Continuamos la senda que nos conduce hasta la Fuente la Zorra. Desconozco a qué se debe su curioso nombre, pero no es difícil imaginar que la presencia de este carnívoro por la zona haya dado lugar a
homenajear a dicho cánido montisco, dedicándole una de  las fuentes. Se sitúa cerca del pequeño puente sobre el río Pedrajas, el que hay entre el Puente del Canto y la Casa del Guarda. De reciente construcción, consta de una pileta de piedra, sobre la que vierte el agua ferrosa  canalizada por el caño  que da salida a la misma y de aquí a otro rebosadero que la conduce a un sumidero para su curso subterráneo. Se completa con una piedra fijada en la parte frontal de la misma, con un perfecto esculpido del animal que le da el nombre. Desde esta fuente podemos divisar en dirección este la silueta de la Casa de la Ciudad. 




Retomamos el camino y la siguiente en nuestra ruta es la Fuente de La Gallina. Es la única de las fuentes visitadas donde el agua no emana del suelo, sino que escurre literalmente por la roca que la circunda para depositarla en una pequeña poza labrada en la misma piedra. Lleva también el nombre de Cueva, por cuanto la forma de la roca conforma una pequeña cueva natural sobre el lugar. En las proximidades de esta fuente, nos encontramos con un original y llamativo roble, cuyas raíces no han crecido en sentido vertical, buscando la profundidad del suelo, sino en sentido horizontal, protegidas o, más bien, encapsuladas entre dos láminas de la roca sobre la que se asienta, que las protegen y las obligan a estirarse horizontalmente desde el origen del troco que las une. 



Y finalmente, ya en las inmediaciones de la fábrica Tableros Losan, encontramos la Fuente del Cubillo. Es de construcción más reciente, ya que ha sido sustituida por una antigua arqueta de hormigón que servía de abrevadero para el ganado que por ahí pastaba. El exterior es una losa cuadrada e interiormente forma un vaciado cilíndrico donde se recoge el agua que fluye hacia el exterior por un sobradero hasta una pileta metálica. Se adorna también con otra piedra colocada lateralmente sobre la base cuadrada, donde se han esculpido motivos vegetales en forma de hojas de rebollo y bellotas. 


Sigue lloviendo finamente. Se acaba el recorrido y emprendemos el camino menos recreativo y más ruidoso que es el carril lateral de la carretera N 234, para dirigirnos hacia nuestro punto de llegada, que en este caso sí es nuestro punto habitual de regreso: la cafetería El Lago. Hemos dejado atrás las cinco fuentes que entraban en nuestro programa deportivo de hoy. Ya sentados, ante una cerveza o el deseado vino que da vigor y calor al organismo, comentamos las anécdotas del día  y exteriorizamos nuestra satisfacción por haber realizado una salida en  condiciones climáticas poco habituales, pero que forman parte también del manual y decálogo del buen senderista. Algún poncho protector ha quedado en el paragüero del bar, sin posibilidad de uso posterior. Ha cumplido su misión y ha sufrido los rigores de las ramas y la vegetación del campo. No ha resistido más envites.    

Soria, 26 de noviembre de 2016



Agnelo Yubero
 








 


   

    

  

       

domingo, 20 de noviembre de 2016

Acebal de Garagüeta


Después de un par de fines de semana de no caminar por nuestra provincia, uno porque las inclemencias del tiempo nos lo impidieron, y el anterior porque  nos vestimos de largo, y dimos el salto allende de nuestra provincia, con la visita a  Selva de Irati, allá en la Comunidad Autónoma de Navarra, así que para esta semana teníamos preparada la marcha por el Acebal de Garagüeta, esperábamos tener más suerte que el año anterior ya que no fue muy propicio para que brotaran esas bolitas rojas propias de este árbol, así que con las ganas que caracterizan a este grupo hacía allá nos encaminamos.

El lugar de salida el acostumbrado, eran las 8,30 de la mañana y la helada de la noche estaba presente en esos vehículos que duermen en la posada de la estrella, con buena capa de hielo y frío, que con el caminar se fue disipando quedando una mañana limpia y clara, vamos que lo que nos faltó hace quince días se nos ha compensado hoy con creces.

Éramos dieciséis caminantes, repartidos en cuatro vehículos, Gema, Feli, Julia, Miguel (hijo de Julia), Ana de la Hoz, Reme, con su hija María y Andrés, Emi, Enedina, Amancia, Esther y Piedad, (amigas de Enedina) Alberto, Julián y Ángel, que a falta de Agnelo me toca hacer de cronista, claro que el camino de la pluma en este caso resulta más llevadero,  por la información facilitada por el cronista oficial del grupo.

Comienza nuestro recorrido en Torrearévalo, allí dejamos nuestras monturas aparcadas y con paso firme y decidido nos ponemos a recorrer los 3 kms., aproximadamente que hay hasta la entrada del acebal, la alegría se refleja en cada uno de nosotros al divisar el acebal, los árboles están repletos de las bolitas rojas, dando un colorido vistoso al entorno, y muy agradable al visitante, que al fin y al cabo es lo que ha venido a buscar a este lugar.

- El acebal  de Garagüeta es el mayor bosque de acebos de la península ibérica y Europa meridional, situado al N.de la provincia de Soria, en pleno sistema Ibérico del Norte, entre los puertos de Piqueras y Oncala.

 


El acebal por su valor ganadero, se lo disputaron los pueblos de la zona, perteneciendo actualmente a Arévalo de la Sierra y conociéndose como “Acebal de Garagüeta”. Éste es su verdadero y evocador nombre, y si perdura el de “Gallinero” es porque también se puede acceder por abajo desde este pueblo.

Es una formación boscosa, extremadamente umbría, caracterizada por un dominio casi absoluto del acebo y una acusada pobreza florística motivada por la escasez de luz bajo sus copas y los efectos del pastoreo. Tiene una extensión de 406 hectáreas de bosque, de las que 180 son de masa pura continua de bosque. Pertenece a los términos municipales de Arévalo de la Sierra y Torrearévalo.

ORIGEN: Su origen, de la época jurásica donde se asienta el bosque, hay que buscarlo, por un lado, en la degradación de los bosques de roble y haya, por llegar estos al límite de humedad para su crecimiento; por otra parte, al régimen de pastoreo, más o menos intensivo, que favorece la expansión de especies espinosas como el acebo  y dificulta el restablecimiento de otras especies arbóreas. Y por último, a la excesiva sombra generada por este arbusto, como se ha señalado, que impide el crecimiento de otras plantas a su alrededor

FLORA. El otoño surge salpicado de colores rojos, ocres, amarillos y naranjas entre el verde brillante del acebo (illex aquifolium), que delatan la presencia de otras especies arbóreas y arbustos, entre los que destacan los saucos, arces campestres, mostajos, maguillos, majuelos, aligustres, endrinos o rosales y enredaderas, como madreselvas y hiedras.

FAUNA: El acebal constituye un excelente refugio, tanto en verano como en invierno, para la diversidad faunística que acoge. Entre los anfibios, hay diferentes tipos de sapos, rana común, ranita de San Antonio y el tritón jaspeado. De los reptiles destacan los lagartos ocelado y verde, diferentes tipos de lagartijas y culebras. Entre los mamíferos podemos encontrar zorros, ciervos, corzos, jabalíes, conejos, liebres, musarañas, ratón de campo, erizos, tejones....Las aves son la mayor riqueza faunística de Garagúeta: allí encontramos
en los pastizales, perdiz pardilla, alondra común y en las zonas de matorral y arbolado se esconden el cárabo, pico gordo, perdiz roja, mirlo, paloma torcaz y zorzal. Y entre las rapaces, es frecuente la presencia del buitre leonado.

PAISAJE. Resulta un espectáculo natural un paseo bajo los acebos     (sestil), ya que entre las masas densas que constituyen estos reverdecidos arbustos, se abren sendas que dan paso a auténticas cuevas naturales, como bosques subterráneos encantados, donde se refugian animales domésticos y salvajes.

También forman parte de este paisaje los chancales, auténticos e impresionantes ríos de piedras areniscas de origen glacial.

En mitad del recorrido por el acebal nos encontramos con un grupo de personas, comienza la época de poda nos comentan, de hecho han empezado esta misma mañana, y nos obsequian con unas ramitas de acebo a los componentes del grupo.

Por el sendero nos encontramos con sus fuentes (a veces con abrevadero). Hacemos un alto para visitar y guardar en nuestras retinas y máquinas fotográficas, el chozo del pastor que se encuentra en una pradera por debajo del camino. Es circular, con cúpula de piedras encajadas, y recubierta por fuera con tierra en la que crece hierba. Rústico, sencillo, ¡emocionante! Ejemplo de algo hecho con técnica y amor. Arte y Naturaleza en el acebal.

El acebal tiene varias figuras de protección.  Es Reserva Natural, (Ley 11/2008 de 9 de diciembre), LIC, (Lugar de Interés Comunitario) y ZEPA (Zona Especial de Protección de Aves). Sería retórico insistir en sus valores paisajísticos, faunísticos y medioambientales, que están a simple vista, y se pueden consultar en libros o en la red.

Aunque este respeto es a medias, ya que hasta en su Cresta superior norte pusieron molinos de viento (autorizados por esos mismos que lo anterior catalogaron)

Cada vez hay más personas que veneran la Naturaleza, y se maravillan al entrar en el bosque. En la antigua religión de los druidas, el acebo, por sus colores intenso, y ser siempre verde, era planta mágica,  sus cuevas vegetales (sestil) no solo eran refugios, sino también templos.

Quien estuvo dentro, ¿no sintió profunda emoción?

¡Por supuesto! Porque sublime es que esta planta de hoja dura con pinchos y de un verde brillante eche bolitas de un
rojo intenso. Y que sus ramitas sean símbolo de la Navidad. En esas fechas del invierno el acebal “explosiona” y se hace presente en decenas de miles de comercios y hogares de toda España.

Así transcurre esta nueva y bonita ruta senderista del grupo, y con una visita a la casa del parque del Acebal de Garagüeta en Arévalo de Sierra, que algunos de los asistentes no conocía, y una cervecita en su cafetería dimos por finalizada ésta.

 
Puede que, la próxima Navidad, ¡Garagüeta entre en su casa!


Soria 19 de noviembre de 2016

 

                                     Angel