sábado, 7 de julio de 2018

23- Junio -2018.Baquedano-Nacedero Urederra.


 
 
 
 
 
Hoy finaliza nuestra temporada senderista y creo que solo tenemos un aspecto negativo en ella, la lluviosa primavera reciente que ha provocado que unas rutas se aplacen o suspendan y que otras hayan resultado fallidas sin poderlas concluir de forma satisfactoria, amén de alguna chupa de agua.

En este día de Verano recién estrenado,26 senderistas viajamos hasta la Comunidad Foral de Navarra en su vertiente  sur limítrofe con La Rioja.
 

Entre nuestros asistentes hoy se encuentran cuatro personas que no pertenecen a nuestro grupo por lo que es importante nombrarlos.:Javier y Jaime que ya nos han acompañado en otras salidas y el matrimonio compuesto por Ricardo y Mª Jesús como principiantes pasopaseros.!Bienvenidos!

Pertrechados para un día senderista con altas temperaturas llegamos muy de mañana a la localidad de Baquedano o Bakedano que es un concejo perteneciente  al municipio de Amescoa  Baja y situado en la merindad de Estella en el valle de las Amescoas y rodeado por la Sierra de Urbasa(topónimo vascuence que se traduce como agua del bosque)

Urbasa es un macizo Kárstico dóne el agua se filtra y va recorriendo y oradando sus entrañas pero de vez en cuando sale al exterior que es lo que ocurre en el Nacedero del Río Urederra al que hoy nos dirigimos con muchas ganas de conocerlo, aunque algunos compañeros ya lo han visto. Su nombre quiere decir” agua bella o agua hermosa”. Después de recoger  las entradas y de ponernos una etiqueta identificativa como visitantes del parque, tomamos un café en el único bar de la localidad y desbordamos al pobre dueño que nos pedía paciencia. Aquí nuestros conductores se enteran de que está prohibido pasar por una parte del recorrido que se pretendía hacer por el riesgo de desprendimientos tras las fuertes lluvias, por lo que subiremos al nacimiento y bajaremos por el mismo sitio.

Nos adentramos  en el Parque Natural de Urbasa –Andía, espacio protegido desde1997 y reserva natural desde 1987 por la riqueza de sus valores medioambientales de los que no nos queda ninguna duda después de nuestro recorrido por él.


El sendero hacia nuestro objetivo está perfectamente marcado desde el pueblo y comenzamos nuestra marcha por un camino de grava y rodeados por una frondosa vegetación propia de la zona  pero esta fronda está salpicada de  múltiples puntos  de colores que las flores silvestres aportan:  blancos de saúcos, rosas de pequeñas orquídeas salvajes y rosales silvestres, rojos de amapolas….hacemos altos en el camino para observarlas mas de cerca. Mas allá de nuestro camino a mano izquierda, esplendorosos prados con su verde intenso veraniego.

Llegamos a una caseta de madera que parece un lugar para información al visitante  pero que hoy está cerrada y vemos dos caminos, el de izquierda paralelo al río y el de vuelta que queda mas arriba. Continuamos a la vera del río, su sonido nos llama la atención y al asomarnos desde lo alto del camino ya podemos asombrarnos con su peculiar color azul-verdoso. Los trinos de los pájaros nos acompañan  continuamente como polifonía ambiental.

Al llegar a la primera poza con su cascada, el asombro es general en el grupo.

La transparencia del agua sobre un fondo de piedras acolchadas con un manto blanco y el azul turquesa de la superficie del acuífero nos parece realmente sorprendente y extraño. El marco en el que se encuadra el estanque es un verde también pero éste intenso y vivo, fruto de la intensa vegetación arbustiva y el musgo.

 Encantados seguimos nuestro camino sin dejar de asomarnos a los diferentes miradores que éste nos ofrece para no dejar de contemplar este mágico río y sus maravillosos rincones, porque en cada mirador hay un lugar increíble digno de contemplar y  disfrutar   : gran variedad de árboles, pequeñas cuevas entre rocas porosas o enormes troncos envueltos en vegetación.

 En la primera poza en la que nos podemos acercar al agua turquesa decidimos almorzar a pesar de no tener hambre todavía, solo queremos gozar un buen rato a la orilla del río. Los peces que nadan en él se distinguen perfectamente, tal es la transparencia del agua.
 

Entre risas, bocadillos, fruta y dulces se nos pasa el tiempo rápidamente, es un lugar que atrapa al caminante por su particular belleza y nos cuesta ponernos en pié para seguir caminando cuando Angel nos toca el silbato.

 El arbolado desde el inicio de nuestro camino es también muy cuantioso y con gran variedad de especies desde robles y quejigos hasta árboles característicos de las orillas de los ríos pero poco a poco el haya es la que se adueña del lugar sumergiendo el camino en la penumbra. En este tramo observamos y nos abrazamos a  impresionantes ejemplares de hayas con troncos muy gruesos y con una altura considerable como observa Julián .Si miramos hacia sus gigantescas y recién brotadas copas vemos el sol reflejado en sus hojas dando lugar a diferentes zonas de luz y sombra y a distintas tonalidades de verde, aquí el sol es un infiltrado y aunque pensábamos que íbamos a pasar una jornada calurosa, el frescor de la humedad llega a nuestros cuerpos mediante una ligera brisa que nos hace sentir escalofríos y acordarnos de la ropa que hemos dejado en el autobús

Pasamos por el puente de la pared del capellán por la que bajan unos hilillos de agua  sobre una pared enorme y  amusgada pero nos podemos imaginar un gran torrente descendiendo la roca  porque la excavación que hay en ella es muy profunda.

 A partir de aquí llega la parte mas dura de la senda, tenemos que ascender hasta el nacimiento. Nos encontramos numerosos arroyos con piedras unos, otros con puentes, grandes escalones naturales formados por las propias raíces de las hayas y las piedras y rocas, otras plataformas construidas  de forma rudimentaria para facilitar la subida de nivel. Obviamente el ascenso hace que sudemos un poco y que nos guste la brisa fresca que envuelve este lugar. Un poco de esfuerzo nos viene muy bien en este momento y cuando culminamos nos encontramos frente a una gran  pared calcárea  de la que emerge una cola de agua saltando desde gran altura.

 

La contemplamos desde diferentes niveles y pasando  el impedimento que supone un alambrado abierto ya anteriormente, se llega a bastante altura y desde aquí se puede contemplar el arco iris que forman los rayos de sol que logran colarse entre el tupido bosque al chocar con  el agua. El entorno es grandioso aquí se abre la garganta que va formando el río Urederra  en el macizo hasta llegar al  Ega y éste al Ebro.

Un gran número de personas nos encontramos en el camino de vuelta a las que tenemos que ceder el paso en las pasarelas estrechas para no hacerles esperar mucho rato hasta que pasamos todos nosotros.

Al llegar a la confluencia de caminos tomamos el de la izquierda que es el que corresponde y dejamos el río fuera de nuestra vista. Los visitantes en este momento ya son muchos, ha sido estupendo haber podido disfrutar del recorrido fluvial y de los paisajes prácticamente solos.

De vuelta en el pueblo y tras pasar por el autobús para dejar mochilas y cambiar el calzado (algunas incluso se refrescan los pies en uno de los lavaderos del pueblo) tomamos una caña y comemos en el Restaurante Urederrra: ensaladas, potajes, carnes, pescados, peras al vino,postres típicos de la zona…..un menú muy apetitoso mas aún después de una ruta senderista.

Hasta la seis no partimos hacia Soria así que unos deciden echar una partidilla a las cartas y otras decidimos dar un paseo por el pueblo pensando en que no habrá mucho que ver, pero nos equivocábamos, porque  descubrimos un precioso pueblo de montaña con magníficas casas de piedra adornadas con flores en balcones y ventanas y escudos en muchas de sus fachadas


Recorrimos sus estrechas callejuelas y nos topamos con  un jardín muy cuidado en el que llamaban la atención palmeras y todo tipo de flores, su dueña muy amable nos lo mostró.

Un frontón grande y con techado de madera, dos lavaderos reconstruidos y funcionando.


En la puertas de muchas casas vimos unos “cardos secos con forma de sol” una lugareña nos explicó que son los “ eguzkilore” que significa flor del sol, símbolo ligado a la mitología vasca, también son llamados espanta brujas.

Una casa-palacio con restos de su torreón  y con un porche  con techo artesonado y abovedado entre machón y machón con unos magníficos nardos en la puerta que Feli ayudó a identificar a su dueña.

Terminamos el recorrido en la Iglesia de San Juan Bautista de los siglos XVI-XVII en cuyo pórtico charlamos y se  intercambiaron suculentas recetas, gozar de caminos otoñales todos juntos de nuevo.

Desde las ventanillas del autobús  vemos que los prados ya han sido segados y decimos adiós a este fantástico pueblo de la montaña Navarra.

Satisfechos por haber visitado uno de los lugares mas espectaculares de nuestra geografía, volvemos a nuestras casas pensando en lo afortunados que somos por tener en el grupo a unas personas tan desinteresadas y capaces de organizar excursiones tan bonitas.

Nuestra próxima cita no es andarina si no que es para celebrar nuestro aniversario como grupo senderista y tras el descanso estival volveremos a la carga para caminar juntos de nuevo, por los paisajes y senderos otoñales de nuestra provincia.

 
Feliz verano compañer@s

Emi.

lunes, 11 de junio de 2018

LAGUNA VERDE 09/06/2018


Para el 9 de junio teníamos prevista una ruta a Purujosa, pero ante las incesantes lluvias que estamos teniendo nuestro sherpa Ángel, previsor  como es él, llamó al municipio al que pertenece y le indicaron que el barranco iba crecido, de manera que se optó por ir a la siguiente en nuestra lista, la Laguna Verde. Es una de las que había que repetir, el año pasado los compañeros quedaron encantados del camino, de la belleza de la laguna y de las espectaculares vistas.

El sábado amanece nublado, pero no llueve. Sobre las 8 horas, 14 senderistas estamos en el aparcamiento del Punto de nieve de Santa Inés nuestra idea es ir a la laguna Verde, los ojos del Iregua y las lagunas de Vinuesa, 14 km de marcha.  



Comenzamos la ruta adentrándonos en la niebla y en un bosque encantado, piedras cubiertas por el verde intenso del musgo, inquietantes pinos envueltos en líquenes que aquí parecen distintos a cualquier otro pino, con sus formas irregulares y caprichosas y cargados de estos líquenes colgantes que les dan un aspecto fantasmal y misterioso.

Cada ejemplar es una sorpresa, incluso los pinos jóvenes tienen un aspecto vetusto, y qué decir de los que son realmente viejos, porque si en Covaleda visitamos a los abuelos del bosque, aquí tampoco faltan. Yo diría que es un bosque sin tiempo, su aspecto sería similar hace 200, 400 años con los mismos arboles anárquicos y salvajes.

Y aquellos que han sido vencidos por el tiempo son gigantes caídos que poco a poco vuelven a fundirse con la tierra.


Además de las originales formas de los arboles es un bosque en el que nos vamos topando con la magia de la naturaleza, nos parece ver un cervatillo, entre las ramas algunas telarañas brillan cubiertas por gotitas de agua, gotas que también penden de las agujas de los pinos, una preciosa salamandra amarilla y negra capta nuestro interés hasta que se esconde, manantiales que brotan de la nada…


La niebla se ha ido disipando y dejamos atrás este bosque sorprendente. Con el ascenso, los ejemplares que vamos encontrando tienen una envergadura mucho menor y están limpios de liquen, hay algunos narcisos pequeños y sin hojas por la altura y también encontramos corros de enebro rastrojero.

La Laguna verde está casi a 2000 m. y el ascenso no siempre es cómodo, también debemos atravesar trechos cuyas protagonistas son afiladas y resbaladizas piedras, otros en los que corren regueros de agua o salvar la cara del azote de los brezos. Tampoco es fácil de hallar, está muy escondida, montoncitos de piedras dejados por otros montañeros van indicando el camino a seguir.

Recuerdo una fotografía antigua de un grupo visitando la laguna Verde, las señoras con sus traje largos; complicado camino sería el suyo.



Al llegar a la laguna, la expresión de todos es de admiración y, sí, es verde, pero ahora incluso la laguna Negra se está volviendo verde por las algas; ésta es más pequeña, rodeada de vegetación y de misterio. ¿Vivirá en sus profundidades una ondina como la de los ojos verdes de Bécquer? Para acceder a la laguna oculta hemos atravesado un bosque encantado envuelto en la niebla, morrenas de cortantes aristas, pronunciados ascensos… Vencimos los desafíos, y ¿si le pedimos un deseo a la guardiana de la laguna y de su bosque ancestral? Sea, éste, protección para el caminante y al caminante también le pediríamos que proteja la tierra que pisa y a los animales que pueda encontrar.

Proseguimos nuestra ruta, y no sé si la ondina no dio su aprobación para  completarla o es su manera de protegernos pero el tiempo comienza a empeorar, la niebla ha vuelto a aparecer y el frío es más intenso, caminamos hasta un puesto de palomas para almorzar. Estaba previsto que frente a una vista espectacular y extensa.



Pero una espesa cortina de niebla oculta hacia la derecha la sierra de Cebollera, al frente y abajo los Hoyos u ojos del Iregua en su nacimiento, detrás Urbión y el Pico Zorraquín y al noreste habríamos visto incluso los prepirineos.

Tampoco parece factible subir al castillo de Vinuesa como el año pasado, de manera que por la cima regresaremos al punto de nieve de Santa Inés. 

Cuando llegamos al vértice geodésico de Pico de Buey (a 2035 m) ya parece un día invernal, desde aquí debiéramos ver al norte la sierra de Valdezcaray. Estamos en el término de Villoslada de Cameros, ya desde la laguna hemos venido alternando  Soria y la Rioja.

Los nombres y situación de los accidentes geográficos nos los aporta Ángel, que yo andaba tan perdida como en un día de niebla, pero continuemos el camino que ya va concluyendo.



El frio ha arreciado y han hecho su aparición estelar la lluvia y el viento, este año nada de quitarse el sayo el 40 de mayo, aún así vamos, en lo que se puede, disfrutando del paisaje, y también, por qué no, de la lluvia.



El último trecho es una ladera de descenso para los esquiadores, nosotros también descendemos con la ayuda de nuestros bastones que nos han sido tan útiles en algunos momentos de la ruta. Creo que ha habido tres caídas producidas por resbalones, por suerte sin importancia, pero sin ellos hubiéramos tenido más.



Llegados a nuestro destino, caminamos hacia el bar restaurante de Santa Inés, siguiendo una valla de madera preparada con luces aún encendidas porque la niebla sigue siendo nuestra fría compañera de ruta.

Es un lugar en medio de la nada y no es temporada alta para ellos, pero hay bastantes clientes y cestas de hermosos hongos recién cogidos.

Ya de regreso vemos que por Vinuesa luce un sol esplendido y parece que no ha llovido.

09/06/2018

Ana María A.

 

 

 

sábado, 9 de junio de 2018

Soria - Garray-El Bellosillo.


 
Seguimos disfrutando de la primavera pero hoy con una de nuestras rutas de “andar por casa”, en las que no necesitamos coche ni ningún preparativo especial, solo ganas de salir a caminar y a observar la naturaleza,

 Nuestro punto de encuentro hoy es  la puerta de la cárcel y tras alguna broma al respecto iniciamos el recorrido hacia Garray por el camino tradicional y archiconocido paralelo a la carretera primero  y pasando por la pasarela de madera para atravesarla después.

Un sendero de tierra pasando por las perreras va dirigiendo nuestros pasos hacia el vecino pueblo, rodeados del gran verdor de los campos salpicados por aliagas y otras plantas que nos ofrecen su gala primaveral; a nuestra derecha el Duero lo  tenemos muy próximo y podemos escuchar el sonido del agua. El cielo está semicubierto de oscuras nubes que amenazan lluvia pero esperamos acabar nuestro camino sin sentirla.
 

 Las neblinas se interponen en las montañas lejanas y Vicente no puede resistirse a la tentación de fotografiarlas.

 Un cartel en una zona de recreo nos muestras lo que podemos ver en la lejanía del paisaje: De derecha a izquierda divisamos el cerro Numantino, Peña Judía, Alto Real y el Castillejo, algunos de los antiguos asentamientos de  campamentos Romanos que asediaron Numancia.


  No tardamos en llegar al dinosaurio que anuncia Garray y aunque ya tenemos otras fotos con él, nos hacemos  otra más. Este monumento es parejo a otro que existe en la salida del pueblo y se trata de un PARASAUROLOPHUS cuyo autor es el cántabro Ramón Ruiz LLoreda.


 Los sauces de la pradera acondicionada para el baño al lado de los ríos Duero y Tera ya empiezan a desparramar sus colgantes ramas y en el agua  hay algún pescador madrugador al que saludamos desde el puente.


 El almuerzo hoy es  antes de lo habitual porque no podemos desperdiciar la oportunidad de tomarlo en el Goyo. Después de torreznillos y tortilla y de un  delicioso ratito de conversación alrededor de la mesa, reanudamos nuestro camino para lo que atravesamos nuevamente el puente de Garray, construido en el siglo XVI para virar a la derecha y seguir a la contra el cauce del Duero que baja bien caudaloso.

Caminamos  primero por un camino asfaltado y  más tarde por senderos cómodos y flanqueados por  esplendorosos campos verdes. La  cámara de Vicente va captando cada pequeño detalle que se encuentra en su trayectoria: calaveras, perros, gatos, una cigüeña en la lejanía de un prado y hasta un minúsculo caracol que atravesaba el camino es recogido por su  objetivo.



Giramos en el sendero hacia la izquierda para acercarnos a la base del Bellosillo y desde los depósitos de agua tenemos que saltar las vallas que todavía cierran este lugar al público.

El ascenso no es muy costoso y merece la pena porque siguiendo las indicaciones de los carteles y el recorrido marcado por las flechas vamos dando vuelta a la cima, oteando en la lejanía toda la serranía Soriana: Picos de Urbión. Cerro del Castillejo, Pico Cebollera, Sierra Carcaña, Sierra de Inodejo, Altos del Zorraquin, Sierra de Cabreras, Pico Frentes, Cerro  de San Juan, Sierra del Almuerzo, Sierra del Madero. Monte de las animas, Moncayo…Es decir que  indiscutiblemente ha sido un gran acierto sellar el antiguo vertedero y convertirlo en este  lugar tan  agradable para contemplar estos escenarios, solo falta que crezca la vegetación  porque está un poco “pelao”


Una foto en el punto geodésico antes de iniciar la bajada y alguna compañera busca y encuentra recuerdos antiguos dejados por aquí en otras ocasiones.


Bajamos la loma para llegar justo al Cementerio de Las Casas y en su puerta nos espera una asombrosa sorpresa de la que no fuimos capaces de adivinar su significado. Un pequeño mantón rojo a modo de mantel con diferentes platos de comida que parece que nadie ha tocado, pero si vasos,  unos vacíos y otros llenos todavía, botellas, cigarros y puros apagados sobre la comida, un abanico abierto y monedas de euros incrustadas entre lo alimentos. No supimos qué pensar sobre este hallazgo, nos pareció algo relacionado con una cultura diferente.

Atravesamos la carretera de forma rápida porque el lugar por el que lo hacemos no es muy seguro precisamente, para alcanzar el camino por el que hicimos la ida y volver a la parte alta de Soria.


Contentos porque la lluvia nos ha respetado y porque hemos gozado caminando y conversando  en una  sencilla, cercana y grata ruta entre amigos.

 Soria, 12 de mayo de 2018

Emi

jueves, 7 de junio de 2018

PASEO POR LOS ABUELOS DEL BOSQUE



                                   (COVALEDA, 2 de Junio 2018)

 
             El título de esta crónica podría parecer que contiene una incorrección gramatical. Hubiera sido más propio cambiar la preposición del encabezamiento y decir que hemos paseado CON los abuelos del bosque, si no fuera porque tales “abuelos” permanecen quietos, inmóviles, impasibles ante nuestra presencia, pero llenos de energía  estos habitantes naturales del  espectacular y frondoso bosque covaledense, donde admiramos con emocionada sorpresa la longevidad que rezuman  no pocos ejemplares de la masa arbórea que coloniza este territorio, testimonio fehaciente de una naturaleza sabia, que ha  dejado destellos de belleza biológica y orgánica en estos supervivientes de mil batallas contra todo tipo de adversidades ambientales y climatológicas, y que la tradición popular ha personificado  con el familiar término  que nos habla de su edad.
 

            A las 7,00 h. partimos hacia Covaleda diez compañer@s del grupo. El día presenta  un aspecto luminoso y soleado, no obstante las previsiones meteorológicas que vaticinan la posibilidad de algún chubasco o tormenta durante la mañana. Afortunadamente, las previsiones no se cumplieron  y gozamos de una espléndida jornada entre el relajante olor a pino y el murmullo  del agua que  producen los caudalosos arroyos que riegan las entrañas de este bosque, por momentos, encantado.


           
Al filo de las 8,00 h. hemos llegado hasta las inmediaciones de Bocalprado, donde dejamos los coches para iniciar desde aquí la ruta. Una prolongada, aunque no excesivamente pronunciada, subida por una cómoda pista forestal nos pone en el paraje de Tejeros, tras una primera etapa de algo más de 3 Km. Desde aquí nos dirigimos hacia el primer objetivo de nuestra visita: conocer el “Pino Rey”, que sería como darle el atributo de “abuelo mayor” del  bosque. Desde el collado de Tejeros apenas cuatrocientos  metros nos separan de nuestro centenario pino silvestre de regio calificativo, que muestra pujante sus extraordinarias medidas: 6,12 m. de perímetro basal; 17,5 m de altura; 13,0 m.de anchura de copa. Un peso calculado sobre 18.000 Kg. Y una edad estimada    entre 450-500 años. No es el único que llama la atención, pero sí tal vez el espécimen que mejor representa esta particular “sociedad gerontológica” arbórea, que ha echado raíces (nunca mejor dicho) en las estribaciones del Urbión. Junto a él, y adentrados en esta parte nororiental del pinar de Covaleda, vamos descubriendo otros  “pinos zamplones” como también se les conoce (no busquen en el diccionario el término “zamplón”; no existe) que rivalizan con el “rey” del monte. Son pinos silvestres grandes, hermosos a nuestros ojos por las formas retorcidas y singulares que poseen, pero probablemente faltos de valor para la calidad y aprovechamiento de su madera. En esta parte del monte, más expuesta a los  elevados fríos del invierno y con  menos profundidad de suelo, los árboles desarrollan menos altura y su porte es menos esbelto y alargado. Abundan los ejemplares achaparrados, más gruesos, ramosos y con copas más abiertas. La mayor lejanía del pueblo y su menor calidad maderera, como se ha apuntado, hizo que se dejara de lado su aprovechamiento, lo que unido al sistema de tala controlada y suficiente para satisfacer las necesidades económicas del municipio, ha permitido que se conserve hasta nuestros días este  espectacular, raro,  visitado y admirado  pino albar.


            En nuestro camino por este paseo entre los “abuelos”, encontramos unas curiosas y rudimentarias plataformas aéreas sobre los pinos, a las que se accede, no sin ejercer cierta pericia, a través de una rústica escalera de madera apoyada sobre el tronco del mismo. Se trata de puestos de vigilancia y observación al paso de las palomas en época de caza, que, a juzgar por su aspecto, hace tiempo que no se utilizan.

            Abandonamos esta parte del pinar, mientras vamos admirando ejemplares de  “zamplones” que se presentan a nuestro paso, a cuál más curioso en formas de crecimiento, ramaje, magnitudes y tamaños….lo que nuestro  imaginativo serpa aprovecha para dejar impresa en su cámara alguna imagen surrealista de difícil ejecución material: nada menos que sentar en una elevada rama de un pino a nuestras chicas; todo una muestra de ingenio y humor fotográfico.

            Hemos salido de la frondosidad del collado de Tejeros y de nuevo retomamos una cómoda pista forestal para enfilar hacia el “Muchachón”, pero antes, y de camino hacia el mismo, tomamos la desviación que conduce al refugio de “Tres Fuentes”. Un hermoso y pequeño refugio de montaña, primorosamente conservado y mejor cuidado, desde el que se nos ofrecen unas  espectaculares vistas de los perfiles del pantano de la Cuerda del Pozo. La mañana es clara y diáfana, lo que facilita que los horizontes que se contemplan desde esta privilegiada plataforma  (estamos a 1.900 metros de altitud), nos trasladen con la vista hacia otras cumbres que se dibujan en la lejanía, donde parece existir un punto de sutura entre el tejido celeste y la cresta montañosa que lo une con aquel. Muy cerca del refugio se ha sustituido la anterior torre de vigilancia contra incendios por otra más moderna, que además incorpora elementos de transmisión de datos a las empresas de telecomunicaciones.

           
Dejamos el refugio y el agradable regusto de las vistas contempladas para dirigirnos hacia otro no menos emblemático paraje de estas latitudes: el Muchachón.  Como nativo de estas tierras, me preguntan mis compañeros con frecuencia  el origen o motivo del nombre de estos  parajes. Difícil respuesta. Los hemos conocido desde siempre bajo esta denominación, pero ignoro de dónde derivan estas expresiones, tan familiares a nuestro oído  que no entra en nuestra prioridad  preguntarnos el por qué de su identidad nominal.


          
  Continuamos pista adelante (la misma que  conduce hasta la falda del Urbión) y en pocos minutos hemos llegado a la explanada del Muchachón, desde donde  descendemos por una suave y corta pendiente hasta el refugio del mismo nombre. Como todo refugio de montaña, presenta una sólida y robusta construcción en piedra de sillería, resistente a las inclemencias meteorológicas que por estas cumbres son tan habituales.  El interior es de una única pieza, a diferencia de otros refugios que disponen de  dos estancias, la pieza de la entrada, donde se ubica la cocina francesa  y una habitación separada. Esta sencilla forma de distribución cumplía la doble función de proporcionar  techo y cobijo al vigilante que atendía la torre de control contra incendios, así como a   transeúntes ocasionales y, a la vez, guardar los equipos y útiles para el uso y mantenimiento de las citadas torres de control que se levantaban junto a los refugios. Este del Muchachón también tuvo en su momento dos piezas diferenciadas, mientras existió una de las citadas instalaciones anti-incendios junto al mismo. Una vez desaparecida esta, se eliminó el tabique de separación, dando como resultado una amplia y cómoda estancia, con su irrenunciable cocina francesa, dotada de una larga mesa y bancos adosados para hacer más confortable la permanencia de sus transitorios ocupantes. Observo caras de sorpresa al entrar en el mismo por las comodidades que nos brinda para nuestra necesaria parada gastronómica, pero sobre todo por lo cuidado y limpio que se presenta al visitante. Como todos nuestros recesos gastronómicos de ruta no falta el buen humor, las impresiones que nos deja este paseo, primero “con” los abuelos del bosque y después entre los esbeltos y elegantes pinos de esta afortunada tierra del Urbión. Tampoco faltan la tortilla, la bota, los arándanos rellenos de chocolate, los frutos secos variados y hasta el café humeante, gentileza en este caso de José María y Alicia. Unas vacas que pacen por allí no son ajenas a nuestra presencia y se han acercado hasta la misma puerta del refugio, en actitud curiosa por conocer a esos extraños okupas de sus pastos y dominios.

            Cuarenta y cinco minutos nos separan de nuestra próxima parada: el refugio del “Becedo”. Ahora caminamos en pronunciado descenso, casi siempre bajo la sombra protectora de nuestros esbeltos y silenciosos ocupantes de este reducto montañoso, privilegio envidiable que la naturaleza ha otorgado a estas tierras. La pendiente discurre a veces por la torrentera natural que ha dejado el agua en su caída, lo que obliga a afianzar nuestra pisada para evitar cualquier incidente. En la bajada, conocemos una fuente canalizada, a la que se ha dotado de una minúscula pileta de retención de agua, y que da origen al arroyo de la “Ojeda”, que ya tuvimos ocasión de admirar no hace muchas semanas en su expresión más bravía en la cascada del mismo nombre.

            Los últimos metros de esta penúltima etapa son llanos y no faltan espontáneas muestras de belleza natural, en forma de rocas que parecen talladas simétricamente con cortes longitudinales y verticales, emulando la distribución de espacios para un motivo pictórico.

            Y ya tenemos a la vista el refugio del “Becedo”. Llama la atención por la singularidad de su diseño: dispone de un pórtico de entrada, al que se accede no por una puerta, como es lo habitual, sino a través de unos barrotes que obligan a colocar el cuerpo de perfil para traspasar a su interior, lo que dificulta enormemente el paso de quienes hagan gala de un organismo caracterizado por su redondez. Sobra la explicación del motivo de esta singular intencionalidad: por aquí es frecuente el ganado suelto y no se ha pensado que ocupen este envidiable surtidor de sombra los astados que pastan por estos pagos. Una vez dentro del porche, y tras franquear la puerta de entrada al interior de la dependencia,  impresiona la limpieza y exquisita conservación que presenta. Es de una pieza, sin mobiliario que lo complemente, pero resulta acogedor y confortable por su amplio espacio y la sensación de encontrarte en un lugar cuidado, a la vez que compartido.

            Fotos de rigor, bromas sobre la corpulencia o delgadez para atravesar los barrotes con mayor o menor facilidad y desde aquí ponemos rumbo, última etapa, hacia nuestro punto de partida, para completar el circuito circular que marca el wikilock de nuestro serpa. Es algo más de un Km. lo que nos separa de Bocalprado, mientras por el camino, en este caso la pista forestal, nuestro benjamín del grupo, Miguel, no se resiste a fotografiarse junto a una fuente que hay en el margen izquierdo de la carretera, la “Fuente Los Vagos”.….Nada personal ni otras  intencionalidades asociativas con el nombre; simplemente un capricho juvenil.

            En el trecho que separa el Becedo de Bocalprado podemos apreciar el resultado del trabajo habitual que se realiza en los pinares: en esta zona se ha llevado a cabo recientemente una tala de pinos, que permanecen distribuidos a lo largo de la cuneta de la carretera, limpios ya de  ramaje, algunos conservan en su integridad el tronco aprovechable, otros han sido cuidadosamente cortados en estudiadas proporciones y todos preparados para su transporte a la serrería, donde se transformarán en útiles productos madereros. Es la ley de los montes: el aprovechamiento de sus recursos forestales mediante talas controladas, para hacer un sistema sostenible de  riqueza productiva.

Y puesto que hemos caminado entre pinos y rocas, admirando y disfrutando la belleza natural de estos parajes, quiero terminar   el relato reproduciendo el sentido soneto que  D. Víctor Algarabel Lallana, cura-párroco que fue de Covaleda por los años 60 y 70 y enamorado de estas tierras, dedicó al pino albar:

           

Mi pino albar, parábola extendida.

Raíces, tronco y copo en armonía.

Desnudo. Nada más. Tu lozanía

existencial pletórica escondida.

 

Abrazado a las rocas hasta el cielo

lanzarás tu esperanza en agonía,

cuando el recio huracán, la nieve fría

pretendan abatirte por el suelo.

 

No hay hombre sin ayer –raíz profunda-

en viva humanidad y sabia anclado;

sin tallo firme, de su hoy enamorado,

 

desnudo de barroca barahúnda,

viviendo su expansión –limpia madera-;

de la vida lanzado. ¡Dios le espera!

AGNELO YUBERO