domingo, 30 de octubre de 2016

DIUSTES (29 DE OCTUBRE DE 2016)

Hoy amanecía en Soria con 8º de temperatura cuando partíamos de nuestro lugar de costumbre Julián, Maribel, José Antonio, Elisabel, Sara hija de Jose Antonio e Elisabel,  Luis, Pilar, Rosi, Julia, Gema, Cándido, Reme y su hija Julia, Feli, Ana Mª, Enedina con su marido Javier, Miguel, Manuel (amigo de Carlos) en los coches de Manuel, Javier, José Antonio y Cándido. En Yanguas se incorporaría Carlos. En total 20 senderistas dispuestos a recorrer los alrededores de Diustes, a 56,800 Km de Soria por la SO-615 que dejamos en Yanguas para coger el desvío a la izquierda a nuestro destino.









Llegando a Diustes, nos sorprende la imagen de altos chopos de hojas amarillas definiendo el perfil de la estrecha carretera.
Otra imagen que sorprende es la señal de tráfico indicadora de que has salido del término cuando en realidad todavía no has entrado al mismo. Hemos dejado atrás y a nuestra izquierda una atractiva zona recreativa con mesas de cemento vacía, pero que en nuestro regreso se ve ocupada por algunos visitantes.
Dejamos nuestros coches en el aparcamiento a la entrada del pueblo, donde nos recibe una sorprendida y vaca que nos mira como preguntándose ¿y estos quiénes son? Cruza la carretera dejándonos amablemente más espacio en el aparcamiento.
Al final de éste, el antiguo y pequeño lavadero con cartel explicativo de cómo lo utilizaban las lugareñas. Sorprende que en la viga que soporta la estructura el tejado en su parte anterior una pegatina con las imágenes de los santos niños Justo y Pastor que, a medida en que nos íbamos adentrando en el recogido espacio que ocupa Diustes, de estrechas y empedradas calles, nos encontrábamos en las puertas, de madera, de las casas.








Inmediatamente de entrar en el pueblo, una fuente  y, al costado de la iglesia  y a la sombra de ésta, otra con mesas y bancos para el descanso. Casas de piedra, calles estrechas de piedra y  hierba, puentes que cruzan el río Ostaza y el Arroyo del Valle, que divide al pueblo en dos.








Es necesario aclarar que en esta ocasión no nos acompañaba Ángel, nuestro guía habitual que nos prepara las rutas. Para mayor dificultad, no sé porqué circunstancia, no pude descargarme de wikiloc la ruta por él preparada. Pero ahí estaba Cándido, que con mapas impresos en mano, nos dirigió a la supuesta ruta que nos conduciría a lo largo del recorrido. Gema, que se va convirtiendo en una experta en el uso de su android, llevaba otra ruta que se asemejaba en la primera parte del recorrido a la que Ángel había programado.
No habíamos andado muchos metros cuando surgió la duda de si estábamos siguiendo el sendero correcto y prevaleció la idea de que teníamos que atravesar uno de los puentes para colocarnos en el margen derecho del río Ostaza.
Tuvimos que abrirnos alguna puerta de alambre de las que se usan para que  no puedan cruzarla los animales. Seguíamos la ruta que marcaba el móvil de Gema. No tardando mucho fuimos a parar al camino que Cándido había iniciado.
Ascendíamos por una amplia y larga senda de 8 km. y las prendas de abrigo sobraban.
Eran las 12 menos 20 cuando nos paramos a almorzar en un cruce de caminos. En el paraje encontramos puestos de elevados y camuflados sobre árboles de cazadores. En el suelo sillas que algunos aprovecharon para eludir sentarse en el suelo.

Vinieron a visitarnos tres preciosos perros de caza, seguro al olor de nuestros bocadillos, pero su dueño no tuvo el detalle de acercarse. También nos sorprendió la visita de una docena aproximada de sudorosos ciclistas que venían dese la vecina Rioja que, en este caso, sí tuvieron el detalle de pararse e intercambiar unas palabras con nosotros.
Nuestro ascenso la hacíamos entre los cerros Colorado (a nuestra izquierda) y El Chorro (a nuestra derecha) flanqueados por grandes extensiones de pinos con sorpresa y cierta decepción porque nuestro objetivo era caminar por un hayedo. Nuestra información no llegaba para saber que este hayedo se extiende entre Diustes y Camporredondo.
Girábamos a nuestra izquierda con la idea de que enseguida encontraríamos el momento de poder descender, pero no. Todavía nos quedaban 5,6 km hasta conseguir el punto más alto. Todo ello en el cerro Colorado. Encontramos dos cazadores en un refugio a los que insinuamos la posibilidad de compartir sus supuestos alimentos, pero o no entendieron o no quisieron entender. Allí mismo otros dos ciclistas descansando

El grupo se estira, los que abren camino se detienen para esperar a las retrasadas. Bromas sobre el motivo de su tardanza. Cuando llegan las recibimos por un arco triunfal formado por nuestros bastones. Risas y bromas. Esperaban algún tipo de reproche y las recibimos cuales triunfadoras de una proeza.

Todavía  caminamos entre pinos, pero desde una ventana natural vemos a nuestros pies una magnífica vista de Diustes.

Llegamos a la señal del GR tras otros 2,5 km que nos indicaba  la distancia a Diustes (2,5 km). Y entramos en un pronunciado plano inclinado por estrecha y en algunos momentos peligrosa senda con suelo de piedras sueltas ocultas en ocasiones por las hojas caídas de las hayas. Sí, habíamos entrado en la parte más occidental del buscado hayedo.

El paisaje cambia totalmente y nuestras caras se iluminan como consecuencia del especial colorido que el otoño aporta a nuestros ojos. Hemos llegado justa a tiempo; las hayas se ven ya despojadas en gran medida de parte foliar.



Las cámaras no han dejado de funcionar a lo largo de todo el camino, pero llegados a este espacio lo hacen de forma extraordinaria.
Llegados a Diustes, se vuelve a repetir la espera, en este lugar a la sombra del lavadero.
Son las tres y media de la tarde cuando partimos hacia Soria. ¡No está mal! 20 km de recorrido, 5 horas andando, pequeña aventura, fortaleza en el grupo, estupendos paisajes... ¡Para repetir!
Luis



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