Hay caminos que se recuerdan por su trazado, su perfil, su relieve, su dureza, su paisaje….Otros quedan en nuestro recuerdo por los encantos naturales que descubrimos: la fauna del lugar, la flora multivariada y colorida que admiramos, el arrullo de los ríos que atravesamos… De otros, hemos conservado en la memoria la compañía de las personas con las que hemos caminado, las conversaciones que hemos mantenido, el trato con las gentes del pueblo al que hemos llegado… No faltan recuerdos de las anécdotas que hemos vivido, las ayudas que nos hemos prestado, las satisfacciones compartidas por el esfuerzo realizado y finalizado.
Sin embargo, no solo la memoria hace presente el recuerdo de un recorrido que busca el contacto con la naturaleza y las gentes del lugar. Si a eso le añadimos la ilusión de andar una ruta que secularmente han recorrido millones de personas y que tiene su punto de partida en cualquier lugar indeterminado de nuestra geografía (incluso allende nuestras fronteras), para rendir culto a la tumba de quien la tradición cristiana-occidental atribuye a uno de los primeros seguidores del fundador del cristianismo, el camino adquiere una dimensión y un relieve que no solo se define por su perfil, sus cuestas, sus llanuras o sus poblaciones de paso, sino que eleva a categoría de sublime lo que es un sencillo ejercicio de caminar hacia una meta soñada. Y esta sensación hemos tenido al transitar por la senda gallega que conduce hasta Santiago de Compostela: el Camino de Santiago.
El Camino es una variedad de sensaciones y sentimientos que enriquecen la experiencia del peregrino en cada paso que da, en cada lugar que se detiene para admirar una iglesia románica, un bosque de eucaliptus, un puente medieval, el cauce de un arroyo cristalino, la austeridad de un cruceiro, la singularidad de un típico hórreo gallego, las espléndidas hortensias cultivadas en los jardines de la Galicia rural, el verde pujante y perenne que cubre el suelo de esta geografía…Todo se hace entrañable para el caminante por esta ruta milenaria. Como entrañables y diversas son las motivaciones que alberga cada peregrino: factores religiosos, espirituales, lúdicos, culturales,
deportivos, sociales… se aúnan y complementan en la misma proporción que la pluralidad de gentes y nacionalidades que uno va encontrando por el Camino. Y en todas ellas la misma meta, el mismo fin: venerar al Apóstol en su tumba. Es la magia y el encanto de esta singular peregrinación, donde el esfuerzo y la ilusión vertebran la voluntad de una rica y variada diversidad de razas, culturas, edades, nacionalidades…que al saludo ritual de “buen camino” corresponden con la misma fórmula, mientras te regalan una sonrisa de satisfacción solidaria. El Camino es expresión de energía, entusiasmo, superación…, pero lo que hace grandiosa esta experiencia es comprobar que el mismo espíritu mueve a cientos, miles de personas que comparten las mismas rutas, las mismas dificultades, idénticas inclemencias climáticas, donde los inconvenientes se transforman en férrea voluntad y las limitaciones personales en realización de un ilusionante proyecto personal.
Con meticulosa antelación, un puñado de entusiastas componentes del grupo “Soria paso a paso”, bajo la paciente y sabia dirección de nuestro sherpa oficial, Angel, fue preparando la andadura de esta nueva y apasionante vivencia, para algunos ya conocida ( por lo menos, en parte), inédita para otros. Las fechas elegidas, 17-24 Septiembre, constituyen el referente temporal de nuestro desplazamiento hacia Galicia, en concreto Sarria (Lugo), punto de partida del Camino, y hacernos acreedores de la Compostela (diploma simbólico que concede la Institución que gestiona la actividad realizada por los peregrinos), tras recorrer algo más de 100 Km. en los días señalados, condición necesaria para merecer tal distinción. El grupo se completa con otro matrimonio, familiares de nuestra compañera Reme, hasta sumar diez integrantes de esta expedición: Angel, Ana Bernal, Julia, Pilar, Ana de la Hoz, Reme, Enedina, José Antonio (hermano de Reme) su esposa , Elisabet y este cronista.
El viaje a Galicia lo hacemos en tres coches, que, a la postre, nos servirán de soporte para trasladar nuestro equipamiento de una localidad a otra, sin necesidad de cargar pesadas mochilas durante las etapas del camino, sino solo lo necesario para las necesidades básicas de la ruta. Y el uso de los mismos lo organizamos de tal forma que uno de los coches (normalmente el de José Antonio), se desplazaba el día anterior a la localidad que constituía final de etapa, y así disponer de lo más elemental para el aseo e higiene después de la caminata, mientras otro de los vehículos le acompañaba para regresar con él hasta el punto de origen de la etapa y realizar todos juntos las ruta diseñada para el día siguiente. Una vez completada la etapa, el mismo coche que se encontraba en la localidad de destino, regresaba con los dos conductores restantes hasta la población de salida a recoger los vehículos que permanecían en la misma y adelantarlos hasta el lugar de inicio de la etapa siguiente. El método utilizado constituía, así, una especie de bucle de desplazamientos que permitía la participación de todos los integrantes en el Camino.
Nos presentamos en Sarria poco antes de las 15,30 del sábado 17 Septiembre, tras un viaje alegre y animado en los tres vehículos citados. Aunque no todo fue tranquilo: una molesta y sanguinaria avispa tuvo la nefasta ocurrencia de fijarse en la espalda de Angel, dejándole su detestable marca sobre su organismo. Menos mal que llevamos cuatro enfermeras quienes, solícitas y atentas a cualquier incidencia sanitaria, resolvieron el problema sin más transcendencia….por el momento.
Una indisimulada satisfacción se manifestaba en nuestras expresiones y conversaciones por encontrarnos ya en el Km. 0 de la que iba a ser una experiencia novedosa y singular, largamente gestada. La estancia en esta localidad no dejaba de tener un tono turístico y la visita a la villa por sus calles y plazuelas rezumaba un aire de ilusión contenida por ver que se hacía realidad un objetivo o ( para otros) una promesa.
La elección del alojamiento para todo el camino se hizo de acuerdo con las preferencias de cada uno: un grupo optó por pernoctar en hostales dentro de la variada oferta que presenta la ruta santiaguina. Otros, elegimos el tradicional albergue de peregrinos que abundan por todo el camino. Hay que decir que los albergues de la comunidad gallega presentan un magnífico aspecto y muy buenos servicios de alojamiento, por ser casi todos ellos de nueva construcción o recientemente reformados, aunque carezcan de la intimidad que ofrecen otros alojamientos hosteleros, pero ofrecen ese aire tradicional y solidario que históricamente han proporcionado los albergues para peregrinos.
Al amanecer del domingo 18 Septiembre pusimos pie sobre la ruta a completar: Sarria- Portomarín. Una riada humana nos acompaña en este punto de partida que también otros, como nosotros, han elegido como principio de su particular marcha hacia Santiago. La mayor parte a pie y algunos (los menos), en bicicleta. Nos enfrentamos a una etapa de 22 Km. Y nos preguntamos interiormente cómo afrontaremos esta distancia a la que no estamos muy acostumbrados en nuestras frecuentes salidas por la provincia. Antes de afrontar la salida, nuestra fisio particular, Reme, dirige los primeros ejercicios de calentamiento y estiramiento para poner a tono músculos y articulaciones. Apenas dos Km. y medio después de la salida nos enfrentamos a un corto pero duro repecho ascendente, que pone a prueba nuestra capacidad pulmonar. Los ciclistas desmontan de su bici y se hacen unos caminantes más hasta alcanzar cotas más llanas. A mitad de la cuesta encontramos el primer puesto para sellar el “pasaporte compostelano”. Se trata de una credencial que ya habíamos adquirido en Soria, donde constan los datos personales del peregrino y que constituye el documento que acredita la andadura por los distintos puntos del camino, a modo de certificado que valida la ruta para la obtención de la ya citada Compostela. Estos puestos de sellado los vamos a encontrar en numerosos establecimientos que tienen sello acreditado para legitimar nuestros pasaportes: albergues, hostales, puestos itinerantes en el camino, etc. son lugares para estampar el sello en nuestros pasaportes y presentarlos ante la Oficina del Peregrino en Santiago.
La etapa transcurre sin dificultad, mientras comprobamos que el kilometraje es asequible y los paisajes que recorremos reconfortantes.
A mitad de etapa es obligado hacer un alto para reponer fuerzas. Así lo hacemos en un establecimiento concurrido por peregrinos que encontramos en el concello de Morgade. Para unos la empanada gallega, para otros el jamón serrano, u otra vianda contundente, acompañada de un café, sirven de estímulo orgánico para continuar la ruta.
Hacia las 13,00 h. alcanzamos el final de etapa en Portomarin, tras atravesar un moderno puente sobre el Miño, y acceder a la ciudad por una escalinata asentada sobre un antiguo puente medieval. Hay que señalar que el emplazamiento actual de esta población data de 1960, ya que la antigua quedó sumergida bajo las aguas del Miño, que en este tramo del río forma el embalse de Belesar, a los pies de la ladera donde se ubicó de nuevo la localidad. Obra de arte destacada del románico lucense de esta población es la Iglesia de San Nicolás, templo fortaleza erigida por los monjes-caballeros de la Orden de San Juan de Jerusalén en el siglo XIII, que fue reconstruida, piedra a piedra, en el lugar actual desde su anterior emplazamiento en la ciudad sumergida por el embalse mencionado.
Aprovechamos la tarde, tras el almuerzo en uno de los variados establecimientos de esta población lucense, para pasear por sus calles, descansar en alguna de sus terrazas mientras refrescamos nuestras gargantas y comentar las incidencias del día. Parte del ritual obligado de cada día es regresar con el coche de José Antonio al punto de salida (Sarria) para recoger los otros dos que han quedado allí. Y una vez completado este trámite, de nuevo nuestro coche-guía se desplaza hasta la población de llegada del día siguiente y regresa de nuevo hasta el punto de partida para iniciar nueva ruta. Una cena ligera y pronto a descansar, como sensatos peregrinos, que la etapa siguiente es aún más larga que la de hoy. Eso por una parte, pero es que además, quienes nos alojamos en albergue, tenemos limitada la hora de entrada, y llegar más tarde de las 22,30 te puede dar la sorpresa de encontrarte con la puerta cerrada. Es la hora habitual a la que cierran los albergues, con pequeñas variantes.
Ya nos encontramos en el segundo día del Camino. Nuevo día y nueva etapa: Portomarin-Palas de Rey, 24 Km. de recorrido. Alguna compañera de viaje manifiesta cierto temor por saber cómo culminará esta etapa, la más larga de las proyectadas, no acostumbrada a distancias tan largas. Le animo asegurándole que si ha hecho 22 Km. en la etapa anterior y no ha sentido ninguna molestia, no va a ser menos esta etapa que, a fin de cuentas, solo tiene un par de kilometruchos más. Las piernas todavía están frescas y los ánimos, si cabe, más elevados a medida que vamos avanzando entre prados, suaves colinas, cruces con carreteras nacionales y locales, núcleos poblacionales que muestran la belleza rústica de esta Galicia rural…Parada obligada a la altura del concello de Ventas de Narón para reponer fuerzas, en esta ocasión con una humeante taza de café y un generoso pincho de tortilla de patata. Reanudada la marcha, una pareja de jóvenes valencianos se une a nosotros durante un trecho del Camino. El es músico y ha estado tocando con su charanga este año en las fiestas de San Juan, concretamente en la Cuadrilla de Santa Catalina. La conversación no puede ser más animada y distendida por lo que tiene de conocimiento compartido de un acontecimiento tan singular y entrañable para nosotros como las fiestas sanjuaneras. Todavía en su compañía, nos encontramos a la altura del Km. 16 con el célebre cruceiro de Lameiros. Es de doble cara (poco usual en los cruceiros gallegos) y fue colocado en 1670. En un lado está representada la imagen de Cristo y en la otra la Virgen de los Dolores. Y en la base se pueden distinguir unas tenazas, una corona de espinas y una calavera, referentes al calvario de Jesús. Lugar idóneo para hacernos fotos de grupo y tomar imágenes para los móviles o las cámaras de otros peregrinos, que solicitan nuestra ayuda para llevarse un recuerdo de este famoso cruceiro. El Camino continúa entre sendas flanqueadas por bosques de eucaliptus, extensas llanuras de campos de pastos o cultivos de hortalizas y algunas localidades menores (como Ligonde), marcadas en los anales de la historia por haber sido lugar de paso o de corta estancia de personajes tan ilustres como Carlos V, en marzo de 1520, cuando viajaba para ser coronado emperador, o Felipe II, en mayo de 1554, de camino a La Coruña para casarse con María Tudor.
Y así, entre bosques, campos y reminiscencias históricas del lugar nos plantamos en Palas de Rei. Llegados al final de etapa, la pregunta obligada entre nosotros: ¿cómo te encuentras? ¿alguna molestia en los pies, las articulaciones, los huesos? Todos hemos llegado en perfecto estado de revista después de caminar la etapa más larga del recorrido y la sensación de bienestar entre el grupo refuerza nuestra confianza en seguir cubriendo etapas hacia nuestro objetivo. Es hora de comer y preguntamos a un policía local para que nos recomiende algún establecimiento de confianza. Nos remite a un modesto, pero excelente restaurante de comida casera. Repuestas las energías, nos encaminamos a conocer nuestros respectivos alojamientos del día. Y de nuevo en el albergue que hemos reservado, nos encontramos con la pareja de valencianos, a quienes habíamos facilitado el nombre de nuestro albergue, ya que ellos iban sin reserva previa. Tras dejar nuestras mochilas en la que será nuestra estancia nocturna, volvemos a unirnos todo el grupo para conocer la población en la que nos encontramos, tomar un café o una caña en cualquiera de los bares y hacer alguna compra de productos típicos del Camino o de la tierra. La cena en Palas la hacemos en una pequeña, pero coqueta cafetería-restaurante, donde algunos aprovechamos para probar ya el producto típico de estos pagos, el pulpo, preparado a la brasa, que hace las delicias de nuestros impacientes estómagos. Desde nuestra llegada a Galicia, hemos encomendado a Reme la administración de nuestros fondos económicos para hacer frente a las cotidianas necesidades gastronómicas, y a fe que elegimos una excelente administradora. Un paseo nocturno por esta animada población lucense y pronto a descansar para afrontar la etapa del día siguiente.
Nos encontramos ya en el tercer día de nuestra peregrinación. La etapa de hoy debería ser Palas de Rei - Arzúa (29,3 Km.). Así viene diseñada en los trazados del Camino por tierras gallegas. Sin embargo, dada la excesiva distancia en una única tirada, habíamos optado ya antes de iniciar el camino dividirla en dos: Palas de Rei- Melide y Melide- Arzúa.
Con esta previsión, nos disponemos a afrontar el tramo Palas de Rei-Melide (15,1 Km.) Una etapa corta, pero de perfil quebrado, que la convierte en lo que vulgarmente se conoce como rompepiernas, con constantes repechos, unos más duros que otros, y bajadas de diversa pendiente, lo que hace difícil mantener un ritmo constante. Esto lo vamos comprobando a medida que caminamos. Sin embargo, el hecho de saber de antemano que nos enfrentamos a una etapa más corta que las anteriores y muy asequible a nuestros hábitos más frecuentes, aumenta el optimismo y da alas a nuestros pies para caminar con más entusiasmo y energía. Hasta ahora, nadie ha dado síntomas de cansancio o problemas musculares, lo cual refuerza la moral de grupo.
Salimos de Palas y antes de abandonar la ciudad nos despide de la misma una escultura que representa dos peregrinos bailando, obra de J. Novo, escultor gallego. A escasos tres kilómetros de la salida, nos adentramos en una senda rodeada de eucaliptus y robles, muy propensa a embarrarse con las lluvias, pero que ahora se presenta totalmente seca y de fácil pisada. Hay que señalar que, durante los seis días de nuestra peregrinación, hemos tenido un tiempo agradable y soleado, que ni elegido por nosotros hubiera salido tan propicio para hacer el Camino por esta verde geografía, tan húmeda como sugerente por la pluviometría que la caracteriza.
Hemos recorrido casi nueve kilómetros, después de cruzar un espectacular paisaje abrazado de roca y ramas retorcidas, y abandonamos tierras lucenses para adentrarnos en la provincia de A Coruña. Enseguida nos encontramos con Leboreiro, nombre definido en la antigüedad como Campus leporarius o campo de liebres. La posible abundancia de liebres explica que el Codex Calistinus lo denominara en la Edad Media campus leporarius. Aquí tenemos la curiosa exposición de un Cabazo: un canasto gigantesco, hecho con palos entrelazados y cubierto de paja, apoyado sobre una base de piedra que, como los hórreos, se utilizaba para conservar el maíz. En las proximidades de este lugar y en un entorno bucólico, con un tiempo soleado, sobre las mesas situadas en una idílica pradera verde y junto al pequeño chiringuito del camino, aprovechamos para hacer la pausa que permite reponer fuerzas y degustar café, tortilla o empanada de la tierra. Abandonamos esta localidad y cruzamos un pequeño río por un puente medieval para adentrarnos en un tramo que discurre paralelo a la N-547. Entramos de nuevo en un entorno arbolado más digno, para avistar las proximidades de Melide. Tras atravesar el parque empresarial del mismo nombre, alcanzamos la población. Una ciudad extendida a lo largo de una suave pendiente que la recorre e norte a sur. Trasladamos nuestro equipamiento a los respectivos alojamientos ya reservados y de nuevo nos concentramos en un punto acordado, para dar satisfacción a uno de los momentos gastronómicos más esperados: la cata del pulpo a feira en la conocida pulperíaEzequiel de esta localidad.
Las expectativas no defraudan y la degustación del ansiado cefalópodo al típico modo gallego, que ha hecho famosa a esta localidad, resulta una delicia en medio del esfuerzo del caminante. La tarde, como es habitual, la aprovechamos para visitar la ciudad y en este caso, mención especial merece el conjunto de edificios situados en la plaza do Convento. Destaca, por su singular adaptación, el Museo de la terra de Melide, antiguo Hospital de peregrinos, donde se pueden contemplar tanto una colección de restos arqueológicos del lugar, como elementos etnográficos de la comarca, documentos escritos de diversa antigüedad o testimonios fotográficos de distinta índole sobre la vida y personajes de estos lugares, entre otras curiosidades y retazos culturales bien conservados y mejor expuestos al conocimiento general. En el mismo entorno se encuentran el convento de Santi Spiritus y su iglesia, el edificio del Ayuntamiento del siglo XVIII y la capilla de San Antonio.
La jornada siguiente, como todas ellas, comienza con el desayuno en cualquiera de los establecimientos locales que han abierto sus puertas hacia las 7,00 de la mañana. Sobre las 8,00 h., y tras cinco minutos de preparación física en el mismo punto de partida, arrancamos nuestra cuarta jornada peregrina: Melide-Arzúa. Apenas hemos abandonado Melide, nos encontramos en el camino la fachada de la hermosa Iglesia de Santa María de Melide. El templo es románico, de finales del siglo XII, tiene una sola nave y alberga la única reja románica de Galicia. No faltan las fotos ante este emblemático edificio del románico gallego y la buena disposición para encarar otra corta etapa de apenas 14 Km. Seguimos inmunes, todavía, a los rigores de los kilómetros que se acumulan en nuestros pies.
Salimos de esta localidad y enfilamos un camino de postal: bosques de eucaliptus y verdes prados con frecuencia vallados en su perímetro y en cuyas redes metálicas aparecen nítidas formaciones de telarañas, perfectamente tejidas, con un brillo especial cuando el sol se refleja sobre ellas. En este tramo del Camino y después de superar un pequeño repecho para caminar paralelos a la carretera nacional que enlaza Lugo con Santiago, compartimos conversación Ana de la Hoz y yo con otra joven pareja, también de valencianos, que vienen haciendo el camino desde Oviedo, el conocido como el Camino del Norte, tras trece jornadas de peregrinación. Nos comentan la dureza y belleza, a partes iguales, de esta versión del Camino, sobre todo por el paso sobre las montañas por las que transcurre, a lo que tuvieron que añadir la dureza de las inclemencias metereológicas de la semana anterior: lluvias, tormentas y fuertes rachas de viento les acompañaron en su travesía por los montes de Oviedo. La cara de él refleja el cansancio de las situaciones vividas, pero en ningún momento pierde la sonrisa y, de hecho, ambos conservan fuerzas para caminar etapas de larga distancia, como la que pretenden hacer, ya que no es su intención pernoctar en Arzúa, sino continuar camino hasta Pedrouzo. Conocen nuestra provincia y aprecian especialmente nuestros productos micológicos, por los que se interesan y nos piden información para venir a recolectar alguna pequeña cantidad que les permita completar su cena, según nos confiesan.
Cruzamos de nuevo un bosque de eucaliptus y por un bello entorno nos dirigimos hacia localidades, como Raido y Parabiso, para adentrarnos en la provincia de A Coruña. Tras rodear unos prados, afrontamos una dura cuesta para alcanzar la parroquia de Castañeda, del concello de Arzúa. En este lugar se encuentran los hornos de cal, donde los peregrinos depositaban la piedra que traían desde Triacastella, antes de llegar a Sarria.
Hemos superado una dura subida por un camino asfaltado y nos presentamos en Arzúa, bulliciosa ciudad coruñesa y cómodamente diseñada para pasear por su larga calle principal, donde se concentran tiendas, bares y la oferta de otros productos culinarios y gastronómicos, especialmente la modalidad de quesos que se producen en esta comarca y que llevan la etiqueta con denominación de origen Arzúa-Ulloa.
Hacemos el almuerzo en uno de los restaurantes que se encuentran en la avenida principal y aprovechamos la tarde para visitar la moderna Iglesia parroquial de Santiago, que posee dos imágenes del Apóstol, una como peregrino y otra como Matamoros. La cena la hacemos en un conocido y afamado restaurante de la localidad, que tiene la distinción de excelencia en la calidad, si bien, la calidad de su servicio no la encontramos en la proporción a su reconocido galardón.
Recogida a nuestros lugares de alojamiento y a esperar la próxima etapa.
Quinto y penúltimo día de nuestra aventura. La etapa transcurre de Arzúa a Pedrouzo, con una distancia de 19,1 Km. Es un trámite para afrontar la última que nos pondrá en Santiago y su recorrido no ofrece especial dificultad, salvo alguna que otra duda al cruzar por algún paso bajo la carretera donde se indican caminos complementarios, que hacen dudar sobre la prioridad de uno u otro a seguir. No hubo problemas en nuestro grupo para elegir el camino adecuado que, tras abandonar la carretera asfaltada con la que coincide, transcurre entre eucaliptus y prados que pueblan el paisaje gallego, tan necesarios para la supervivencia del ganado y del mundo rural. Ana de la Hoz y yo caminamos con cierto adelanto sobre el grupo y a medio camino, cuando habíamos hecho la obligada parada para tomar café y esperar a los demás, llega al móvil de Ana un whatsapp de su homónima Ana Bernal: Angel ha recibido una notificación de la policía local de Arzúa para que retire el coche que ha dejado aparcado en la plaza donde ese día se celebra el tradicional mercado semanal. Nos asalta la curiosidad y cierta intranquilidad por conocer más datos sobre esta incidencia, conscientes de las molestias que esta situación ocasiona a nuestro sherpa. Al poco tiempo de recibir este mensaje, llega el resto del grupo al lugar donde nos encontramos Ana y yo y decidimos esperar a Angel, hasta comprobar cómo se ha solucionado el contratiempo. Después de un corto tiempo de espera, aparece el protagonista de los hechos y nos relata lo sucedido: desde las proximidades del lugar del camino donde se encontraba en el momento de la notificación, ha regresado en taxi hasta la plaza de Arzúa (suelen circular taxis por las proximidades del camino que discurre paralelo a las carreteras nacionales, para atender las muchas incidencias que se producen entre los peregrinos) y tras explicar a los agentes cómo y por qué estacionó el coche en el lugar citado, aquellos mostraron su aspecto más benevolente y rehusaron imponerle cualquier tipo de penalización por la infracción cometida, facilitándole la retirada del vehículo, tras obligar a comerciantes y tenderos que tenían allí sus vehículos de transporte a apartarlos del lugar para permitir la salida de nuestro compañero. Una vez liberado el coche del mercadillo, se desplaza hasta un lugar próximo al Camino para incorporarse a la ruta y continuar con el grupo.
El Apóstol ha ejercido de intermediario entre la autoridad y un humilde peregrino, que en ningún momento tuvo conocimiento de que allí se celebraría un mercadillo local….Al menos, esos pensamos los bienpensantes….
Con la tranquilidad de haberse resuelto satisfactoriamente esta incidencia, continuamos nuestra ruta hacia Pedrouzo. El resto de kilómetros hasta el final de la etapa se hacen suaves y la anécdota del día sobre el incidente vivido constituye el tema central de nuestras conversaciones.
Llegados a Pedrouzo, los pocos que vamos en la avanzadilla del grupo, esperamos la llegada de los compañeros en el mismo establecimiento donde estos tenían reservado el alojamiento. Además, el hostal se completa también con servicio de restauración, por lo que no tenemos dudas sobre dónde hacer el almuerzo del día. Tras la comida, quienes teníamos reserva de albergue, nos encaminamos hacia lo que será nuestro aposento para esa noche. Cumplido el trámite de la presentación en el albergue, disponemos de la tarde para visitar la ciudad de llegada y conocer sus aspectos de interés. Una cena ligera y ocupar nuestra litera de albergue. Nos espera la última jornada.
Viernes, 23 Septiembre. Despedimos Pedrouzo al amanecer con una espesa niebla, similar a la que nos ha acompañado durante otras jornadas hasta bien entrada la mañana. Es el comienzo del final de una ilusión que pronto veremos cumplida. La etapa es relativamente cómoda, pero algo vuelve a perturbar nuestra tranquilidad: de nuevo en el whatsaap de Ana otra compañera le advierte que a Angel le ha picado un extraño insecto en el arco superciliar, produciéndole molestias en forma de pinchazos sobre la parte afectada. Menos mal que otra peregrina, que se encontraba cerca de él, le ha aplicado una tranquilizante pomada para mitigar los efectos dolorosos del momento. Es el sentido de solidaridad espontánea que se vive en el Camino. No obstante, nuestro equipo de enfermeras enseguida se pone en contacto y se intercambian información sobre los fármacos de que disponen y el más adecuado a la situación de nuestro accidental paciente. De momento, se ha atajado el incidente, pero solo de momento.
Hemos parado en el bar de lo que parece un camping para la necesaria reposición de energías. Reme aprovecha esta pausa para atender a una compañera que presenta algún problema en sus tendones. Coloca con maestría esas tiras mágicas que hemos visto sobre brazos, piernas o espalda de los deportistas. El problema queda resuelto y la peregrina dispuesta a rematar la faena…. la meta se toca con la mano. El caminar se torna sereno, quizá por miedo a terminar y no saber qué hacer después. Sobre pistas de hojarasca, entre las últimas manchas de eucaliptus y robles, nos vamos acercando al mítico Monte do Gozo. Es un sentimiento popular que la visión de la catedral de Santiago desde este enclave hace que se tenga la percepción de que ya prácticamente se ha alcanzado la plaza del Obradorio, y los 5 Km. que separan montículo y catedral se hacen interminables hasta el fin del Camino.
Nosotros tuvimos suerte: una niebla persistente y perezosa cubría el cielo de Santiago ese día, por lo que no pudimos alcanzar una visión nítida de la catedral para hacernos una idea de la distancia que nos faltaba por recorrer. Fotos de rigor en este emblemático lugar y enseguida a cubrir los últimos 5 kilómetros que nos quedaban. Y si en el Monte do Gozo la niebla todavía cubría con su manto la atmósfera santiaguina, fue pisar las calles de Santiago y encontrarnos con una mañana limpia, soleada y radiante. La ciudad no nos pudo recibir con mejor tiempo. El paso se hace más vivo y ligero.
Hay prisa y cierto nerviosismo por pisar el suelo de la plaza Obradoiro. Tras cruzar diversas calles de la ciudad, finalmente entramos bajo el Arco del Palacio por un pasadizo, donde se reúnen a tocar los músicos callejeros, para acceder a la Plaza del Obradoiro, donde termina la aventura. Mientras nos quitamos la mochila, vamos descubriendo cada detalle de la fachada occidental, la belleza del entorno, de las piedras milenarias que enlosan la plaza, los históricos edificios circundantes...Es difícil no emocionarse. Lágrimas de emoción contenidas en unos, explícitas en otros, sonrisas abiertas y sinceras, que traducen un estado de ánimo de gozo y una inmensa satisfacción por coronar nuestro objetivo. Todo ello aunado con sentimientos diversos, pero llenos de riqueza interior en los que cada uno ha puesto lo mejor de sí mismo para llevar a cabo esta bendita aventura. Pero aún faltan dos trámites que cumplir. Por una parte, el acto de veneración al Apóstol, sin el cual no tendría sentido todo el esfuerzo realizado. Normalmente, este trámite se hace accediendo por la fachada principal de la catedral, el Pórtico de la Gloria, y haciendo una inclinación de cabeza ante una talla de piedra del Apóstol, que se encuentra adosada a una columna a la entrada de la nave principal. Pero la fachada principal se encuentra en obras de reparación y la puerta principal permanece cerrada, por lo que el acto de culto se hace entrando por la plaza de Platerías, en la cara sur, para acceder al camerino donde se venera la imagen del Apóstol. Una larga cola nos espera para honrar al santo en su entronización, aunque la espera no es demasiado larga y la fila va acercándonos con más rapidez de la prevista hasta la puerta de acceso al camerino. Por fin nos encontramos ante él, en rigurosa intimidad, donde es difícil sustraerse a la cantidad de recuerdos vividos, emociones, sentimientos, peticiones…que le haríamos al apóstol, mientras acaricias la espalda del busto que encarna una creencia milenaria, el origen de una religión, la comunión con una tradición que hunde sus raíces en lo más hondo de la espiritualidad occidental…
Salimos de la catedral y nos reagrupamos para cumplir el segundo trámite: la obtención de la Compostela. Nos indican el lugar donde se dispensa (lo han cambiado recientemente) y allí nos dirigimos. Un atento guardia de seguridad nos atiende y nos señala los trámites a seguir para obtener la distinción. Una vez cumplimentados, nos emplaza para recogerlas ya por la tarde o, incluso, al día siguiente, si así nos conviene.
Cumplidos los trámites de rigor, solo resta disfrutar del premio que nos hemos otorgado por culminar esta “hazaña” colectiva: degustar el almuerzo del peregrino en el Hostal de los Reyes Católicos. En el paladar conservamos todavía el regusto del magnífico codillo que pudimos saborear en este afamado establecimiento.
Y por la tarde nos queda un último ritual: asistir a la Misa del Peregrino, que en viernes se celebra también por la tarde con exhibición incluida del famoso Botafumeiro, solamente los viernes del año (excepto Viernes Santo) y a esa hora. Hasta en eso también tuvimos suerte. Algo más de media hora de espera para entrar en la Catedral, pero ningún problema para asistir a la Misa y presenciar el vuelo del mítico incensario al final del acto religioso. También esta situación, que remata nuestra maravillosa andadura, es propicia para sentir algo especial.
El resto de la tarde la dedicamos al turismo por Santiago y a completar los rituales pendientes: traslado de coches que han quedado en Pedrouzo, recogida de las Compostelas y disfrutar del ambiente santiaguino en sus calles, sus bares, su ambiente animado…Resueltos los trámites citados, llega la hora de la cena. No resultó difícil elegir unos de los muchos bares-restaurantes que abundan en Santiago en las proximidades de la Catedral, con variada oferta de platos y productos gastronómicos. Tres compañeras no pudieron sustraerse al deseo de regalarse una mariscada. Y así lo hicieron, ante la complaciente mirada de quienes habíamos optado por otra cena más frugal, pero no menos selectiva. Y tras la cena, y en ese ambiente animado del que hablaba antes, nos encontramos con una tuna estudiantil (la tuna de Derecho, según rezaba su pancarta) en los soportales de la misma plaza del Obradoiro, que hacen las delicias de quienes nos encontramos por allí y nos trae recuerdos y la inevitable nostalgia de nuestro tiempo universitario en Salamanca, cuando amenizábamos las noches, bajo la ventana de la casa de alguna amiga, novia o colegio femenino, con nuestra música estudiantil. Incluso Angel, olvidado el incidente con el misterioso insecto, rivalizó con los mismos componentes de la tuna y, guitarra en mano, acompañó como un veterano tuno al resto del grupo. Antes de este entretenimiento habíamos retirado ya nuestra Compostela, escrita en latín y certificando nuestra andadura santiaguina. La conservaremos como el mejor diploma obtenido en nuestra vida adulta.
Y una vez que hemos disfrutado de la noche santiaguesa, nos espera un merecido descanso para afrontar el viaje de vuelta. Al día siguiente, todo queda organizado para el regreso: distribución de equipaje y personas, comprobación de no abandonar ningún objeto personal, etc. Y una nueva sorpresa antes de iniciar la retirada: al whatsapp de Enedina llega la foto de la cara irreconocible de Angel. El maligno insecto del día anterior le ha producido una hinchazón que se le ha bajado al ojo y presenta el aspecto de un boxeador duramente castigado en el rostro. Otra vez nuestras atentas enfermeras aplican la solución más adecuada y en el transcurso de la jornada la hinchazón va remitiendo afortunadamente. Nuestro sherpa y técnico en los reportajes audiovisuales ha resultado ser el capacillo de las desdichas más notables que ha sufrido el grupo en esta singular aventura.
Y tras el desayuno en Santiago, volante y carretera hasta alcanzar O Cebreiro, localidad que da nombre al mítico puerto que da acceso a la región gallega a los peregrinos del Camino que vienen de la provincia de León. Llevamos dos horas de viaje y se hace necesario un receso para el descanso y la reposición de energías. Aprovechamos para hacer algunas compras de productos gastronómicos propios de esta tierra de la periferia gallega. La siguiente parada será en El Burgo Ranero (Leon) para hacer el almuerzo. Y ya únicamente nos queda alcanzar nuestro punto de partida. Hacia las 20,00 h. llegamos a la Cafetería El Lago y departimos los últimos comentarios e impresiones del Camino. Muchas anécdotas no han visto la luz en estas páginas para no hacer demasiado extenso el relato, que, inevitablemente serán recordadas como vivencias especiales, en un entorno especial y con un sentimiento especial. Llegar a Santiago de Compostela como peregrino es una experiencia inigualable y creo que por muchos viajes que hayamos realizado alrededor del mundo pocos son comparables a este.
Por último, quería señalar que este relato se complementa con el magnífico trabajo audiovisual que ha preparado magistralmente Angel y que inevitablemente ilustra gráficamente estas líneas, escritas con el corazón y la ilusión de trasladar al resto del grupo nuestras impresiones de este maravilloso circuito. Gracias a quienes habeis seguido con interés nuestra aventura por tierras gallegas y gracias a mis compañeras/os de viaje, con quienes he compartido estos días emociones, ánimos, experiencias e ilusiones colectivas.
Soria 17-24 de septiembre 2016
Agnelo Yubero
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