Llegó el sábado. Y con el esperado inicio del weekend, el no menos deseado encuentro de los amigos del “Paso a paso”, hermanados con la Naturaleza a través de su caminar por nuestras admiradas tierras y paisajes de contrastes.
Si el sábado pasado la ruta transcurrió por terrenos agrícolas de predominio cerealista, la de hoy, Cabrejas-Sotolengo, se ha encaminado por frondosos pinares de nuestra geografía, donde la esbeltez de los pinos y el tono verde de sus agujas se elevan hacia la altura, en forma de enhiestos surtidores de sombra y sueños, que apuntan al cielo como último destino.
A la hora convenida nos encontramos en el punto habitual de la cita los ocho voluntariosos senderistas que, previamente, habíamos comunicado nuestra intención de hacer esta caminata: Maribel, Ana María, Pilar, Gema, Julia, Julián, Luis y Agnelo. Nos despide a la salida Miguel, el hijo de Julia, ataviado con un impoluto y reluciente uniforme de voluntario de la Cruz Roja. Bromeo con él, advirtiéndole que no veo el traje manchado de sangre o de otros fluidos corporales, como testimonio de su abnegado y peligroso trabajo en la intervención de acontecimientos trágicos o desgracias humanas. Me contesta con un lacónico y resignado “mejor que no”.
Luis y Agnelo son los “taxistas” hasta el origen de la ruta. A partir de ahí, Luis será nuestra sherpa ocasional, aunque no el único…..
La mañana se presenta soleada y plácida. Y la ruta tiene su encanto y tendrá sus anécdotas.
Para empezar, el punto de partida lo dejó ya marcado Angel, nuestro sherpa “oficial”. Antes de llegar a él, y una vez que hemos tomado el desvío en el polígono de Cabrejas del Pinar, en las proximidades de la báscula municipal nos espera un provisional y voluntarioso sherpa, que se ha ofrecido para facilitarnos la buena dirección de la ruta a seguir. Se trata de Albano Yubero, el segundo hijo del matrimonio Yubero-Sanz en la línea genealógica familiar (al primero le pusieron de nombre Agnelo), buen conocedor del terreno por su vinculación familiar con esta tierra, quien nos acompaña un trecho del camino y que, a la postre, se convertirá, sin pretenderlo, en protagonista de nuestra excursión matinal, por lo que luego diré.
Caminamos, primero, por sendas pinariegas, con la sensación de movernos sobre un blando y alfombrado suelo, si no fuera por el exceso de agua y humedad que hay a lo largo del mismo. Desde la frondosidad del camino se abre alguna escotilla hacia el azul celeste que nos permite apreciar el desconocido, para muchos, Pico Marañón, frontera entre dos ( o tres, no estoy seguro) territorios pinariegos. Dejamos la senda húmeda para adentrarnos en una pista forestal, conocida como la subida al Morico. Aquí, nuestro guía ocasional se despide de nosotros, no sin antes asegurarse de dejarnos en la buena dirección hacia el punto de llegada.
Sin mucha dificultad llegamos hasta Sotolengo y descargamos las mochilas sobre una de las mesas dispuestas en el exterior de las instalaciones, donde después haremos el ya irrenunciable almuerzo senderista. Pero antes nos dedicamos a visitar y conocer in situ este emblemático campamento, testigo de intrépidas, inolvidables, intensas….etc. vivencias de muchos jóvenes de nuestra provincia. Admiramos sus instalaciones y, en particular, lo que en su día era espacio reservado para la instalación de tiendas de campaña, santo y seña de la vida campamental, hoy son coquetas y coloridas instalaciones fijas emulando bucólicas barracas, con la cubierta de cerámica en forma de V invertida que llega hasta el suelo y los paramentos verticales de madera reciclada. Se da la circunstancia de que tanto Julián como Luis han disfrutado de este lugar, en tiempos distintos y con misiones diferentes. Julián, nos dice, estuvo acampado el año de su inauguración, 1952. Y Luis ha ejercido durante años como “severo y riguroso” monitor de asustados escolares, que temían por su integridad física cada vez que les ponía la vista encima (me consta que nunca les puso la mano….) Así que no han faltado anécdotas durante el almuerzo, que estos dos ex_sotolenginos han vivido en este paraje y durante su juventud (bueno, en el caso de Luis no tan joven), como tampoco han faltado en la actividad gastronómica la tortilla, el vino, el lomo de Julián (¡no su lomo orgánico, por favor!), el chocolate de Pilar, las naranjas valencianas (os podéis imaginar quien las ha aportado) el café, ( el mismo de las naranjas), y otras viandas varias del resto del grupo. Y, además, un animado, aunque no enconado, debate sobre Monarquía versus República. ¡ Si es que ya nos atrevemos con todo, hasta hablar de política ¡. Pero lo bueno estaba por llegar.
Terminada la visita y repuestas las fuerzas para el regreso, nuestro sherpa Luis nos dice muy seguro el camino a seguir. Le manifiesto mis dudas sobre el acierto de seguir esa carretera, que nos llevará a un punto muy alejado de donde hemos dejado los coches. Convencido de su acierto, me replica que de eso nada, que esa carretera nos conduce, indefectiblemente, al punto de origen de nuestra ruta. Y uno que, por una parte, no acostumbra a cuestionar la autoridad de quien está convencido de lo que dice y, por otra, tampoco es un lince en orientación espacial ( lo confieso sin rubor) acepta a regañadientes la autoridad del sherpa que, además, dispone de la ayuda de Wikilock ( no sé si está bien escrito).
Es mediodía y el sol cae a plomo sobre nuestras cabezas. Caminamos entre rectas y curvas sobre una bien asfaltada carretera, que parece no tener fin. Casi tres Km. por la misma ruta sin visos de llegar a nuestro destino previsto. Surgen las dudas en el grupo. Y como solución alternativa, tres de nuestras intrépidas senderistas paran a un conductor que pasaba por ahí para obtener información sobre cómo llegar a…no sabían muy bien dónde. Mientras tanto, quien esto escribe hace una llamada telefónica a nuestro desinteresado sherpa Albano para indicarle la posición donde nos encontramos y las posibilidades de rectificación. Dada la dificultad de encontrar un camino fácil y próximo para enmendar el error de partida, sale a nuestro encuentro desde Cabrejas con el fin de trasladarnos a los conductores al lugar de estacionamiento de los coches y desde allí volver a recoger al resto del grupo. En definitiva, el error tiene su origen en el equívoco sobre la interpretación de las coordenadas del punto de partida que Luis tenía como referencia. De ahí la necesidad de un “salvador” a nuestra errática decisión de tomar la carretera equivocada. Por eso decía Luis en un WhatsApp en respuesta a Angel que había acudido en nuestro auxilio un “ejército salvador”, cuando en realidad se trataba de un entusiasta y generoso “explorador” de estas tierras que nos ha sacado del apuro. Lo que ocurre es que en el momento de expresar sus emociones, a Luis le ha salido la vena literaria y ha utilizado la hipérbole como forma más plástica para darle una dimensión épica a nuestra “hazaña” del día. Pero todavía no hemos tenido que llamar a la UME (Unidad Militar de Emergencia).
¿Qué os ha parecido? ¡Lo que os habéis perdido los ausentes! Si es que cada día nos superamos…Y todo esto con buen rollito y mejor humor y, por cierto, carecerá de sentido del humor quien se haya tomado en serio lo que digo sobre Luis en su etapa de monitor “severo y riguroso”.
PD. Estábamos invitados a una cerveza en Cabrejas que hemos renunciado por razones horarias.
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