El sábado 11 de noviembre de 2017 vamos llegando al Lago
Ángel, Ana, Gema, Feli, Julia, Alberto, Almudena, Pilar, Reme, Miguel y Ana
María.
Ya se hizo una ruta circular similar, pero esta tiene algo
muy especial y que pocas veces se podrá repetir, la grave sequía que padece la
provincia ha dejado al descubierto zonas que en condiciones normales quedan
ocultas por las aguas del Embalse de la Cuerda del Pozo o de La Muedra.
Nuestra ruta parte de Vinuesa y, ya a su salida, bajo el
largo y alto puente sobre el que cruzamos, encontramos el más antiguo e
importante, en cuanto a valor histórico, de los hitos de los que está jalonado
nuestro itinerario.
Debido a la sequía las aguas se han retirado y dejan ver
una extensa y desolada explanada, rota solo por cuadriculas de piedras
pertenecientes a antiguas delimitaciones de terrenos y, a un lado, los
estrechos meandros de un joven Duero que pasa bajo la bóveda de uno de los
siete arcos de un antiguo puente de origen romano que solo en ocasiones deja
ver parte de su arquería y completamente muy pocas.
Es el momento de admirar y fotografiar esta construcción
romana que ha resistido el paso de los siglos y el peso de las aguas del
pantano, pero el puente ya está muy deteriorado, no en vano se encuentra en la
Lista Roja de Patrimonio y desde hace años se está luchando por lograr su
traslado y restauración y actualmente, viendo su lamentable estado, con más
empeño.
Para conocer mejor su historia y algunos datos más,
comenzaremos por decir que era conocido como el Puente de San Mateo y es propiedad de la Conferencia
Hidrográfica del Duero; tiene una longitud de 87 metros, 3 de ancho y una altura máxima es de 5,5m y podemos
distinguir dos estilos arquitectónicos. Aunque
se construyó en el S. I d.C. posteriormente, en la Edad Media fue
reconstruido y ampliado con arcos apuntados, de los que tiene tres y de medio
punto, cuatro. Forma parte de la
arquitectura viaria de la calzada que unía Uxama con Visontium, la
Cesaraugusta, y la Astúrica del siglo II d. de C. conservándose un miliario en
Molinos de Duero.
Dejamos atrás Vinuesa y continuamos nuestro camino recorriendo
una pista forestal con el pantano a la izquierda y sin tardar mucho nos
desviamos hacia La Ferrería construida en 1849 y que fue conocida como La
Numantina.
Una ferrería era un taller que trabajaba el mineral de
hierro, reduciéndolo a metal y se solía situar a las orillas de los ríos, cerca
de los bosques y de los yacimientos de hierro.
La transformación del mineral de hierro en metal
de hierro se realizaba en un horno bajo en donde se iban
alternando capas de mineral, material fundente y un combustible,
normalmente carbón vegetal. Después se sacaba y mediante golpes se iba
despojando de la escoria e integrando el hierro.
Ya desde lejos vemos su
arquería, paredes que han adquirido curiosas formas tras el derrumbe, sillares
y piedras lejos del agua que normalmente las oculta. Hoy nos podemos acercar y
pisar su tierra oscura.
Exploramos los alrededores y encontramos un lugar donde se depositan numerosos pedazos
de material de pátina verdosa con aristas irregulares y afiladas que será la
escoria de la que se hablaba antes, en otro lugar se ven capas acumuladas de
materia.
Se echa en falta la vieja chimenea que emergía de las
aguas, punto de referencia para conocer el nivel del pantano y el lugar que
ocupaba la vieja ferrería, cuando las aguas la ocultaban. El 3 de abril de 2003
tras una crecida importante, fuertes vientos y años de desidia se derrumbó la
alta chimenea de ladrillo que además era todo un símbolo.
Continuamos ruta por la pista y entre
pinos y robles de distintas especies, Quercus
Pyrenaica y Quercus Quejigo, cuyas hojas de diferente
tamaño y color es la diferencia más evidente, amarilla en otoño el primero,
mientras que el segundo, conserva su color verde y es de menor tamaño.
La Muedra, punto central de nuestra ruta está a solo a 5
Km. de la localidad visontina, así que tardamos poco en llegar.
Desde lejos divisamos el viejo olmo y la torre de la Parroquia de San
Antonio Abad, se alzan solitarios y con el agua rozando su base, aunque en
otras épocas de sequía han estado más alejados del agua, hoy también pueden ser
contemplados en su totalidad, incluso es posible entrar en la torre que en los
últimos 70 años ha sido más visitada por los peces que por los seres humanos.
Cuando el pantano está con niveles de agua aceptables las
barcas navegan a la altura de los vanos vacíos y mudos del campanario, y justo
debajo se dejan ver las huellas de un reloj que ya hace muchos años desapareció.
También recibe nuestra atención el olmo centenario, sigue
en pie con su gran tronco seco y su memoria de siglos. Desde en 1639 fue parte
de de la vida diaria del pueblo, disponiendo de un banco circular en torno a
él, donde se reunían los vecinos.
Hay algunas fotos de los últimos años de La Muedra, en una
de ellas podemos contemplar una estampa festiva, compuesta principalmente por
niños, algunos en la escalinata de la iglesia y otros posan apoyados en la cruz
del royo.
Un mundo que quedó anegado por el Embalse de la Cuerda del
Pozo, también llamado de La Muedra en recuerdo del pueblo. La obra fue
proyectada por Pedro Pérez de los Cobos y construida por las empresas Granero y
Córdoba.
La Muedra era un lugar próspero que en el censo de 1842
tenía 51 hogares y 200 vecinos y en el censo de 1931 ya contaba con 341
habitantes y unos 90 hogares, aún no se había producido su desalojo, aunque
estaba aprobado desde 1923, este tendría
lugar el 30 septiembre de 1936, no sin antes presentar informes y suplicas para
que no se realizase la obra.
Y llegó el día, no por esperado menos doloroso, en que los
últimos 30 vecinos tuvieron que abandonar sus hogares y las tierras legadas por
sus antepasados, muchos de ellos fueron a Vinuesa, otros a pueblos cercanos
como Molinos de Duero, Salduero, El Royo, Abejar… Cuentan que los modraños solían
decir “Yo nací en la Muedra pero no
tengo pueblo” y que el tiempo no curó su pena.
Con la guerra civil por medio, el pantano no se terminó de
construir hasta 1941, inaugurándose el 9 de septiembre de ese año, fecha en que
ya no hubo vuelta atrás y La Muedra quedó sumergida bajo las aguas del pantano.
Aún se adivina el trazado de sus calles y casas, y queda una gran
cantidad de piedras, a veces superpuestas, otras amontonadas, pedazos de tejas diseminados y, ya a cierta altura y distancia del agua, se conserva un
ancho muro de grandes piedras superpuestas con un gran vano abierto, formando un
corredor.
Caminamos un buen trecho y ya bastante lejos del pueblo encontramos el
cementerio nuevo de La Muedra, frente a su entrada está el royo que había en la
plaza y dentro, escasas sepulturas con desvencijadas verjas y un mausoleo que modraños que vivían en Argentina
donaron para este cementerio en 1931.
Caminamos aproximadamente 8 Km más hasta llegar a Molinos
de Duero, a la entrada nos desviamos a la derecha y tomamos una senda que
durante 4 Km. no dejará de depararnos sorpresas, una gran ladera de piedra en
la que crecen pequeños pinos, un arroyo de aguas ferruginosas con su característico
olor a huevos podridos, formaciones rocosas de formas fantásticas…
Es un camino arbolado y ameno, y durante casi todo el recorrido podemos acompañar
al Duero durante un breve trecho de su viaje recién iniciado. Ya cerca de
Vinuesa, pasamos junto a la ermita de San Mateo, muy sencilla y con un
intrigante cartel. “Esta ermita está casi siempre cerrada, solo los viajeros de
corazón bueno encontrarán la llave que abre las puertas.” Ahí queda eso, para
quien quiera buscar, nosotros regresamos al punto del que partimos.
Una ruta que, entre charlas con los compañeros, hemos
pasado, además de por la pista forestal, por robledales, pinares, bosques
mixtos y praderas, el día ha salido soleado y con buena temperatura, hemos
paseado por donde durante años solo los buzos y los peces podían acceder… No se
puede pedir más.
-Por aquel sendero -me dijo el campesino, señalando a su diestra- se va a
las tierras de Alvargonzález; campos malditos hoy; los mejores, antaño, de esta
comarca.”
Ana
María A.