Con amenaza de lluvia y tras abortar la ruta prevista para
este fin de semana por el hayedo de las faldas del Moncayo en la frontera con
Aragón, (ya que los usufructuarios de los derechos de caza habían previsto
desarrollar su actividad en el mismo espacio y tiempo que pensábamos visitar el
paraje), Ángel “nuevamente” indaga y descubre que nuestra salud puede correr un
grave riesgo y por ello cambiando la ruta nos dirigimos a Agreda “Villa de las
tres culturas” a visitar el barranco del Val.
Tras pasar
por el centro del pueblo nos dirigimos al barrio moro y junto al Palacio de los
Castejones dejamos los vehículos e iniciamos la ruta, el valle que forma el rio
Val que recoge las aguas que el Moncayo desde la zona de La Cueva que vierte parcialmente
agua al Riotuerto en la cuenca del Duero y por este barranco al Ebro, recogiendo
el agua del manantial de los ojillos, en la Dehesa de Agreda y que luego junto al Queiles aportan gran caudal
a las vegas que riegan las huertas de Aragón, de ahí el dicho popular “Moncayo ladrón, manas en Castilla y riegas
en Aragón”.
La
vega deja huertas con tierra muy fértil que junto a la orografía y temperatura
produce hortaliza de alta calidad, destacando el “Cardo rojo de Agreda” que es
de una variedad propia y cuyo cultivo sembrado en mayo y tapado con tierra en
“Los Santos” hacen que para Navidad sea un producto de especial valor
gastronómico, nos admira la cantidad de tierra con la que se cubre el cardo “Al
menos metro y medio” lo que nos hace pensar el trabajo que esto lleva y nos admira
que todavía este trabajo manual sigue realizándose en la zona. Los Agredeños
dicen que su cardo puede comerse crudo, en ensalada rizándose especialmente.
Otro producto de gran calidad en esta huerta es la patata que fríe muy bien.
Existe
paseo a las huertas cuyos riegos y bancales son herencia de los asentamientos
árabes en la villa indicada en la misma ruta que realizamos.
Iniciamos la ruta por la parte baja del barrio moro y pasando
por parte de las citadas huertas, dejamos el arco califal a la izquierda y poco
a poco dejamos la Villa y admiramos su fortificación natural, con su torreón en
la muela del barrio moro, las rocas que soportan el edificio de la antigua
Residencia de los Milagros y que sirvieron de fortificación natural en otra
época, cerca de ella la Sinagoga Judía, y la gran cantidad de Iglesias que levantaron
sus moradores siempre fieles a la corona de Castilla pero frontera y con los
Reinos de Aragón y Navarra, siendo
además zona de paso necesario para pasar a la meseta, por lo que la Villa ha
sido escenario de la firma de acuerdos y ha disfrutado de distintos fueros como
premio a sus servicios.
Adentrándonos
en el cañón, donde se pueden observar los pliegues de las distintas formaciones
geológicas, con lastras de pizarra empotradas en otras muy calizas fácilmente
erosionables, zonas donde nos encontramos con piritas a la vista en el camino.
El paseo
resulta agradable y avistamos diversa flora que Alberto nos explica,
ayudándonos a comprender la naturaleza que nos rodea.
También avistamos Buitres y grullas
en caprichosas formaciones y su ruido característico.
Así nos acercamos a la depuradora
cuyo olor delata su actividad, podemos observar como el rio tras la aportación
de las aguas residuales se encuentra muy muy sucia, gris, espumosa, olorosa, y
aunque parece ser que en la prensa han informado de una avería en la
depuradora, en otros medios se dice
que es pequeña para los municipios de Ólvega
y Agreda y que las aportaciones de residuos industriales dificultan
considerablemente el trabajo de las bacterias en su labor depuradora.
Seguimos por el camino que perfectamente indicado y
acondicionado nos lleva por la ribera en parajes con unos chopos autóctonos que
Alberto nos explica y distintas estampas formadas por la erosión de las calizas
y las decantaciones de las riadas con parajes llenos de colorido y alfombras de
hojas pardorojizas. Así llegamos a las cascadas y poza de las truchas, que esperamos
hayan podido emigrar a otra parte del rio menos contaminada, ya que
difícilmente puede existir vida acuática en este medio tan gris y oloroso.
Al
llegar a la poza de las truchas y disfrutar del paisaje nos retiramos un poco
para dar cuenta del almuerzo y que nos resulte menos desagradable, damos cuenta
de nuestras frutas y otros alimentos más energéticos. Tras la tertulia
correspondiente comenzamos la vuelta deshaciendo el camino sin que los
impermeables hayan sido necesarios.
Al regresar al municipio nos dirigimos al arco califal con
sesiones de fotos y tras ellas aparecen las nubes y el correspondiente
chaparrón que nos pilla ya en los coches dirigiéndonos al hostal Doña Juana,
donde tras el correspondiente refrigerio unos volvemos a casa y otros visitan
el convento de la Concepción que es un
convento de clausura monástica de las Madres Concepcionistas situado en la
villa, que ella misma convirtió en convento y donde se alberga el Museo Sor
María Jesús de Ágreda.
José Antonio Martínez
Soria 4 de Noviembre
de 2017
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