martes, 18 de octubre de 2016

CAÑÓN DEL RIO LOBOS. 21 DE FEBRERO DE 2016

20 DE FEBRERO DE 2016
Si no hubiera sido porque es febrero, bien pudiera haber parecido un Jueves La Saca cualquiera.
9 de la mañana , 5 coches en caravana totalmente ocupados por la carretera camino de Valonsadero y en los maleteros los bocatas correspondientes.
Pero no.

 Éramos nosotros rumbo a la Casa de Interpretación del Cañón del Río Lobos, antiguo molino transformado posteriormente en fábrica de chocolate, para iniciar desde allí nuestra ruta del día.
Nos habíamos ido congregando en nuestro sitio de costumbre esperando ser un total de 20 personas: Agnelo, Ángel, Ana de la Hoz, Ana Bernal, Ana María, Feli, Asun, Maribel, Gema, Julia, Rosa, Leli, Enedina y su marido Javier, Santos, Pilar Alcón, un  amigo, Javier, Rosa Mª,  Charo y yo; pero no. Con agrado recibimos a Carmen, Lucía, Charo y Pilar López. En total 24.
 
Llegamos a nuestro punto de partida en una mañana fría, pero con el cielo totalmente despejado y  nuestro Sol, el sol soriano, en lo alto anunciaba una estupenda mañana para andar por uno de los parajes más bonitos de nuestra geografía. 



Nuestro primer punto a visitar fue el nacedero del Río Ucero, llamado también el Manantial de la Galiana a 1,4 km del Centro de Interpretación.
Allí una primera parada para hacernos unas fotos que recordasen el momento.
Entre fotos y charlas entre los diferentes grupitos que se iban formando, el discurrir por el camino se convertía más en un tranquilo paseo que en un caminar senderista.


Continuamos por la senda del río que nos debería llevar has la ermita de San Bartolomé. Pasamos por el paraje recreativo de la Fuente Engomez, inundada en esta ocasión debido a las lluvias caídas en días anteriores.


  Caminábamos acompañados por los paredones calizos y sus  laderas de frondosos pinos, vigilados por las rapaces donde abundan los buitres leonados y el águila real.
El río discurre entre espadañas, berros, juncos, nenúfares muestras de su variada flora.



Caminábamos hacia la ermita de San Bartolomé, antaño San Juan de Ocero, construida en el primer cuarto del siglo XIII, cuando el estilo románico daba paso al gótico, antiguo cenobio templario del que solo queda la capilla. La ermita de San Bartolomé esta en un punto equidistante entre El cabo de Creus y el de Finisterre. Este  punto central es el "Omphalos" (el centro del mundo).

Aunque la ermita estaba cerrada sí pudimos ver esa otra ermita natural de la cueva grande y desde ahí a la roca horada, auténtico ojo de pez que permite ver el otro lado del cañón.





Almorzamos al abrigo de la pared adjunta y con el sol enfrente, tras entretenernos en el mirador. 




Compartimos tortilla y vino, coquitos y chocolate, café y buen rollo.






Hasta aquí la primera parte del camino. En la segunda se trataba de volver al punto de partida por la parte alta del paredón derecho, pasando por el mirador de Las Gullurías.
El azar, o quizás el despiste, hizo que tomásemos el camino hacia el 
páramo de Hontoria del Pinar por un camino ascendente lleno de barro consecuencia de alguna nevada anterior cuyos restos todavía quedaban en el camino. llegados a lo alto, volvimos sobre nuestros pasos para iniciar un nuevo ascenso que, en esta ocasión sí, nos llevó al lugar que teníamos prefijado. El Mirador de Las Gullurías.

Ascendíamos entre sabinas y enebros un tanto preocupados por el horario ya que nuestra compañera Julia tenía obligaciones laborales y el tiempo empleado se había alargado demasiado. Quizás no tanto por el camino añadido como por la tranquilidad que nos habíamos tomado la ruta, fruto del gozo que nos acompañaba durante la misma.









Desde este mirador natural pudimos ver  Cebollera, Urbión y, según nos íbamos desplazando La Pinilla en la sierra de Ayllón, a nuestra derecha. Las paredes del cañón hacían de base al horizonte que se enfrentaba a nuestra vista.



 
Aún tuvimos la oportunidad una "calera" especie de hoyo horado en el suelo de forma cilíndrica y forrado de piedra donde se echaba la piedra caliza que al contacto con el agua se convierte en cal viva. En el recinto se podían alcanzar hasta 900 grados.




Y para terminar, según íbamos llegando a nuestro destino, la flamante imagen del castillo de Ucero, ponía la guinda a nuestro recorrido.



Una vez más, una mañana estupenda, macerada por algunos momentos de aventura, que hemos disfrutado en grupo, cada vez más cohesionado, con nuevos compañeros, y el deseo de que llegue el próximo sábado para nuestra aventura semanal.
Luis

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