Cuaderno de bitácora del 18 de marzo de 2017.
Siguiendo con los
usos y costumbres del grupo, nos reunimos en “El Lago” Julián, Carlos, Gema, Maribel, Ana de La Hoz, Feli, Alberto,Elisabel, José Antonio, Rosi, Miguel, Reme, Pilar, Asun, Esther (amiga de Enedina) y yo para salir hacia nuestro
destino: Valonsadero.
Despertó un día
espléndido y luminoso, presagio de un agradable paseo que esta vez tuvo una
numerosa convocatoria; salimos de la Casa del Guarda comandados por Julián
hacia el camino de Pedrajas. Una vez en el monte de robles y jaras nos
detuvimos para observar un singular bajorrelieve que suscitó diversas
interpretaciones ( una cara, una fuente, la cólera de Dios con rayos y
castigos, etc.); más adelante un ardacho o lagarto de cierto tamaño nos
sorprendió tallado en otra roca acompañado de símbolos e imágenes relativas a
la fecundidad.
Dejamos la bendita paz del cementerio de Pedrajas a nuestra izquierda y continuamos hasta el punto geodésico de “el Riscal”, lugar propicio para las fotos y la espera de una rezagada Elisabel. Observamos desde allí la diminuta silueta de los pueblos acostados mirando al sur en la ladera de la “Sierra Carcaña” recordando tiempos llenos de una vida pretérita que tiene difícil regreso, ¡escaso paisanaje en el amplio paisaje que divisamos!
Tomamos el camino
que nos llevaría a la ribera del Duero
(de nuevo nuestro río) por su margen derecho compensando el otro paseo que
hicimos por el izquierdo. Carlos comentó lo complicado de la traza y la
pendiente para las bicicletas.
Anduvimos ligeros dada la pendiente positiva y
la suavidad de la trocha hasta llegar a una metáfora de nuestra provincia, otra
edificación derruida y anegada por un pantano construido para regar unas
tierras de cultivo totalmente inutilizadas, el sino de la Soria perpetua.
Aparecieron en la otra orilla con el color de la arena
silícea, los áridos acopiados para procesar; cuando giramos la vista otra vez
al río, la presa del Azud de Buitrago remansaba las aguas del Duero, del que
nos separamos para continuar por caminos consolidados pero no exentos de
atropello por ciclistas ( ya no hacen bicicletas con timbre entendimos todos,
porque ninguna bicicleta llevaba este mecanismo tan simple)
Cruzamos el río Pedrajas a través de un puente manifiestamente mejorable rodeados de choperas en fila de “a uno”, reluciente de muérdago y, bastante mas fotogénica que el pobre Pedrajas, remansado, sin corriente y en algunos tramos atrapado por la vegetación seca de la ribera, la pradera nos regaló el agradable verde que se puede ofrecer tras un invierno seco (la pertinaz sequía). Las tres fuentes que vimos estaban “operativas “, Fuente del Oro ( Made in Julián) Fuente del Canto y Fuente de la Zorra.
Al cruzar el
famoso Puente del Canto, con gran alborozo nos hicimos la foto de rigor y
emprendimos el regreso hasta el lugar de salida tras tomar la decisión de no
ampliar el recorrido. Gracias al recorte pudimos disfrutar de la conversación, de la armonía entre el
grupo y de refrescos varios en la Casa del Guarda.
Cándido
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