Con el recuerdo aún en nuestras
mentes de los Campos de Gómara y sus fértiles tierras, estamos dispuestos a
comenzar una nueva ruta. La propuesta que nos han preparado para hoy es muy diferente a la anterior, nos
vamos al Valle del Río Razón, al pié de la Sierra de Cebollera.
La primavera va entrando en nuestra tierra Soriana y la calidez del
tiempo es el motivo por el que comenzamos nuestra partida a las 8h. Hoy nos ha
costado madrugar un poco mas de lo habitual pero, según advierten
nuestros sabios, al mediodía el calor hará que nuestro caminar sea mas duro.
Partimos hacia Sotillo del
Rincón en dos coches: Julián, Angel y su esposa Ana, Reme, Ana, Mª, Maribel,
Ana de la Hoz, Gema y Emi .Gema y Angel
al volante. Nuestra conductora está muy contenta porque ha recibido buenas
noticias en su trabajo y va a mejorar su día a día laboral. Si ella habitualmente irradia alegría esta
mañana está pletórica y optimista. A sus pasajeras nos encanta verla feliz.
Sotillo del Rincón es un
precioso pueblo que conserva su arquitectura popular, incluso la mejora como
pudimos observar. Feli y Zar nos están
esperando en el pueblo, ella tiene sus raíces aquí y su casa.
Iniciamos la marcha entre robles, todavía desnudos de pequeño y mediano
tamaño; vemos también pinos y hayas .Nos paramos en el ”lavadero de agua
caliente” en el que la temperatura de
ésta es constante, según nos contó Feli. El agua mana del interior de la tierra
pero en este momento con el seco invierno que hemos tenido el chorro es mínimo.
Nos sorprenden los prados verdes, que a esta hora temprana
están plateados por la escarcha y ésta reluce con el sol. El espectáculo es
soberbio, parece que entramos en otro mundo. Las sensaciones se multiplican en
estos bosques, todos los sentidos disfrutan: A Maribel le gusta como huele en
este lugar, quizá huele la tierra con su hojarasca enmohecida que forma una
alfombra a nuestros pies; se escuchan trinos diferentes y a lo lejos el cuco.
Estos prados alimentan una importante cabaña ganadera bovina, (hoy
menguada) y criada fuera de los pueblos,
en fincas, por lo que tenemos que atravesar también entre el ganado en alguna
ocasión.
Antiguamente el ganado estaba estabulado en cada casa del pueblo y las
vacas iban a pastar y volvían al atardecer a las “cuadras” para ser ordeñadas. A
primera hora de la noche nos acercábamos con nuestra lechera a la casa de
nuestro vecino ganadero a comprar la leche fresca recién ordeñada. Todos estos
recuerdos nos van viniendo a la mente a los que hemos vivido nuestra niñez en
estos pueblos serranos. No se nos olvida esa leche recién cocida con un tomo
grueso de nata, los bizcochos y galletas
que nuestras madres hacían con ella y los calostros con los que nos
agasajaba nuestro vecino cuando parían las vacas.
Un barrio de Sotillo es Aldehuela del Rincón. Disfrutamos observando las antiguas y bien conservadas casas y las nuevas
construcciones acordes con la estética de la zona. Nos llamó la atención que hay
7 casas rurales. Feli nos mostró la casa de sus padres, un “edificio singular”
que es la antigua escuela y ahora se usa
como Teleclub y se hizo una foto en la Iglesia de S. Juan Evangelista,
orgullosa de su pueblo.
En un ala del valle, mirando
hacia la sierra de Carcaña (que de oro
está bañada, dicen) y dominando el resto de los pueblos, se encuentra Villar
del Ala. Es probable que nadie nos esperáramos los encantos de esta localidad: Una
roca incrustada en la estructura de una
de sus casas, un amable vecino que nos ofrece almuerzo con chorizo. La Iglesia
de S. Salvador muy bien conservada; casonas de ricos ganaderos trashumantes y su cementerio dónde no abunda el mármol, si
no la piedra. Los compañeros que fueron al camino de Santiago recordaron los
cementerios Gallegos. Desde aquí unas vistas fabulosas de todo el valle con el
resto de pueblos a la vista y Cebollera, con muy poca nieve ya en sus cumbres,
frente a nosotros.
Nos animamos a caminar 1.5 km mas para llegar al despoblado de
Azapiedra. En el porche de la ermita de
S. Martin de Tours (antigua iglesia del pueblo de Azapiedra) tomamos el
almuerzo, con torrezno incluido .Dos estelas medievales en la entrada del
atrio, con cruces gravadas llamaron nuestra atención.
Bajamos a la dehesa de Villar de Ala y los robles nos siguen
acompañando en nuestro camino. Un pequeño puente de piedra con un solo ojo
sobre el Río Razón nos sorprende porque su agua clara se refleja en la parte
interior de su arco, gracias al sol matinal; aquí nos detenemos un poco para
admirar este pequeño detalle que nos ofrece la naturaleza. Si ya estábamos
encantados con todos estos hallazgos el deleite aumentó al llegar a “La Vega”
una extensísima superficie de pasto verde, salpicado hoy con florecillas
amarillas. Varias cigüeñas pasean tranquilamente y Zar corre tras ellas. La ropa sobra, el
calor va apretando. (Qué razón tenían nuestros sabios.)
Pasamos por un refugio con una inscripción casi borrada y vimos como
los jabalíes habían horadado la tierra.
Llegamos a Valdeavellano de Tera por un camino paralelo a la carretera
para ver “El Roblón” que tiene que ser una joya botánica. Un descomunal
ejemplar con un gran perímetro, con enormes y larguísimas ramas que parten de
su gran tronco.
En el pueblo hay muchas cosas interesantes para ver y disfrutar:
Iglesia de nuestra Sra. De la Paz,
Ermita de la Soledad, Fuentes con
grandes pilones, lavaderos restaurados, magníficas casas serranas junto a
construcciones nuevas y modernas, el museo de la mantequilla, las simpáticas
vacas que recuerdan la importancia del ganado bovino en la zona y el pan y los
dulces que compramos en la panadería.
Pero nosotros seguimos nuestro
camino y al salir del pueblo Feli nos enseña a lo lejos la “Ermita de las
espinillas”. Dejando a la izda. El camping Entrerrobles enfilamos una cuesta
hasta llegar a la Iglesia de Molinos de Razón de San Vicente Mártir; un
descansillo a la sombra de su porche nos vino muy bien y pudimos contemplar que Molinos de
Razón es otro mirador hacia el espléndido valle. Según entramos al pueblo nos topamos
con la ermita de San José, blanca, coqueta y con espadaña y campana dónde se
ofician habitualmente los actos religiosos ya que la Iglesia queda un poco
alejada del pueblo. Calles estrechas, restaurantes famosos en un pueblo pequeño
pero con mucho encanto y punto de partida hacia la laguna de Cebollera,
fascinante paraje en la cima de la Sierra que forma parte de la reserva
Nacional de Urbión y Cebollera.
Un sendero a mano izquierda nos llevará de nuevo a Sotillo del Rincón,
ya tenemos ganas de llegar y descansar pero en este último tramo nos olvidamos
de nuestra fatiga disfrutando del
paisaje y las construcciones al pasar por “La Lobera”. Antiguos molinos restaurados con sus
viejas ruedas utilizadas para diversos fines en los jardines. Fincas con casas magníficas.
Llegamos de nuevo a Sotillo por la parte baja del pueblo, Feli nos
siguió mostrando casas singulares de la zona. Al llegar al río con su piscina
natural que tiene que ser un lugar ideal en verano, todos queríamos descansar,
pero ya nos quedaba poco trayecto para llegara a nuestro fin de ruta .Acabamos la mañana al sol en un jardín espléndido y
acogedor, con gente amable y estupenda, conversando y degustando nuestra
cervecita y el picoteo. Gracias a Feli y Santos por este vermouth.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Deja aquí tu comentario