Caminamos por la senda que cruza el cerro al norte de la localidad, entre majadas y tierras de cultivo; robles, matojos y arbustos propios del clima de nuestra tierra, hasta entrar de lleno en el sendero del Duero; con la vegetación propia de la ribera del río.
Formábamos el grupo diez senderistas, en ese momento la totalidad de sus componentes:
Julia, Leli, María, Ana, Rosi, Maribel, Lucas, Juanjo y yo.
Travesía muy tranquila por lo fácil que es y que se prestaba a que nuestros perros Tía Tula y Taiko pudiesen correr a su gusto.
Llegados al curso del río, permitió a algunas de las chicas refrescarse los pies en sus aguas, disfrutando del frescor de las mismas.
Estábamos en pleno verano, con altas temperaturas, que provocaban
algunos incendios.
De un remanso del río vimos salir un helicóptero que partía con su bolsa repleta de agua.
Llegamos hasta el refugio que se encuentra en el lugar y en las mesas que hay cerca del mismo comimos las viandas que llevábamos para merendar.
El momento fue aprovechado por los mosquitos que hicieron presa de las compañeras hasta el extremo.
De regreso, los que encabezamos el grupo iniciamos una conversación que mostraba las diferentes opiniones sobre temas religiosos, lo que nos hizo despistarnos y coger un camino equivocado que nos llevó hasta el emplazamiento de la nueva cárcel, todavía fuera de funcionamiento lo que nos llevó a llegar a nuestro punto de partida ya de noche. Finalizamos nuestro encuentro, como viene siendo costumbre, tomando una cervecita en uno de los bares del barrio.
Una nueva ruta concluida y nuevo refuerzo del grupo Soria paso a paso.
Luis
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